jueves, 31 de mayo de 2012

CINE ACTUAL: "EL PROTEGIDO"

TÍTULO: EL PROTEGIDO

DIRECTOR: M. NIGHT SHYAMALAN

REPARTO: BRUCE WILLIS, SAMUEL L. JACKSON, ROBIN WRIGHT PENN, SPENCER TREAT CLARK, CHARLAYNE WOODARD

DURACIÓN: 108 min.

AÑO: 2000

GÉNERO: INTRIGA

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Muchos directores, cuando triunfan a lo grande con una película, se ven sometidos a una gran presión por parte tanto de la crítica especializada como del público, que esperan con ansia el estreno de su siguiente film para decidir si se encuentra a la altura de su anterior obra. Algunos directores, como James Cameron, prefieren olvidarse de semejante expectación, y se toman su tiempo para volver a ponerse tras las cámaras. Otros, como Christopher Nolan, no tienen el menor problema en demostrar que no han sido flor de un día, y realizan un largometraje que, aunque puedan no encontrarse a la altura de su anterior película, sí que vuelve a entusiasmar a las plateas. Y, finalmente, hay otro grupo que, tras entrar de lleno en el selecto club de los directores revelación más prometedores, inician una vertiginosa caída en picado. En este último de los grupos es donde parece que se encuentra en director estadounidense de origen hindú m. Night Shyamalan quien, tras arrasar con su terrorífica -en el mejor de los sentidos- "El sexto sentido - The sixth sense, 1999", no ha conseguido replicar los mismos resultados, por mucho que lo haya intentado en sus largometrajes posteriores. En el caso de "El protegido", el interés que había despertado antes de su estreno era aún mayor, pues no sólo repetía estrella protagonista, sino que prometía ser una nueva oportunidad para pasar unos minutos de verdadera tensión. Desafortunadamente, una vez vista la película, el espectador acaba descubriendo que no es oro todo lo que reluce.

    David Dunn (Willis) despierta en un hospital. El tren en el que viajaba ha sufrido un accidente catastrófico, siendo él el único superviviente. Desconcertado por lo que le acaba de suceder, David necesita encontrar la orientación necesaria para rehacer su vida, en compañía de su hijo Joseph (Clark), y su mujer Audrey (Wright), de la que se encontraba medio separado. Cuando un misterioso hombre llamado Elijah (Jackson), aquejado de una grave enfermedad que hace que se le rompan los huesos, se cruce en su camino, David comenzará a descubrir cosas que harán que su vida no vuelva a ser la misma.

    "El sexto sentido" había puesto el listón muy alto, eso es evidente. Pero sería un error comparar aquella magnífica película con "El protegido", pues no tienen nada que ver (al menos como largometraje). Sin embargo, M. Night Shyamalan que, pese a quien le pese, sabe controlar la tensión y la intriga como nadie en todas y cada una de las escenas, ha realizado con "El protegido" un film excesivamente frío, repleto de personajes distantes, que impiden al espectador conectar e identificarse con los personajes, o con las situaciones que viven.

    Así pues, el problema de "El protegido" es única y exclusivamente el guión. Si con la misma puesta en escena, repleta de secuencias inolvidables (la magnífica secuencia de David en el tren, momentos previos al accidente -atención al sensacional empleo del sonido-; el nacimiento de Elijah en un centro comercial; David indagando acerca de su pasado...), de otras que consiguen clavar al público en sus butacas mientras contiene el aliento (David en la estación de tren, descubriendo qué es lo que lo deiferencia del resto de personas; en la casa de una familia con problemas; de vuelta en su casa, mostrándole una noticia a su hijo en el periódico) y, por supuesto, de la sorpresa final que todos aguardaban con impaciencia (que sí sorprende, aunque la revelación que se hace no consigue ser tan impactante como cabría esperar), se hubiera realizado un largometraje con otro argumento, el resultado hubiera sido impecable.

    Lamentablemente, "El protegido" prefiere hacer hincapié en un apartado cultural más alejado de cualquier argumento de misterio que pudiera esperarse: los cómics. Es un film que gira constantemente en torno a los súper héroes de cómic, y ahí reside el error, pues una cosa es asistir a una película de aventuras como las que inundan las carteleras cada verano, y otra muy diferente tratar de vincular "El protegido" a semejantes súper producciones. Lo que no deja de ser una lástima, en especial si se tiene en cuenta que, desde el punto de vista técnico, "El protegido" es un film soberbio (la triste fotografía de Eduardo Sierra, la insuperable música de James Newton Howard, etc.). Así pues, en resumidas cuentas, a "El protegido" sólo cabría calificarlo con una sola palabra: decepción.

  • MR. HYDE DICE:
  • "El protegido" es una peli que empieza muy bien... para acabar muy mal. No creo que se la pueda definir mejor. Después del pelotazo -y del acojono- que había conseguido el director con "El sexto sentido", supongo que todos nos esperábamos otra peli por el estilo. O sea, no con muertos vivientes ni nada de eso, pero sí con algo más de ese miedo brutal que habíamos pasado con la otra peli. Y, por supuesto, con su correspondiente sorpresa final. Al fin y al cabo, después de ver el tráiler de "El protegido", con ese tono así medio de misterio que tiene, teniendo en cuenta que también sale Bruce Willis (que estaba cojonudo en "El sexto sentido"), y sabiendo que la historia también es de ese tipo de intriga en que mejor no te cuenten el final para no jorobar la sorpresa, ni os cuento las ganas de tenía de verla. A lo mejor, si no la habéis visto, alguno de vosotros piensa lo mismo. Vale, pues ya os podéis ir olvidando, porque "El protegido" es una parida como una catedral.

    No es que no esté bien hecha, o que la historia sea una chorrada monumental (más o menos como le pasaba a "El bosque - The village, 2004"), o que la película entera no tenga ni pies ni cabeza (como esas dos perlas que son "La joven del agua - Lady in the water, 2006" y "El incidente - The happening, 2008"). El problema de "El protegido" es que lo que empieza siendo una historia brutal de intriga, con un suspense cojonudo -en serio, os digo que los primeros diez minutos, con el nacimiento de ese bebé con los huesos rotos, y del accidente de tren te ponen los pelos de punta-, de repente empieza a desvariar con historias sobre súper héroes de cómic, con gilipolleces descomunales sobre el destino de las personas, y con uno de los finales más ridículos que recuerdo haber visto en mucho tiempo. Lo que es una pena tremenda, teniendo en cuenta que tenían los medios como para hacer de "El protegido" una peli, como mínimo, igual de interesante que "El sexto sentido".

    Vale, sí, ya sé que las comparaciones son odiosas, y que en la variedad está el gusto. Pero yo ya os he dicho que no me esperaba otra película igual que el anterior exitazo. Lo que sí me esperaba era algo que me sorprendiera de la misma manera y, si no tanto, al menos que no me pareciera una ridiculez como la copa de un pino. Porque, veamos, momentos de misterio los tiene, y muy bien hechos, por cierto: cuando le cuentan a Bruce Willis lo del accidente del tren, lo que pasa en la cola del estadio de béisbol, lo descubre cuando entra con el chubasquero en la estación de tren y, por supuesto, la sorpresa final. Estos momentos os aseguro que estás que ni parpadeas. Pero es que luego te vienen con la tontería de los cómic y, sobretodo, cuando te paras a pensar un poco en qué es lo que te han acabado contando, y se te cae el alma a los pies, porque no hay quien se crea semejante memez (fijaos, si no, en ese trozo en el que el hijo le Bruce Willis le pide permiso para pegarle un tiro a bocajarro, a ver qué pasa).

    Además, hay una cosa que no comprendo muy bien. Supongo que tendrán sus motivos creativos (vete a saber cuáles son), pero a ver si alguien me puede explicar esto: ¿por qué Bruce Willis sale en tooooda la película como si le hubiera dado un aire, con esa cara de tener diarrea crónica? y no me vengáis con la broma fácil de que el tío es así de guapo, que no me refiero a eso. Vamos a ver, si el pollo ha sobrevivido a ese leñazo tan brutal en un tren, tiene la oportunidad de hacer cosas buenas y empezar de nuevo con una mujer y un hijo que le quieren, ¿a qué santo viene esa cara de amargado? En fin, que ni Willis ayuda a que "El protegido" no sea una castaña.

    Por lo demás, sí estoy de acuerdo en que la peli está muy bien hecha y todo lo que tú quieras pero, como dice mi padre, para ese viaje no hacían falta alforjas. Pues en el caso de "El protegido", ya so digo yo que se las podían haber dejado en casa tranquilamente, y contar una historia con los mismos actores, mismo equipo y tal, pero que interesara y que, cuando salen las letras del final, no tengas la sensación de que ha escrito semejante mierda se ha tenido que fumar algo raro. Qué penica más grande, con lo que podría haber sido...

    miércoles, 30 de mayo de 2012

    CINE DE LOS 90: "MATRIX"

    TÍTULO: MATRIX

    DIRECTORES: LARRY & ANDY WACHOWSKI

    REPARTO: KEANU REEVES, LAURENCE FISHBURNE, CARRIE-ANN MOSS, HUGO WEAVING, JOE PANTOLIANO

    DURACIÓN: 136 min.

    AÑO: 1999

    GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Dentro del cine de ciencia ficción, hay producciones que, conforme han ido pasando los años, se han convertido en auténticas obras de referencia. Si, durante la primera mita de siglo, que se combinara la acción real con la animación bastó para fascinar al público de todo el mundo (hablamos de, por ejemplo, producciones tan emblemáticas como "Mary Poppins - Mary Poppins, 1964" o "La bruja novata - Bedknobs and Broomsticks, 1971"), a finales del mismo fueron las producciones de creadores como George Lucas o James Cameron las que nos dejaron fascinados. Y es que, pese a quien le pese, tanto las obras de uno como de otro, han sido verdaderas revoluciones del cine de ciencia ficción. Ahora bien, la guinda llegaría a finales de los años noventa, con una producción de la que se sabía más bien poco -aparte de su casting y de que estaba producida por el especialista en cine de acción Joel Silver-, que estaba dirigida por dos hermanos que, unos años antes habían entrado en la industria de Hollywood como guionistas y directores (su debut en la dirección se produjo con "Lazos ardientes - Boud, 1996", un más que recomendable thriller erótico), y que prometía ser la aportación definitiva a los efectos especiales de final de siglo. Unas afirmaciones un tanto exageradas, estamos de acuerdo pero que, tras comprobar el resultado, a más de uno le parecieron de lo más justas.

    Thomas Anderson (Reeves) es un programador que, pese a llevar una aparente vida normal, busca constantemente en la red información acerca de "algo" que le ronda por la cabeza desde hace tiempo, y que identifica sólo con una palabra: "matrix". Tras ser arrestado por un grupo de agentes especiales encabezados por el Señor Smith (Weaving), Neo es rescatado por una misteriosa mujer llamada Trinity (Moss) y llevado ante un no menos intrigante hombre que responde al nombre de Morfeo (Fishburne). Será Morfeo quien le dé a Neo la oportunidad de averiguar qué es en realidad "matrix", cuáles son las intenciones de los agentes que le persigue, y por qué él es una persona tan importante.

    A día de hoy, no hay prácticamente quien niegue que la influencia de "Matrix" en la historia del cine está más que probada. Por supuesto, hay que tener claro de qué tipo de película estamos hablando, pues su trascendencia no se encuentra a la altura de obras cumbres del séptimo arte como, por ejemplo, "Ciudadano Kane - Citizen Kane, 1949" o "El padrino - The godfather, 1972". Tampoco le hace falta. "Matrix" es una referencia total en el cine de ciencia ficción. Tal y como emncioábamos en la introducción, al igual que James Cameron fue capaz de crear una auténtica revolución en el campo de los trucajes visuales con la segunda parte de Terminator (o, posteriormente, con "Avatar - Avatar, 2009"), los hermanos Wachowski sentaron cátedra en lo que a los efectos especiales para lo que sería la ciencia ficción del siglo XXI. Para ello, no dudaron en recurrir a novedades tales como la ralentización de la acción mientras la cámara permanece en movimiento (no sólo en su impecable comienzo, con Trinity escapando de sus perseguidores, sino la ya clásica secuencia del enfrentamiento entre Neo y un agente en el cuartel en el que tienen preso a Morfeo), la alteración de cualquier ley de la física (los descomunales saltos de sus protagonistas, la presentación líquida de elementos sólidos como un espejo o una cuchara...), o la fascinación provocada por el montaje musical y de la acción (ver al respecto la magistral entrada de Neo y Trinity en el cuartel de los agentes).

    Así pues, aunque la influencia que ha tenido "Matrix" en tanto en la gran pantalla como en la sociedad -al menos en lo que a la forma de entender el cine se refiere-, no llega a alcanzar el desfase que la saga galáctica de George Lucas ha ido generando a lo largo de las décadas, lo que está claro es que "Matrix" supuso un paréntesis entre el cine de ciencia ficción conocido hasta la fecha y el que se realizaría a partir de entonces. Cierto es que, en muchas ocasiones, se ha tendido a copiar la misma estética, cuando no el diseño de estos efectos visuales tan famosos (incluso en películas-parodia).

    Ahora bien, a diferencia de las dos continuaciones que se estrenaron unos años más tarde, donde prevalecía más el espectáculo abrumador que el diseño de set pièces de acción ejemplares -y ello a pesar de contar con alguna que otra secuencia de lo más memorable-, "Matrix" lograba hacerse con el interés del público gracias, a su rebuscado guión (paradójico, cierto), a una puesta en escena cautivadora y, como ya se ha indicado persistentemente, a unos efectos visuales sin parangón. Desde luego, los amantes de la ciencia ficción están de enhorabuena con un largometraje como "Matrix", aunque el resto del público amante de otro tipo de películas más "normales" tampoco quedará defraudado por el espectáculo endiabladamente divertido que el film ofrece.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Ole, ole y ole! Esto sí que es una película revolucionaria, y no esos petardos que hicieron hace poco sobre El Che (chistaco fácil, lo sé, pero es que me venía a huevo). No sé vosotros, pero aún recuerdo ver "Matrix" en el cine y no entender de qué puñetas iba el asunto, pero quedarme totalmente flipado con lo que salía por allí. ¡Qué pedazo de efectos especiales más alucinantes! Sobretodo, qué forma de no pipar de qué va la puñetera película pero, aún así, pasártelo bomba. Y es que, en "Matrix" lo que te hace ni parpadear lo es prácticamente todo: desde su enrevesado argumento, pasando por esos pedazos de efectos especiales tan chulos, y continuando con toda su estética esa en plan futurista.

    Aquí te encuentras de todo: gente que para el tiempo como si le estuviera dando al botón de "pausa", tíos que pegan saltos descomunales o que esquivan balas como si se movieran a una velocidad de vértigo, trozos de acción que te dejan con los ojos fuera de las órbitas (y, si no, esperad a ver cómo consiguen Neo y Trinity rescatar a Morfeo, escapada con helicóptero incluida), y mil cosas más. Pero os juro que la forma en que todo está hecho no lo habíais visto nunca antes. Aunque claro, hablar ahora de "Matrix" puede que sea un poco tontería, sobretodo porque, a no ser que hayáis pasado los últimos diez años en una isla desierta, ya sabéis a la perfección de qué va la cosa.

    "Matrix" es un flipe desde que empieza. Por supuesto, no es la clase de película en la que te quedas con el mensaje, con lo bien que actúan todos los actores (y eso que tampoco lo hacen nada mal), o en lo profunda que es la historia. Para nada. Aquí se trata de un espectáculo con mayúsculas, solo que la diferencia es que te lo enseñan de una forma que nunca antes habías visto. ¿Que quieres peleas a lo Bruce Lee que desafían la gravedad? Hecho. ¿Que prefieres las pelis de acción con tiros y explosiones impresionantes? Vale. ¿Que te van más las comidas de tarro metafísicas en plan de esas idas de flapa que parecen súper trascendentes? Pues toma dos tazas. Porque "Matrix" tiene todo eso y muchísimo más.

    Eso sí, por sacarle algún defectillo a la peli, supongo que hubiera sido un poco deseable que no le dieran tanta vuelta a la historia e hicieran que la peña se armara esos líos descomunales con el argumento, total para explicar algo que en la primera Terminator ya parecían haber querido dejar claro (no diré el qué, no vaya a ser que todavía le cague la sorpresa a alguien que no la haya visto). Pero es algo que se perdona fácilmente. De hecho, parece que a los tarugos de Jolibú no les importó mucho, porque "Matrix" no solo fue uno de los petardazos de la temporada sino que, además, se llevó cuatro Oscars, más o menos como las grandes ("Terminator 2, el juicio final - Terminator 2. Judgement day, 1991" u "Origen - Inception, 2010").

    En fin, que guste o no, "Matrix" es una de las pelis definitivas de la ciencia ficción, y que ha tenido una influencia total en las pelis que se han hecho después, y que también ha sido capaz de dejar con la boca abierta durante un poco más de dos horas a la mayoría de los que, como el menda, alucinaron cuando la vieron en el cine.

    martes, 29 de mayo de 2012

    CINE DE LOS 80: "EL CORAZÓN DEL ÁNGEL"

    TÍTULO: EL CORAZÓN DEL ÁNGEL

    DIRECTOR: ALAN PARKER

    REPARTO: MICKEY ROURKE, ROBERT DE NIRO, LISA BONET, CHARLOTTE RAMPLING, MICHAEL HIGGINS

    DURACIÓN: 113 min.

    AÑO: 1987

    GÉNERO: TERROR

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • En la industria del cine, hay directores a los que les cuelga la etiqueta de “polémicos” o “visionarios” o, incluso, “revolucionarios”. Sin embargo, en muchas de estas ocasiones, como suele ser frecuente, se tiende a la exageración. Que a cineastas como Stanley Kubrick (del que hablábamos ayer mismo) o, salvando las distancias, James Cameron se los califique de “revolucionarios” no es del todo incierto, pues bien sabida es la gran contribución de ambos genios al mundo dentro del séptimo arte –ambos han creado sistemas de iluminación revolucionarios, nuevas lentes y equipos de filmación, etc.-. Ahora bien, que a un director más vulgar como Guillermo del Toro se le califique de “visionario”, o que a un director de lo más correcto como Alan Parker se le tache de “polémico”, es una completa exageración. Centrándonos en éste último, Alan Parker es uno de los directores más interesantes e infravalorados de las últimas décadas. De hecho, ha sabido demostrar su versatilidad como pocos, centrándose tanto en el cine musical (“Fama – Fame, 1980”, “El muro – Pink Floyd: The wall, 1982”, “Evita – Evita, 1996”), como en el drama más absoluto (“El expreso de medianoche – Midnight Express, 1978”, “Las cenizas de Ángela – Angela’s ashes, 1998”) o en el triller policiaco (“Arde Mississippi – Burn Mississippi, 1988”). Con “El corazón del Ángel”, Parker adaptaba la novela de William Hjortsberg, convirtiendo el relato puramente detectivesco de la novela en una terrorífica historia que mezcla el cine negro más clásico con el cine de terror más efectivo.

    Harry Ángel (Rourke) es un detective de poca monta de Nueva Orleáns. Un día, recibe la visita de un misterioso y excéntrico personaje llamado Louis Cyphre (De Niro) que contrata sus servicios para que, a cambio de una suculenta suma de dinero, localice a una persona desaparecida, llamada Johnny Fellow. Harry acepta el encargo, pensando que se tratará de un trabajo simple pero, conforme avanza en su investigación, irá descubriendo inquietantes datos acerca de la persona desaparecida que desembocará en la muerte de una serie de personas vinculadas al desaparecido, y la práctica de extrañas prácticas vudús.

    “El corazón del ángel” es un film inquietante de principio a fin. Ya desde los títulos iniciales de crédito, en que aparece un cuerpo inerte en un lúgubre callejón, hasta el sensacional final con el que concluye el film, Parker demuestra una habilidad única a la hora de llevar la intriga de la investigación en la que el personaje de Rourke se ve involucrado. Asimismo, aprovecha la gran ventaja que le ofrece la situación de la acción en Nueva Orleáns para, así, servirse del misterioso clima que parece habitar en la principal ciudad del estado de Louisiana, de forma que contribuya a hacerla aún más intrigante. De este modo, partiendo de un argumento de lo más sencillo (la localización de una persona desaparecida), gracias al firme pulso narrativo de Parker, el espectador inicia un descenso a los infiernos en compañía de un “sabueso” al que sobrepasa la situación de la que ha aceptado hacerse cargo. Secuencias como la visita que hace Angel a una de las últimas personas que mantuvo contacto con el desaparecido, o aquella otra en la que hace lo propio con el ambiguo personaje al que da vida, en una breve intervención, una espléndida Charlotte Rampling consiguen hacer que se mantenga el tono inquietante del film. Todo esto queda reforzado por momentos excepcionales como el de Angel haciendo un macabro descubrimiento en una antigua iglesia o, por descontado, el momento en el que asiste a uno de los ritos vudús.

    Por su parte, Robert de Niro contribuye a darle el toque definitivo al film con su breve interpretación de Louis Cyphre quien, en menos de diez minutos consigue helar la sangre del espectador más templado (ver el instante en que se come un huevo duro mientras le expone la situación a Angel, o el clímax en que le realiza una terrorífica revelación a éste).

    En definitiva, “El corazón del ángel” es una de los mejores thrillers de terror de los años ochenta, y fuente directa de inspiración para largometrajes posteriores como, por ejemplo, “El silencio de los corderos – The silence of the lambs, 1991” –por poner un caso-. También supone uno de los últimos papeles protagonistas de un inspirado Mickey Rourke quien, hasta su reciente participación en “El luchador – The wrestler, 2008” no había dado señales de ser el buen actor que puede llegar a ser. Y, por supuesto, “El corazón del ángel” es un film que queda recogido en la memoria de los espectadores gracias a su complejo pero, a la vez, fascinante clímax final, que deja sin palabras.

  • MR. HYDE DICE:
  • No suelo decir esto con demasiada frecuencia, así que creeros que no exagero cuando os digo que “El corazón del ángel” es una de las películas más acojonantes que he visto en mi vida. Pero acojonantes de verdad, en plan cagancho, de las que te los ponen de corbata y te oscurecen la parte de atrás del calzoncillo. Lo que empieza siendo una película en el más puro estilo de historias policíacas, de repente empieza a mezclarse con una desaparición extrañísima y, de ahí a los ritos esos extraños y malrolleros del vudú, no hay más que un paso. No sé si a vosotros os pasará lo mismo, pero salvo muy raras excepciones, a mí las películas sobre espíritus, fantasmas o monstruos no me asustan lo más mínimo. Es más, me suelen parecer bastante cutres. Por eso, cuando ves una película que habla de cosas de la vida normal (no digo que sean corrientes, sino que forman parte de lo que podrías encontrarte según por qué lugares te pasees) y te acojona, la descarga de adrenalina que sueltas se multiplica a lo bestia. Pues eso es, ni más ni menos, lo que a mí me pasó con “El corazón del ángel”.

    Como os digo, la peli empieza como lo haría casi cualquier película de Phillip Marlowe (para los que no estéis muy al día de quién es Marlowe –que, por cierto, ya podíais ver un poquito más de cine clásico de vez en cuando, que no hace daño-, os basta con saber que era el detective más chulo que un ocho al que solía interpretar Bogart), con un fiambre en la calle, y con un tío raro (no os perdáis las pintillas de Robert de Niro) que le encarga el caso de la desaparición de un tío al detective con más pinta de guarro de toda la ciudad. Pero, cuando el tío empieza a investigar quién demonios era el desaparecido… agüita de coco. A partir de ahí, no paras de contener la respiración. Y, por supuesto, cuando ya empiezan con las historias del vudú y tal, apaga y vámonos.

    “El corazón del ángel” –título con el que juegan mucho en inglés, porque el prota se llama Angel, así que os podéis imaginar de qué va el asunto- es una pasada de peli. A mí me encantó, no sólo por la ambientación y la forma en que está hecha, sino porque te da canguelo sin que te salga un tío enmascarado con un cuchillo haciendo filetes a la peña, y sin que la música te dé un susto del quince con cada ¡Ta-chán!. Aquí, el miedo te lo mete en el cuerpo todo lo que va averiguando el detective y, sobretodo, la parsimonia tranquilita con la que aparece Robert de Niro comiéndose un huevo duro, con esas uñas blancas. Casi na.

    Puestos a decir alguna cosilla que no me acabó de convencer de la peli, supongo que sería un poco la parte final. Primero, porque es un poco lioso cuando se empieza a contar la vida del músico ese (creo que era un trompetista) al que sigue la pista el detective, y que te lía cuando empieza a mezclar esa historia con lo que pasa en el momento actual. Y, segundo, porque el final así un poco en plan sobrenatural te deja un poco decepcionado. No porque no mole, que se sale por la puerta grande, sino porque, ya puestos, hubiera sido la leche que la historia, con todo lo real que estaba siendo hasta ese momento, siguiera siéndolo hasta el final. De todas formas, ya os digo que es algo que se perdona fácilmente. Sin ir más lejos, no os perdáis lo que pasa mientras salen las letras del final, porque es de los finales más inesperados y brutales que recuerdo haber visto en mucho tiempo. Sólo os digo dos palabras: “detective” “ascensor”. Para saber el resto, ya tendréis que verla. Eso sí, espero que no seáis de los que os metéis dentro de la peli (como una que yo me sé) porque, si es así, las pasaréis bastante putas viendo “El corazón del ángel”. Para todos los demás que queráis ver una película chula, con una historia que engancha y que, de paso, te hace pasar un buen rato de miedo y suspense, no os la podéis perder.


    Angel Heart Trailer (1987) por Horrornewsnet

    lunes, 28 de mayo de 2012

    CINE CLÁSICO: "LA NARANJA MECÁNICA"

    TÍTULO: LA NARANJA MECÁNICA

    DIRECTOR: STANLEY KUBRICK

    REPARTO: MALCOM MCDOWELL, PATRICK MAGEE, MICHAEL BATES, WARREN CLARKE, ADRIENNE CORRI, CARL DUERING, CLIVE FRANCIS

    DURACIÓN: 135 min.

    AÑO: 1971

    GÉNERO: DRAMA

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Si de algo no se puede calificar al maestro Kubrick es de predecible o repetitivo. Tan pronto demuestra su capacidad crítica con un alegato anti-bélico como se pasa al género épico con la historia de un esclavo romano renegado, o realiza una de las obras cinematográficas de referencia del cine de ciencia ficción. Sin embargo, no fue hasta el estreno de “La naranja mecánica” que su obra se situó a otro nivel (puede que ya iniciara tal recorrido con al metafísica de “2001: una odisea en el espacio – 2001. A space odyssey, 1968”). Polémica, fascista, ultraviolenta, o desagradable fueron algunos de los calificativos que este film recibió cuando se proyectó en los cines, a principios de la década de los setenta. Aunque, no obstante, también se le otorgaron otros calificativos como maestra, revolucionaria o fascinante. Y es que, si por algo se suelen caracterizar las numerosas obras maestras de Stanley Kubrick, es por su asombrosa capacidad de no dejar a nadie indiferente. En el caso de “La naranja mecánica”, Kubrick partió de la novela de Anthony Burgess, y de los experimentos de observación del comportamiento similares a los que había llevado a cabo el científico soviético Pavlov para narrar una de las historias más impactantes sobre corrección de comportamiento y reinserción de delincuentes en la sociedad.

    Alex (McDowell) es un joven inglés amante de la violencia descontrolada, de las drogas psicodélicas y de la música de Beethoven. Junto a sus amigos y compañeros de pandilla, da rienda suelta a su comportamiento más irascible, apaleando mendigos, montando orgías con totales desconocidas, o violando y apaleando a amas de casa. Cuando, tras una de sus sesiones de violencia, es capturado traicionado por su banda y apresado por la policía, Alex decide presentarse voluntario para un experimento de corrección del comportamiento con el fin de, así, reducir su condena en prisión. Lo que no imagina Alex son las consecuencias que tendrán en su personalidad los efectos de semejante experimento.

    “La naranja mecánica” no es un film fácil de ver. En primer lugar, por sus numerosas secuencias de violencia explícita; en segundo lugar, por el tono malsano de la historia; y, en tercer lugar, por la puesta en escena tremendamente realista de Kubrick. En lo que concierne al primer punto, la violencia de “La naranja mecánica” no hay que confundirla con la propia de películas de acción repletas de explosiones y tiroteos. Ni siquiera con las exageraciones de las torture porn que han inundado las carteleras a lo largo de la última década. Aquí, la violencia resulta impactante por el realismo de sus situaciones, y por el salvajismo y depravación con el que se perpetran dichos actos. Desde la paliza que sufre un inofensivo sin techo bajo un puente, pasando por el brutal asalto al domicilio de un matrimonio en el que violan a la mujer y apalean al marido hasta dejarlo paralítico, y rematándolo con el asesinato de una sexóloga, también en su casa. Estas secuencias están retratadas sin contemplaciones, aunque de la puesta en escena hablaremos más tarde. No obstante, sí queda claro que, para que el público entienda la decisión de poner en marcha el experimento psicológico, es necesario contemplar los descabellados actos que es capaz de cometer el personaje principal.

    En segundo lugar, nos encontramos con el tono del argumento que, irremediablemente, va ligado al tercer punto, la puesta en escena. Aparte de la violencia, “La naranja mecánica” llama la atención por la forma en que ésta queda recogida a lo largo de las más de dos horas de metraje, y en las que parece que no hay recurso narrativo que Kubrick no utilice: cámara lenta (el ajuste de cuentas entre Alex y uno de sus colegas), la cámara rápida (la orgía de Alex con dos chicas a las que conoce en una tienda de discos), la iluminación intermitente (para el proceso de “corrección” de comportamiento de Alex), los planos subjetivos (durante la mayoría de secuencias de violencia), o los planos en contrapicado (mayormente, reservado a aquellos momentos en que alguno de los personajes pierde el control sobre sí mismo –ver la secuencia en que el hombre paralítico reconoce a Alex como el violador de su mujer-). Todo ello, acompañado por los habituales travelling al más puro estilo Kubrick (el incomparable comienzo del film, con los protagonistas bebiendo leche adulterada con drogas en un psicodélico pub).

    A todo ello, hay que añadir la extraordinaria actuación de Malcom McDowell quien, a raíz de su portentosa interpretación del maníaco Alex vio condicionada su carrera como intérprete, de una manera un tanto injusta, teniendo en cuenta que en “La naranja mecánica” demostró ser capaz de llegar hasta donde pocos actores se atreven a hacerlo. Pero, si hay un nombre por encima del resto que merezca la pena destacarse en “La naranja mecánica”, desde luego, ése es el de Stanley Kubrick. El cineasta es capaz de sacudir hasta los cimientos la sensibilidad del espectador, aunque no de forma gratuita, sino siempre con la intención deliberada de dar que pensar al público. Y es que el mensaje de “La naranja mecánica” está bien claro: no es ni más ni menos que una clara demostración de lo que sucede cuando al individuo se le priva de cualquier capacidad de defensa, aunque esto se haga con el fin de evitar el afloramiento de brotes psicóticos. Por ello, la destrucción casi total del personaje resulta inevitable, incluso a manos de quienes se encontraban en su misma línea.

    Así pues, con independencia de que “La naranja mecánica” sea más conocida por su contenido violento, y de que sea un largometraje complicado de asimilar, de lo que no cabe duda es de que constituye una prueba más del talento inmenso de un genio inmenso, capaz de, con una simple película, sacudir la sensibilidad y conciencia de todo el público.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Ostras Pedrín, vaya película! Si ya alucinas cuando la ves ahora, ni me imagino cómo tuvo que ser hace cuarenta años, cuando salió. ¡Cómo tuvo que flipar la peña! Pero claro, estamos hablando de Kubrick, que es el único capaz de soplarse una película como “La naranja mecánica” y hacerlo así de bien. La repercusión y fama que ha tenido la peli han sido totales y, lo curioso del asunto, es que, vista ahora, hay cosas que siguen siendo sorprendentes, mientras que otras huelen demasiado a viejuno. Pero no nos adelantemos. De momento, quedaos con que “La naranja mecánica” –que no sé qué demonios quiere decir ese título, igual es que hacen referencia a algo así en la peli, pero no me acuerdo-, es una película impresionante, dura que te rilas, pero que creo que merece la pena verse aunque sólo sea una vez (yo ya voy por la tercera).

    Bien, entre lo que os decía que llama la atención –por lo bueno- es la temática. Más o menos como hizo no hace tanto tiempo una peli como “El experimento – Das Expermient, 2001”, aunque llevándolo más al límite, “La naranja mecánica” parte de una cosa muy fácil: pillar a un psicópata zumbado total y hacer experimentos de comportamiento con él. Pero claro, que decir eso no es tan fácil. En primer lugar, ves lo que hace el pollo éste y los descerebrados de sus amigos cuando “salen a divertirse” (apalear a un mendigo, violar a una mujer mientras le dan una paliza al marido y lo obligan a mirar después, o cargarse directamente a una persona). En segundo lugar, te das cuenta de la forma en que se corrige a la fuerza el comportamiento de una persona (impactante la cara del pirado cuando hacen que no pueda cerrar los ojos y le ponen imágenes de violencia a lo burro con música de Beethoven a toda paleta –y el tío aún dice que la música le parece una pasada, pero que no la pueden usar así como así… con un par-). Y, para rematar, lo que pasa cuando a una persona le quitas cualquier capacidad de defensa propia.

    Ahora, para ser totalmente sincero, os confieso que hay una parte, que es casi toda la parte final de la película, que me parece que está demasiado cogida por los pelos. Está claro que quieren enseñar qué es lo que pasa cuando al tipo éste le quitan cualquier capacidad de defenderse, pero es que las situaciones en las que se ve (y en las que recibe más estopa que un merengue en el Camp Nou). Por ejemplo, me vas a decir que de todos los sitios cochambrosos de Londres, el tío va a ir a parar justo donde está el mendigo al que le pega la paliza. O que los policías que le atienden son los mismos tarados que iban con él a hacer el burro. O que –y esto sí que ya es el colmo- que la puerta a la que llama es la misma de la casa en la que reventó a los que vivían dentro (y, encima, que el tío se ponga a cantar la misma canción que cantaba cuando les daba la paliza del siglo, ya es pa cisclarse). También chocan las escenas más normales, como cuando sus padres directamente lo echan de casa (esa escena más parece sacada de cualquier locura de los hermanos Coen que no de Kubrick).

    Pero bueno, independientemente de esto, “La naranja mecánica” es una peli estupenda, aunque hay que tener el estómago bien fuerte para aguantarla sin que te parezca súper desagradable. Toda la parte de la “terapia” en la que le meten un chute descomunal de imágenes, fotos y vídeos de violencia a ritmo de Beethoven es flipante, y casi da la misma impresión que los trozos en los que el tío se divierte apalizando a la peña. Pero vamos, que por muy fuerte que sea, “La naranja mecánica” es de las películas que, por mucho que pasen los años, la gente sigue hablando de ella y, a pesar de lo bestia que es, todo el mundo acaba sintiendo curiosidad por verla y, los más fans, por recomendarla. Yo la recomiendo, desde luego, aunque prefiero que tengáis claro qué tipo de película estaréis a punto de ver. Por cierto, y hablando de todo un poco, ¿alguien sabe por qué la peli se llama “La naranja mecánica”?

    domingo, 27 de mayo de 2012

    CINE A DESCUBRIR: "JAQUE AL ASESINO"

    TÍTULO: JAQUE AL ASESINO

    DIRECTOR: CARL SCHENKEL

    REPARTO: CHRISTOPHER LAMBERT, DIANE LANE, TOM SKERRITT, DANIEL BALDWIN, FERDYNAND MAYNE, KATHERINE ISOBEL

    DURACIÓN: 110 min.

    AÑO: 1992

    GÉNERO: SUSPENSE

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Son innumerables las películas acerca de asesinos en serie que se han producido a lo largo de los últimos años, aunque parece que ha sido a partir de la década de los noventa cuando el público pareció interesarse más por estas temáticas. Y, como en todos los géneros, ha habido de todo, desde obras sensacionales (“El silencio de los corderos – The silence of the lambs, 1991”, “Seven – Seven, 1995”) y correctas (“Copycat (Copia mortal)– Copycat, 1995”) hasta películas ciertamente lamentables (la aportación española que supuso “Tuno negro”). No obstante, dado que los thrillers de suspense basados en la figura del asesino en serie son de lo más abundantes, también se dan casos en que largometrajes menos comerciales o que pasan más desapercibidos en la taquilla no resultan tan conocidos. Tal es el caso del film que hoy nos ocupa, “Jaque al asesino”, interesante película en la que se combina el suspense de su intrigante argumento con el mundo del ajedrez, pocas veces tratado en un film comercial.

    Peter Sanderson (Lambert), desde niño, ha sido un prodigio jugando al ajedrez. Ya de adulto, se gana la vida como ajedrecista, participando en importantes torneos a lo largo y ancho del mundo. Siempre lo acompaña su hija pequeña –a la que cuida desde la muerte de su esposa- y Jeremy Edmonds (Mayne), su mentor invidente. Cuando empiezan a aparecer jóvenes muchachas muertas de una forma extraña (la cara grotescamente maquillada, cortes en las muñecas, ausencia completa de sangre en la escena del crimen y extrañas palabras pintadas en una pared), Peter se convierte en el principal sospechoso, pues todas las víctimas habían mantenido relaciones amorosas con él. Los policías puestos al frente del caso, el capitán Frank Sedman (Skerritt) y el detective Andy Wagner (Baldwin), se verán obligados a recurrir a la colaboración de una eminente psicóloga llamada Kathy Sheppard (Lane) para que configure un perfil psicológico de Peter que les pueda ayudar a resolver el caso. Sin embargo, no todo resultará ser tan fácil, y las muertes continúan produciéndose.

    Siguiendo al estela de otras historias sobre asesinos en serie centradas en el mundo del ajedrez (la adaptación cinematográfica de “La tabla de Flandes” de Pérez Reverte sería uno de los ejemplos más evidentes), “Jaque al asesino” contiene todos los elementos que hacen del film un film de lo más interesante. La puesta en escena resulta terrorífica en cada secuencia previa al hallazgo de los cuerpos (el acecho del asesino a sus víctimas pone los pelos de punta al más tranquilo: ver la secuencia en que una de las víctimas se encuentra en la lavandería del edificio, o cuando una de ellas sale de la ducha), y consigue mantener el suspense durante todo el metraje –cosa de la que no pueden presumir muchos otros films similares-.

    No obstante, si algo se puede achacar a “Jaque al asesino” es su final, lo que no deja de ser paradójico si se tiene en cuenta que, hasta el momento de ese clímax final en las alcantarillas y desagües, el film había funcionado a la perfección, dosificando la dosis necesarias de tensión y misterio. Ahora bien, se da por supuesto cualquier thriller que se precie no sólo debe mantener la intriga de forma efectiva hasta el final, sino también proponer una solución que, dentro de la ficción, pueda ser lo más realista posible. Y es en este punto donde “Jaque al asesino” falla estrepitosamente. En efecto, el problema del largometraje es algo tan sencillo como la identidad del villano de la función. Y es que, sin ánimo de desvelar absolutamente nada a este respecto –el film perdería toda su gracia, por mucho que la puesta en escena sea inquietante-, tan sólo mencionar que el eficaz guión escrito por Brad Mirman, en su intento de despistar al espectador, resuelva la identidad del mismo con tan poco acierto.

    A pesar de ello, “Jaque al asesino” es un largometraje que llama la atención por su efectividad. Cada secuencia está realizada con la intención deliberada de resultar inquietante, desde ese extraordinario –e impactante- prólogo en blanco y negro, pasando por los instantes previos a los asesinatos y sus respectivos descubrimientos y, sobretodo, la carrera contrarreloj librada con tal de detener a tiempo al asesino antes de que finalice con su macabro plan. Puede que “Jaque al asesino” sea una película de menor repercusión dentro del género pero, por suerte, ello no la hace ni mucho menos desmerecedora de ser considerada como un brillante ejercicio de suspense.

  • MR. HYDE DICE:
  • Pues sí, estoy de acuerdo con Jekyll. “Jaque al asesino” es una peli de asesinos en serie cojonuda. No tengo ni idea de si tuvo mucho éxito o no cuando se estrenó en el cine (no creo que fuera demasiado, la verdad, porque tampoco es que se escuchara mucho hablar de ella), y es una lástima. De hecho, estoy seguro de que si la llega a dirigir alguien como David Fincher o Brian De Palma, no solo la conocería casi todo el mundo sino que, además, la hubieran puesto por las nubes (bueno, más si la hubiera dirigido Fincher que no De Palma, al que parece que tienen un poco de tirria –llámese envidia cochina-). Pero, en cualquier caso, “Jaque al asesino” (penosa traducción del título original que vendría a ser algo así como “Mueve el caballero”, o “Mueve el caballo” –por aquello de las piezas de ajedrez-) es una peli chulísima que te hace estar sin pestañear todo el rato.

    Una cosa en especial en la que veo que han acertado de pleno con “Jaque al asesino” es que la han ambientado en el ambiente de los ajedrecistas, haciendo que la partida que juega el bizco de que sale en las pelis de “Los inmortales” se traslade a la vida real pero en forma de asesinatos brutales. Entonces ves cómo, desde que el prota empieza a jugar esa “partida” la intriga se dispara. Primero, porque te ves venir quién va a ir siendo la siguiente víctima; segundo, porque es genial cómo van descifrando las pistas que va dejando el asesino para poder entender la forma de pillarlo (me encanta el momento en el que, con los mensajes que ha ido diciendo, empiezan a dibujar un tablero de ajedrez sobre un mapa de la ciudad, y recreando los asesinatos como si fueran jugadas de ajedrez); y, tercero, porque “Jaque al asesino” es de esas películas en que no paras de cambiar de sospechoso, pensando quién será el que se carga a esas chicas. Aparte, una cosa que también me llamó la atención es cómo se las carga el malo. Aquí se dejan de tomateo y puñaladas cutres para acojonarte con el pitido de un cacharro que se supone que suelta descargas eléctricas y, por encima de todo, de cómo deja luego el malo a las víctimas, pintándoles la cara como si fueran el Joker de turno, y escribiendo con sangre las palabras en la pared que ayudarán a los buenos a saber cómo actuar. También es cierto que las sorpresas las dan en su momento justo. Por ejemplo, fijaos en lo que le pasa a cierto personaje en una mano.

    Ahora bien, también estoy de acuerdo en que, cuando llega la parte final, y se descubre quién es el asesino, te quedas de piedra. No entiendo mucho por qué, de todos los personajes que había para poder hacer pasar por malo, eligen precisamente a ese. Es más, hay un momento en que, ya al final, el asesino desvela su identidad hablando por teléfono, y os juro que no llegaba a entender quién cojones era. Y eso, que alguno puede decir que tampoco importa tanto si el resto de la peli es así de emocionante, ya os digo yo que le resta mil puntos a lo demás. Macho, que una película como “Jaque al asesino” depende, aparte de lo bien hecha que esté y del canguelo que sientas mientras la ves, de que el final tenga su lógica, pero si sacas a un personaje concreto haciendo de malo y la peña no entiende del todo por qué es ese en particular, pues pierde un huevo de calidad.

    En fin, aparte de todo esto, no se puede hablar demasiado de “Jaque al asesino” sin que haya riesgo de fastidiar la sorpresa final sobre quién es el malo. Pero, antes, sí que os quiero decir una cosa: estad bien atentos al principio, con esa partida en blanco y negro de los críos y de lo que pasa después, porque tendrá su lógica cuando llegue el final.

    sábado, 26 de mayo de 2012

    CINE EN CARTEL: "INFILTRADOS EN CLASE"

    TÍTULO: INFILTRADOS EN CLASE

    DIRECTORES: PHILIP LORD & CHRIS MILLER

    REPARTO: JONAH HILL, CHANNING TATUM, ELLIE KEMPER, ICE CUBE, BRIE LARSON, ROB RIGGLE

    DURACIÓN: 109 min.

    AÑO: 2012

    GÉNERO: COMEDIA

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Les aseguro que no comprendo la necesidad de parece tener mi estimado colega Hyde en, de vez en cuando, disfrutar torturándome a ver alguna que otra película. O el muchacho disfruta con una buena dosis de película mala de cuando en cuando (el masoquismo en los gustos cinematográficos es muy particular de cada uno), o lo ha hecho para hacerme la puñeta porque, de lo contrario, no comprendo que haya accedido a ir al cine a ver una memez del calibre de “Infiltrados en clase”. En primer lugar, ninguno de los dos hemos visto nunca un capítulo de “Jóvenes policías”, la serie en la que se basa “Infiltrados en clase” y que, en su momento, lanzó a la fama a Johnny Depp; en segundo lugar, tanto Jonah Hill como Channing Tatum me parecen dos de los “actores” más mediocres del panorama actual; y, en tercer lugar, ya sólo con la premisa y el tráiler de la película cualquier persona con un mínimo de gusto cinematográfico huye de este despropósito como alma que lleva el diablo. Sin embargo, hete aquí que “Infiltrados en clase” es lo que tenemos que criticar esta semana como cine en cartel. En fin, una buena cucharada de ketchup y para adentro.

    Schmidt (Hill) y Jenko (Tatum) son dos jóvenes y descerebrados patrulleros de policía que, tras una desastrosa operación, son asignados a un grupo especial de operaciones encubiertas. Su nueva misión consistirá en infiltrarse como estudiantes en un instituto en el que se ha empezado a traficar con una extraña y potente droga, y conseguir dar tanto con el distribuidor como con su proveedor. Dispuestos a cumplir con su misión, Schmidt y Jenko vuelven de nuevo al instituto, aunque las cosas parecen haber cambiado bastante desde la última vez que ambos fueron estudiantes.

    “Infiltrados en clase” es una película que pone a prueba la paciencia del espectador. No sólo tiene una realización mediocre y unas actuaciones (por llamarlas de alguna forma poco ofensiva) que harían sonrojar al mismísimo Ed Wood, sino que la película está construida a base de sketches a cada cuál más ridículo. El guión es ridículo; las actuaciones, lamentables; los personajes, de capón; la realización, torpe a más no poder. Y sin embargo, el largometraje se ha convertido en todo un éxito dentro de su mercado nacional lo que, dicho sea de paso, dice muy poco a favor del público norteamericano, también capaz de convertir a una simpleza como “Los juegos del hambre – The hunger games, 2012” o a cualquier entrega de “Crepúsculo” en los éxitos más escandalosos del año.

    Cierto es que el hecho de que unos directores como Chris Miller y Philip Lord, responsables de la simpatiquísima “Lluvia de albóndigas – Cloudy with a chance of meatballs, 2009”, se esperaba, como poco, que “Infiltrados en clase”, aunque no fuera una gran película, al menos sí que fuera un pasatiempo distraído, medianamente entretenido, y con un mínimo de originalidad. Por desgracia, lo único que este film consigue es convertirse en un insulto al buen gusto y al resto de obras que, sin alcanzar los niveles de éxito de esta mamarrachada, no logran la mitad de repercusión. Puede ser que estemos exagerando un poco con tales afirmaciones aunque, el espectador que quiera comprobarlo, no tiene más que comprobarlo en secuencias como aquella en la que tiene lugar una fiesta en la casa de uno de los protagonistas o, por hablar de algo que sucede más al comienzo del film, de la primera detención que trata hacer la pareja de policías. Simplemente desesperante. Ahora bien, lo más preocupante de todo ello es que, en la sala de cine en la que tuvimos que sufrir semejante esperpento, la gran mayoría del público congregado… ¡no paraba de reír las gracias! Ni qué decir tiene que, nada más empezar a salir los títulos de crédito finales, pusimos pies en polvorosa, por lo que no tuvimos ocasión de comprobar el sector demográfico de los espectadores. Para ser sinceros, también nos asustaba ser conscientes de ello.

    En resumidas cuentas, “Infiltrados en clase” es un despropósito de principio a fin, únicamente diseñada con el fin de contentar a los espectadores menos exigentes y amantes de las bromas fáciles, sin el más mínimo ápice de originalidad. Un lamentable espectáculo abocado al olvido más absoluto.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Uff, pedazo de mierda, chavales! Mira que me he visto truños a lo largo de mi vida. Y, a demás, pagando por verlas en el cine, para flipar aún más con la patata de turno. Pues no os miento si os digo que “Infiltrados en clase” se mete de lleno en el top10 de las películas más malas que recuerdo ahora mismo. Algún espabilado podrá pensar “claro, normal, si ya sólo con ver el título y el póster dan ganas de salir corriendo”. Pues sí, estoy de acuerdo, pero tampoco será la primera vez que un título o un póster no tienen nada que ver con lo que luego es la peli. De hecho, aun suponiendo que también sea mala, eso no quiere decir que sea un bodrio (la de películas que hay que son malas de morirse pero te lo hacen pasar pipa). Pero “Infiltrados en clase” es, directamente, mala, mala de morirse.

    No sabría muy bien por dónde empezar a decir qué me pareció tan malo de “Infiltrados en clase”. Supongo que, para empezar, los actores. El gordo se cree tan pero que tan gracioso que no te hace ni sonreír, y el otro musculitos, parece que lo único de lo que entiende es de machacarse en el gimnasio, porque lo que es actuar… ¡Je! He visto plantas con más expresividad (de hecho, si lo ves en varias pelis –románticas, acción, comedia…- el tío siempre pone la misma cara. Ríete tú de Chuck Norris). Luego, la historia es infumable de principio a fin, no sólo porque no haya quien se la trague o porque saque a los chavales de ahora como anormales profundos (aunque mira, a lo mejor ahí no exagera tanto), sino porque no sabría decir la de chorradas por minuto que acumula. Quitando de un par de cosas que tienen su gracia (los efectos de cuando los dos tipos tienen que probar la droga, con sus respectivas fases), el resto te lo pasas pensando en el desperdicio de pasta que ha sido la idea.

    Está claro que “Infiltrados en clase” no tiene absolutamente ninguna intención de ser más que un entretenimiento pasajero. Pero macho, se lo podían haber currado un poco más, que hasta parece que los mismos actores se lo estén tomando todo en plan cachondeo. Y, si os parece que exagero, sólo tenéis que ver un trozo como, por ejemplo, el de la persecución por una autovía en el que no paran de estamparse coches contra camiones sin que exploten, para sorpresa de los dos figurines, pero mira por dónde que lo que sí que explota es una moto contra una camioneta cochambrosa que lleva pollos. Vamos, para cagarse de currada la escena. Todo eso, por no hablar de la escena en que se marca su escena Johnny Depp, y en la que le pegan un tiro mientras el pollo se suelta un discurso. Lástima que eso no se lo hagan a los otros dos nada más empezar este bodrio.

    En fin, que vuestro tío Hyde os recomienda que ni se os ocurra perder el tiempo –y, sobretodo, el dinero- viéndola. Aquí en España parece que no está funcionando muy bien, cosa que es un pelín esperanzadora, porque la cosa es mala de cojones.

    viernes, 25 de mayo de 2012

    ESTRENOS DE VIDEOCLUB: "UN LUGAR PARA SOÑAR"

    TÍTULO: UN LUGAR PARA SOÑAR

    DIRECTOR: CAMERON CROWE

    REPARTO: MATT DAMON, SCARLETT JOHANSSON, THOMAS HYDEN CHURCH, ELLE FANNING, COLIN FORD, MAGGIE ELIZABETH JONES, PATRICK FUGIT

    DURACIÓN: 121 min.

    AÑO: 2011

    GÉNERO: DRAMA

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • El martes, comenzábamos la crítica hablando de las slash movies, y hacíamos una breve mención de una serie de sub-géneros cinematográficos surgidos a raíz de una serie temáticas y características concretas presentes en diversos largometrajes. Con motivo del estreno en videoclub de esta semana, “Un lugar para soñar”, cabe hacer referencia a otro género particular de películas: las feel good movies, cuya traducción aproximada sería algo así como “películas para sentirse bien” o, utilizando una jerga más coloquial -como diría mi querido amigo Hyde-, “Pelis de buen rollo”. Los films que se incluyen en esta categoría se caracterizan por una ausencia total de villanos (y, en caso de haberlos, su comportamiento es de lo más suave y comedido), contener temáticas en el que los protagonistas se ven sometidos a situaciones complicadas de las que suelen salir airosos gracias a elementos tan diversos como el amor mutuo, el apoyo incondicional, o la unidad familiar, y que de forma más o menos discreta consiguen impartir diferentes lecciones de vida al público (que su mensaje resulte ser más o menos manipulador, ya es algo que cabe analizar de forma más detenida según el caso). “Un lugar para soñar”, la última película del director Cameron Crowe, que saltó a la fama con el éxito -un tanto discutible- de films como “Jerry Maguire – Jerry Maguire, 1996” o “Vanilla sky – Vanilla sky, 2001”, cumple perfectamente con los patrones de este sub-género.

    Benjamin Mee (Damon) es un padre de familia que, junto a sus dos hijos, el adolescente Dylan (Ford) y la pequeña Rosie (Jones), debe hacer frente a la muerte de su mujer, ocurrida seis meses antes. Su hermano, el bohemio Duncan (Church) trata de animarlo en la medida de lo posible para que rehaga su vida, aunque sus consejos suelen ser de lo más descabellados. Benjamin, tras considerar que tanto él como sus hijos necesitan un cambio de aires urgente, se mudan a una casa a las afueras de la ciudad, de la que quedan prendados nada más verla. Sólo tiene un pequeño inconveniente: el anterior propietario estableció que, quien comprara de nuevo la propiedad, debería hacerse cargo del mantenimiento de un viejo zoológico que colinda con la casa. Así pues, sin tener la más remota idea de cómo se gestiona y zoo, y en contra de lo que opina su hermano y su hijo mayor, Bernjamin decide que esa es la oportunidad de empezar una nueva vida, para lo que cuenta con la ayuda de la atractiva Kelly Foster (Johansson), una de las biólogas del zoológico, y de Lily (Fanning), la extrovertida sobrina de ésta.

    “Un lugar para soñar” es un film que está milimétricamente calculado para provocar unas determinadas emociones en el espectador en el momento preciso. Si esta manipulación se realiza con talento y acierto (como sucede, por ejemplo, en “Criadas y señoras – The help, 2011”), el espectador acaba disfrutando de la historia que le están contando. Por el contrario, si el intento de controlar las emociones del público queda condicionado a una historia simplona y con poca garra (tal y como ocurre con “Caballo de batalla – War horse, 2011”), o se ejecuta de forma torpe (caso de “Amistad – Amistad, 1997”, por seguir con el ejemplo de Spielberg), el resultado termina siendo catastrófico. En el caso de “Un lugar para soñar” cada capítulo en el que podría dividirse el largometraje contiene las dosis justas de “manipulación” para que el espectador siga el hilo emocional de los personajes sin sentirse incómodo. Ahora bien, esto no quiere decir que sea una buena película en absoluto. Es más, “Un lugar para soñar” acumula todos y cada uno de los tópicos de las producciones familiares de buenas intenciones, y que rayan tanto la irrealidad como lo absurdo -por mucho que, de forma oportuna dejen constancia de que los hechos están basados en una historia real-: que el cabeza de familia deje su trabajo para dedicarse a cuidar un cochambroso zoológico, que uno de sus hijos se descarrile tras la muerte de su madre, que el joven viudo reciba la ayuda de una joven por la que pronto empieza a sentirse atraído, que existan una serie de complicaciones para llevar a cabo el proyecto familiar y, por descontado, ese final ridículo y acaramelado a más no poder que no desvelaremos para no quitarles la sorpresa a quienes la vayan a ver.

    ¿Hacen estos factores que “Un lugar para soñar” sea una mala película? No, por suerte, no. Pero que el largometraje de Camero Crowe sea un entretenimiento aconsejable, tampoco. La película, como distracción inofensiva, funciona sin problemas, aunque cae en el baúl de los recuerdos con la misma facilidad con la que se ve. Lo que sí cabe agradecerle a Crowe es que no caiga en la trampa de otras feel good movie y pretenda remarcar cada escena supuestamente emotiva con las martilleantes melodías de la banda sonora, con planos tramposos de puestas de sol (aunque hay alguna secuencia –la decisión de sacrificar a uno de los tigres- que roza lo absurdo), o con relaciones sentimentales que convierten el film en un auténtico culebrón.

    En definitiva, “Un lugar para soñar” es una película cien por cien intrascendente y prescindible aunque, si la ven, tampoco lamentarán mucho la pérdida de tiempo. Al fin y al cabo, viniendo de quien destrozó el “Abre los ojos” de Amenábar, podría haber sido mucho peor.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Menuda pedorrada de película! Dice el de arriba que si no sé qué de géneros nuevos y otros rollos. Ni géneros nuevos ni pollas, “Un lugar para soñar” es un bodrio que, a los diez minutos, ya sabes qué pasa durante la hora y media restante. Se supone que la historia es muy profunda, que los sentimientos de los protagonistas tienen que conmoverte y que sentir lástima por el pobre hombre que tiene que rehacer su vida después de que se le haya muerto la madre de sus hijos. Vamos a ver, hagamos como Jack el Destripador y vayamos por partes.

    Para empezar, el padre es un capullo integral. ¿Me queréis decir quién coño deja su trabajo para irse así, a la aventura, cuando tu mujer ha muerto y tienes que mantener a tus dos hijos? Y, ya puestos, ¿qué el tío vaya y se compre un zoo? ¿Está de coña o qué? Para continuar, resulta que uno de sus hijos es el típico gamberro al que expulsan del instituto y el padre, en vez de quitarle la tontería de un soplamocos, le suelta un discurso sobre lo mucho que le decepciona. ¡Por favor! Y, ya puestos, que con los cuatro duros que tienen (y los que les caen del cielo –literal-) decidan jugársela a montar un zoo, ya es la leche en bote. Eso por no mencionar que, casualmente, así como quien no quiere la cosa, va y te topas con Scarlett Johansson haciendo de pobre chica abandonada por un ex que se pone a trabajar a tu lado y te pone ojitos. Claro, claro, eso es algo que pasa todos los días. Ah, pero eso sí, el hijo podrá ser un malcriado de cojones y la familia estar casi arruinada, pero que se ponga enfermo un tigre es el drama más chungo del mundo mundial.

    En fin, que me vi “Un lugar para soñar” porque era la única película que pensé que le podía gustar más o menos a mi chica (y, la verdad sea dicha, porque pensaba que iba a ser un poco más… emocionante o carismática). Pero mira tú por dónde que va en la línea total de las pelis de después de comer que te ponen en cualquier cadena de televisión que no esté con documentales de animales o el tour de Francia. Así que, si la elegís este finde para sacarla del videoclub, que sepáis de qué palo va el asunto y de que, cuando llegue el final (o sea, los últimos dos minutos), sentirás bastante vergüenza ajena de cómo deciden acabar la peli. Para los que os guste este tipo de pelis, con “Un lugar para soñar” os ponen en casa.

    jueves, 24 de mayo de 2012

    CINE ACTUAL "LOS MERCENARIOS"

    TÍTULO: LOS MERCENARIOS

    DIRECTOR: SYLVESTER STALLONE

    REPARTO: SYLVESTER STALLONE, JASON STATHAM, JET LI ERIC ROBERTS, DOLPH LUNDGREN, MICKEY ROURKE, TERRY CREWS, RANDY COUTURE, STEVE AUSTIN, GISELE ITIÉ

    DURACIÓN: 102 min.

    AÑO: 2010

    GÉNERO: ACCIÓN

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Durante buena parte de los años ochenta, aparte de la consagración de muchos intérpretes (a veces, hay alguno de ellos al que cuesta llamar "actor") dedicados al cine de acción más testosterónico y visceral. Asimismo, a la par que artistas como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Chuck Norris, Bruce Willis o Mel Gibson (éstos dos últimos se abrieron paso en el cine de acción unos pocos años más tarde), se realizaban una serie de producciones de serie B -la productora Cannon fue una de las más importantes- en las que nuevas "estrellas" como Jean-Claude Van Damme, Steven Seagal o Dolph Lundgren daban vida al héroe diestro en artes marciales que se acaba imponiendo a los villanos de turno. A todas estas clases de films se las conocía como actioneer (un nuevo término para el diccionario cinematográfico de la semana), y eran conocidas por sus bajísimos presupuestos, lo precario de su puesta en escena, lo plano de las interpretaciones y, sobretodo, de la violencia y destreza marcial de la que hacían uso sus participantes. tras más de veinte años desde que esas producciones encumbraran a los actores antes mencionados, Sylvester Stallone aparta de su carrera a los Rocky y Rambo -al menos, de momento- para escribir, dirigir y protagonizar un largometraje que, bebiendo de las fuentes de aquellas películas ochenteras, recupera el estilo y puesta en escena violento, coreografiando espectaculares secuencias de acción "a la vieja usanza".

    Barney Ross (Stallone), Lee Christmas (Statham), Yin Yang (Li) y Gunnar Jensen (Lundren), entre otros, forman un grupo de antiguos soldados que actúan como mercenarios por libre. Herramienta (Rourke) es el encargado de facilitarles las "misiones" que se les presentan, por supuesto, a cambio de una fuerte suma de dinero. La última en que estos mercenarios aceptan participar consiste en desplazarse hasta un país sudamericano para ayudar a un grupo rebelde que está tratando de derrocar al dictador que reprime a su pueblo. El grupo encabezado por Barney se desplazará a la isla, donde descubrirán que también se encuentra instalado un antiguo agente de la DEA -la agencia estadounidense de la lucha contra el narcotráfico- llamado James Munroe (Roberts). Será entonces cuando descubran que la misión no es tan sencilla como parecía a simple vista.

    Hay dos formas posibles, a grandes rasgos, de ver una película como "Los mercenarios". La primera es dar por hecho que se trata de un mero pasatiempo en el que lo único que importa (créanme, lo único) es la acción y la espectacularidad de las imágenes, por lo que el espectador es invitado a no pensar durante casi dos horas y dejarse llevar por las toneladas de adrenalina derramadas. La segunda forma consiste en tomarla como un simpático intento de reverdecer los laureles por parte de quienes, durante décadas, han sido considerados las estrellas indiscutibles del cine de acción y que, en esta película, se preocupan por dejar claro que aún tienen mucho que decir. Cualquiera que no sea una de estas dos formas, conduce irremediablemente a apagar el televisor y dejar de perder el tiempo.

    No se engañen, "Los mercenarios" es un tipo de producto muy consciente de a qué tipo de público se está dirigiendo. Al igual que quienes no soportan las aventuras galácticas del mundo creado por George Lucas no acuden al cine para ver cada una de las nuevas entregas, los que aborrezcan por completo las películas de acción protagonizadas por Stallone y compañía huirán de "Los mercenarios" como alma que lleva al diablo. Y es que "Los mercenarios" no es sino una ruidosa excusa para reunir de nuevo a estas "viejas glorias" para justificar el sinfín de disparos, explosiones y cuerpos mutilados que desfilan por la pantalla.

    No obstante, y en honor a la verdad, aunque "Los mercenarios" sea rematadamente mala como largometraje, hay que reconocer que consigue entretener lo suficiente como para que no se haga aburrida. Cierto es que cuenta con alguna que otra escena de acción bien realizada (la persecución entre Barney y Gunnar, o los múltiples combates que tienen lugar en el asalto final a la fortaleza del dictador), pero ello no consigue hacer olvidar al espectador de que el guión es una parte fundamental de cualquier película que se precie.

    Por consiguiente, "Los mercenarios" es un film dirigido en exclusiva a los amantes del cine mamporrero, hueco y con sabor añejo. Para el resto, más les vale no perder el tiempo.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Ahí, ahí, sí señor! Una película de acción como las que ya parece que no se hacen, llena de "abuelos" y viejas glorias que saben demostrar a la perfección que aún son capaces de meter leches como panes sin despeinarse. ¡Buah, qué gozada! No creo que sea necesario decirlo pero, por si acaso, que nadie se engañe: "Los mercenarios" es, ni más ni menos, lo que aparenta, o sea, un festival de explosiones, tiros, mamporros a diestro y siniestro, y frases totalmente olvidables (de las interpretaciones no creo que ni haga falta decir una sola palabra). Pero si te gustan las pelis de acción de las que hacían hace veinte años (cualquiera de las de Stallone, Chuacheneguer y compañía, para aclararnos), con "Los mercenarios" te lo pasarás pipa.

    Conste que no estoy diciendo en ningún momento que la película sea buena. Por supuesto que, como peli, no lo es ni estando borracho. ¡Pero a quién demonios le importa! ¿Acaso alguien esperaba, con un reparto así, que los musculitos estos se pusieran a recitar a Shakespeare? Evidentemente que no. En lugar de eso, van a lo que saben hacer, que es reventarlo todo, cargarse a cuantos más malos mejor, y no dejar una sola piedra intacta del sitio donde está en renegado de turno. Así de fácil. Pero es un entretenimiento cojonudo de arriba a abajo (repito: siempre que te guste este tipo de pelis de acción).

    En "Los mercenarios" no se andan con tonterías. El guión -por llamarlo de alguna forma- no puede ser más cutre porque no tiene tiempo, y facha que te rilas. Aunque se las apaña para que quede claro lo básico: quiénes son los buenos, quiénes son los malos, cuál es la misión, y cuál la forma más ruidosa, espectacular y bestia de cumplirla. Ni más ni menos. Y, si de paso, alguno de los tíos cuadrados pilla cacho con la maciza de la función, pues eso que se lleva. Por eso, debo reconocerle el mérito a Stallone, que se deja ya de paridas como "Rambo: misión en el jeriátrico" o "Rocky XXVIII" para centrarse en hacer una peli divertidísima y chula como hacía tiempo que no veía una de acción.

    ¿Que quieres escenas de acción imposible? Ahí tienes a Jet Li haciendo esas llaves de kung fu (o lo que sea) como quien hace churros, o a Jason Statham repartiendo estopa de la fina. ¿Persecuciones? Una entre Rocky e Ivan Drago, digoooo... entre Stallone y Dolph Lundrgren. Y ya, si quieres momentos de los espectaculares hasta la médula, la huida en hidroavión de Stallone y Statham, y posterior ataque al muelle donde están los malos, donde no escapa ni uno solo. Porque sabed también otra cosa: "Los mercenarios" es violenta a lo bestia, y no es coña, que no ha escatimado en brazos rotos, gargantas cortadas, tiros en mitad del cocotero y apuñalamientos que le parten a uno el pecho. Aunque bueno, es a lo que juegan, así que...

    En fin, que poco más puedo decir de "Los mercenarios" que sirva para convenceros de que la veáis. El castaña de arriba se ha empeñado en ponerle, como mucho, dos estrellas, aunque yo le hubiera metido una más. Yo me lo pasé teta viéndola, como un crío al que dejan en un sitio lleno de chuches para que coja las que más le gustan. Al fin y al cabo, he crecido con las pelis de estos tíos como referente de películas de acción. Así que no digo que sean obras de arte (aparte de las dos primera de Terminator"), pero sí que han conseguido siempre distraerme y emocionarme a saco paco. Si a vosotros os pasa algo por el estilo, pues nada, a disfrutar. Ah y, por supuesto, no os perdáis la conversación en una iglesia (¡!) entre Stallone, Bruce Willis y Cuacheneguer. ¡No tiene desperdicio!

    miércoles, 23 de mayo de 2012

    CINE DE LOS 90: "UNA PROPOSICIÓN INDECENTE"

    TÍTULO: UNA PROPOSICIÓN INDECENTE

    DIRECTOR: ADRIAN LYNE

    REPARTO: ROBERT REDFORD, DEMI MOORE, WOODY HARRELSON, OLIVER PLATT, SEYMOUR CASSEL

    DURACIÓN: 112 min.

    AÑO: 1993

    GÉNERO: DRAMA

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Adrian Lyne es un director que, a lo largo de su no muy extensa carrera, parece haberse querido colgar la etiqueta de "controvertido" a raíz de algunos de sus films, ya sea por la carga sexual (implícita o explícita) de sus puestas en escena, o por las temáticas que trata. Esto se ha visto reflejado en largometrajes de lo más acertados ("Atracción fatal - Fatal attraction, 1987"), en otros cuyo éxito ha sido más consecuencia de la moda del momento ("Flashdance - Flashdance, 1983", "Nueve semanas y media - 9 1/2 weeks, 1986"), y en otros simplemente malos ("Lolita - Lolita, 1997"). Sin embargo, con "Una proposición indecente" Lyne no sólo realiza una de sus mejores películas, sino también una de las más complejas y densas, cuyo espinoso tema dio -y sigue dando- lugar a más de un debate.

    David (Harrelson) es arquitecto, y está casado con Diana (Moore), que es agente inmobiliaria. Cuando Diana encuentra un buen terreno convence a David para que construya allí una casa para los dos. Sin embargo, una serie de imprevistos hace que los dos se vean sen serios apuros económicos. Un viaje a Las Vegas, aunque a priori, parezca una decisión suicida, es la que el joven matrimonio toma. Allí, su suerte no hace más que empeorar. Pero la vida de ambos cambiará cuando conozcan a John Gage (Redford), un apuesto millonario que, con el fin de probar que el dinero lo puede comprar todo, les hace una peculiar propuesta a Diana y David: les ofrece un millón de dólares, con el que podrán solucionar sus problemas económicos, a cambio de pasar una sola noche con Diana.

    "Una proposición indecente" es una buena película. De hecho, es una muy buena película. Señalamos esto de entrada porque, a pesar de que en el momento de su estreno fuera atacada sin piedad por parte de la crítica especializada, el film de Lyne sabe tratar con gran acierto un tema tan espinoso como la dignidad de las personas. Afortunadamente, el hecho de que obtuviera tres premios anti-oscar en su año (por encima de sandeces mucho mayores como "El cuerpo del delito - Body of evidence, 1993") no se vio reflejado en la taquilla, donde alcanzó un más que notable éxito -en especial si se tiene en cuenta su historia y características-.

    Así pues, "Una proposición indecente" plantea un tema interesantísimo. La decisión férrea y segura que parecería que cualquiera de los espectadores pudiera tener clara desde un principio -al igual que la pareja protagonista-, pronto comienza a tambalearse (atención a la sensacional secuencia en la que el millonario al que da vida Redford hace la proposición, así como la conversación que mantienen instantes antes acerca del poder del dinero: rotunda, directa y sin artificios, magníficamente ejecutada). Es a partir del momento en que se toma la importante decisión que "Una proposición indecente" se vuelve una película incómoda. Por fortuna, no es una incomodidad surgida como consecuencia de la calidad del film, sino debido a que el espectador se identifica de tal forma con los protagonistas, que lamenta la suerte que corre la pareja.

    Ahora bien, es, precisamente, en su tercio final en el que "Una proposición indecente" parece pinchar. Su principio es de lo más correcto, y su cuerpo central excelente. Pero, hay un instante (coincide más o menos con el momento en que tras la aparente ruptura entre Diana y David, éste trata de recuperarla como sea) en el que el largometraje falla. La solidez de la historia que había conseguido mantener se pierde ligeramente en lo que podría denominarse un "drama de parejas" cercano al culebrón en el que el protagonista entra en una espiral de autodestrucción como consecuencia de una decisión que él mismo ha tomado. Asimismo, el clímax de la película, a pesar de dar un cierto respiro a los protagonistas (y al espectador) no puede evitar carecer de un edulcoramiento que peca en exceso de condescendiente.

    No obstante, a pesar de esa pequeña turbulencia en su tercio final, "Una proposición indecente" es un film de lo más destacable, una película que sacude la conciencia del público, haciendo que se ponga en el mismo lugar de los personajes para pensar en cuál sería su respuesta de hallarse en su piel. A ello, hay que añadir unas correctas interpretaciones por parte de su trío protagonista, donde brilla con luz propia un Robert Redford simplemente espléndido (insuperable en la secuencia previa a la consumación) quien, con su interpretación de millonario caprichoso, le pone la guinda y equilibrio justo a la historia. Asimismo, desde un punto de vista técnico, "Una proposición indecente" destaca por la bellísima partitura del desaparecido John Barry (atención al instante en que, tras hallarse solo, David mira las fotos de Diana, o cuando ésta acude al muelle en el que ambos decidieron casarse), y la fotografía de Howard Atherton (ver el momento en que John y Diana bailan, tras encontrarse por segunda vez).

    En resumidas cuentas, "Una proposición indecente" es un film de lo más recomendable, y casi de obligada visión para disfrutar de una incomodidad tan terapéutica como necesaria. Diga lo que diga la crítica.

  • MR. HYDE DICE:
  • Joer, qué peli más chunga. Y conste que lo digo como un cumplido, que a mí también me encantó "Una proposición indecente". Pero eso no quita para que, después de verla, estés dándole al coco, pensando en qué habrías hecho tú de estar en su pellejo. Por supuesto, como supongo que pensaréis la mayoría de vosotros, yo me negaría -a mi chica sólo la toco yo, faltaría plus-. Pero también es cierto que no estoy, a Dios gracias, con el agua al cuello como los dos de la peli, que es como siempre parece más fácil opinar. En cualquier caso, aunque sabes que es una película, "Una proposición indecente" te deja tocadito porque, cuando acaba, no te puedes quitar de la cabeza que lo que están proponiendo es algo que los revienta como pareja por todos los lados. Viene a ser algo así como hacer un pacto con el diablo, que sabes que la broma no te va a salir barata.

    Aparte de que Demi Moore sale guapísima en esta película que en cualquiera otra que haya hecho antes, un aliciente para ver "Una proposición indecente" es ver qué solución le dan otras personas a un tema tan espinoso. Por supuesto, que a la solución del problema hay muchas opciones, y podrían pasar otras tantas cosas después de, incluso, decidir aceptar, que no tienen por qué ser a la fuerza las que te cuenta la peli. Pero creo que es ahí donde está la gracia del tema, que deciden mojarse y enseñarte qué puede pasar si juegas con fuego. Hay un momento, cuando la pareja se lo está pensando en la cama, que ella le dice algo así como "Al fin y al cabo, sólo sría mi cuerpo; ni mi amor ni mi corazón. Sólo sexo." Vale pues, no, nunca es así de fácil, tal y como te cuentan después. Y, aunque te puedan entrar ganas de darles un par de leches a los dos (más a él que a ella por tolerar que pase lo que pasa), agradeces asistir a ese espectáculo.

    Por otra parte, Jekyll tiene razón cuando dice que, después de empezar metiendo el acelerador a base de bien, parece que al final la cosa se va desinflando como un globo pinchado. Le doy la razón en algún que otro trozo, como ese en el que el marido se coge una moña de campeonato y va al restaurante donde están cenando el millonario y su mujer para liarla parda. Pero, en cambio, a mí sí que me gusta el final (lo que hace Redford casi al final, dentro del coche, es algo que sólo puede resultar creíble y bien si eres Robert Redford, o sea, un caballero de la cabeza a los pies -aunque algo cabroncete y putero, visto lo visto-), y el modo que tienen de acabar la historia, como una especie de vuelta al principio de una relación, como diciendo "va, que ya la hemos cagado bastante, a ver si ponemos un poco de orden".

    En fin, que no os podéis perder "Una proposición indecente". Ya os digo yo que es de las que, después de verla, os hará seguir dándole vueltas al cocotero y, por qué no, comentar con vuestros colegas. Cojonuda. Ah, y no os perdáis la canción No ordinary love que, en un momento de la peli, canta Sade, porque es una pasada.

    martes, 22 de mayo de 2012

    CINE DE LOS 80: "VIERNES 13"

    TÍTULO: VIERNES 13

    DIRECTOR: SEAN CUNNINGHAM

    REPARTO: BETSY PALMER, ADRIENNE KING, KEVIN BACON, JEANNINE TAYLOR, ROBBIN MORGAN

    DURACIÓN: 91 min.

    AÑO: 1980

    GÉNERO: TERROR

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Ya hemos hablado en ocasiones anteriores de varios sub-géneros dentro de los propios cinematográficos. Así pues, términos como “cine de catástrofes”, los “guilty pleasures” o las “pop-corn movies” sirven para identificar a un tipo bastante concreto de producciones. A este particular grupo de calificativos, cabe añadir el de “slash movies”. La traducción más aproximada al término, vendría a ser algo así como “películas de destripe” o “películas de descuartizamiento” y, como su propio nombre sugiere, se utiliza para referirse a aquellos largometrajes cuya temática suele ser la de un villano –generalmente enmascarado- que, a causa de unos motivos que se desvelan en el transcurso del film, va liquidando de forma generalmente sádica a los distintos protagonistas (salvo al héroe / heroína de la función, que siempre se salvan en el último minuto, aunque siempre hay excepciones). La primera slasher movie –no confundir con el cine gore, con el que no tiene nada que ver- reconocida como tal es “El fotógrafo del pánico – Peeping Tom, 1960” aunque, en esta ocasión, se parte de una puesta en escena y violencia mucho más dosificada (lo que no quita que, para la época, se tratara de una producción de lo más violenta e impactante). Ahora bien, ha sido a lo largo de las últimas dos décadas del pasado siglo cuando las slasher movies alcanzaron uno de sus momentos de mayor relevancia, gracias a la gran contribución que hicieron a este peculiar género directores como Tobe Hooper (“La matanza de Texas – The Texas chainsaw massacre, 1974”), John Carpenter (“La noche de Halloween – Halloween, 1978”), o Wes Craven (“Pesadilla en Elm Street – A nightmare on Elm Street, 1984”), y que fueron responsables de la primera aparición de personajes ya míticos como Cara de Cuero, Michael Mayers, o Freddy Krugger, respectivamente. En el film que hoy nos ocupa, Sean Cunningham fue el director encargado de dar vida a otro de los iconos por excelencia del cine de terror, Jason Vorhees, en una de las más conocidas (y longevas) series de largometrajes de terror: “Viernes 13”.

    Aprovechando la llegada del verano, un grupo de amigos decide pasar un fin de semana en una cabaña que se encuentra a orillas de Crystall Lake. Allí aún se encuentran distintas dependencias de lo que, en su día, fue un campamento estival infantil. Sin embargo, el recinto se clausuró tras ocurrir un desgraciado accidente en el que se ahogó un niño llamado Jason. No obstante, a pesar de que el lugar parece completamente abandonado, conforme avance la noche, los muchachos comenzarán a sufrir el acoso de un ser que cubre su rostro con una vieja máscara de jockey, y que irá liquidándolos de formas realmente sádicas.

    Visto hoy el argumento de “Viernes 13”, lo cierto es que no sorprende lo más mínimo. Es más, posiblemente, cualquier espectador al que se le proponga ver un largometraje de estas características, con toda probabilidad, acabe declinando la oferta (al no ser que sea un incondicional de este tipo de propuestas). La razón, aparte de la violencia explícita de sus escenas, podría ser muy bien que se trata de una historia que ya ha sido contada cientos de veces antes. Sin embargo, “Viernes 13” hay que considerarla en el contexto de la época en la que se realizó. A principios de los años ochenta, lo que ahora podría parecer una película más de asesino enmascarado no se encontraba con la misma frecuencia en las salas comerciales, por lo que no existía ese “antes” que ya hubiera relatado esa historia. Asimismo, “Viernes 13” jugaba con la idea de una situación que era considerada como algo de lo más normal del mundo: una excursión entre muchachos adolescentes para divertirse (y hacer un poco el bruto, todo sea dicho de paso) en un lugar apartado de la civilización. Evidentemente, al tratar un tema tan común y rodearlo de toda una leyenda urbana –algo así como casi veinte años más tarde sucedería con la bruja de Blair- el resultado provocó auténtico furor entre los espectadores, que acudieron a los cines a pasar poco más de hora y media muertos de miedo.

    No es para menos. “Viernes 13” contiene algunas de las secuencias más violentas vistos en una pantalla. Basta recordar, por ejemplo, cómo el asesino enmascarado no duda un segundo a la hora de partir por la mitad a uno de los protagonistas con una hacha, o cómo liquida a un jovencísimo Kevin Bacon mientras éste se encuentra tumbado en su cama. Gracias a secuencias como éstas, resulta fácil de imaginar el impacto que tuvo que provocar en toda una generación, que acudió en masa a los posteriores estrenos de las –lamentables- secuelas (hasta un total de... ¡diez!) que se fueron estrenando en los años siguientes.

    Vista hoy en día, “Viernes 13” ha perdido mucho del impacto y el gancho que tuvo en su día. Es natural, si se tiene en cuenta que, durante los años siguientes, la fórmula de su éxito se repitió hasta la saciedad, de forma que lo que en un principio llamó la atención, no sólo acabó por aburrir al espectador, sino que se convirtió en una parodia de sí mismo. Ni siquiera revisiones más modernas y experimentales de procurar crear una nueva franquicia en la actualidad terminaron de cuajar entre el público actual (nos referimos a “Freddy contra Jason – Freddy vs. Jason, 2003”, o el pésimo remake producido por Michael Bay). Sin embargo, este primer “Viernes 13” sirvió para crear a uno de los iconos por excelencia del cine de terror que, pese a sus ridículas continuaciones, en el momento de su nacimiento supo convertirse en personaje de culto casi al instante. Aún así, “Viernes 13” sigue conservándose como un ejemplo de cine ochenteno que, considerando el momento en que se estrenó y lo que ofrecía, cumplió con lo que prometía. Ni más ni menos.

  • MR. HYDE DICE:
  • Pues hombre, qué queréis que os diga. Entiendo que cuando salió, “Viernes 13” dejara flipada a la peña. Pero ahora mismo, me parece que soy de los que ya se ha visto doscientas películas iguales y que ésta no le llama la atención mucho más que cualquiera de las otras. Aunque supongo que con las de “Saw” me ha pasado lo mismo que a la gente hace veinte años, que ves la primera y alucinas, pero luego te hacen tantas que son una mierda, que acabas por perderle el gusto a algo que te impresionó tanto cuando lo viste por primera vez. “Viernes 13”, desde luego, sí que os digo que es mucho mejor que la versión moderna que hicieron hace un par de años (que es una de las peores películas que he visto en mi vida, y mirad que me he tragado porquerías como un pino), y comprendo que aún pueda guardar algo de ese “encanto” que tuvo hace treinta y pico años. Pero es que la pestuza a naftalina se huele al kilómetro.

    “Viernes 13” es una película que ha envejecido como el culo. Ahora mismo, necesitas que se escuche un “¡Chán!” justo antes de que el maníaco de turno te pegue un buen susto, acompañado por el efecto de música correspondiente, para que te dé un mínimo de canguelo. Pero en el original de “Viernes 13”, el malo casi parece que se está paseando mientras persigue a los capullines en edad del pavo. Ahora bien, eso sí, lo que me gustó, y mucho de “Viernes 13” es todo lo que tiene que ver con la señora Vorhees, y que no descubres hasta el final. Es más o menos como lo que le pasaba a Jamie Lee Curtis en la segunda parte de “La noche de Halloween”, cuando le dicen que Michael Mayers es su hermano. Además, “Viernes 13” es de las pocas que sí consigue darte una buena sorpresa con el final, y no como suele pasar en las otras, en las que dan ganas de pegarles un tiro a los guionistas.

    Como secuencias así más destacables, no sabría muy bien cuál señalaros. Supongo que acojona la primera vez que ves que Jason se pone la máscara de jockey, y cuando se carga a Kevin Bacon, que aparte de un buen susto, pegas un salto de mil demonios. O, también, la angustia que empiezas a sentir cuando llega el sheriff y Jason se lo carga como si nada, fastidiándoles a los pobres chavalines una de las pocas posibilidades que tenían de salir cagando leches de allí. Pero vamos, aparte de eso, ya os podéis imaginar de qué va la cosa: sustos imprevistos, diálogos un tanto ridículos, cosas que hacen los personajes que dan ganas de pegarles (a ver, guapitos, el sitio al que vais es una mugre y acojona ya solo de verlo a plena luz del día, ¿qué os dice que hagáis el poco sentido común que tenéis?), y un final que te deja con la sensación de que habrá segunda parte. Por lo demás, si queréis ver un clásico del cine de terror ochenteno, pues adelante con “Viernes 13”. Para los que no os gusten este tipo de películas, tampoco os habéis perdido ninguna maravilla.

    lunes, 21 de mayo de 2012

    CINE CLÁSICO: "AL ROJO VIVO"

    TÍTULO: AL ROJO VIVO
    DIRECTOR: RAOUL WALSH
    REPARTO: JAMES CAGNEY, VIRGINIA MAYO, EDMOND O'BRIEN, MARGARET WYCHERLY
    DURACIÓN: 111 min.
    AÑO: 1949
    GÉNERO: POLICIACO

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • En la historia del cine, ha habido –y sigue habiendo- actores y actrices a los que resulta imposible no verlos interpretando un determinado tipo de papel. Para muchos, Humprfey Bogart siempre será el duro detective al que nada ni nadie es capaz de atar; Clint Eastwood siempre será el vaquero más forajido de todo el Oeste; Sir Laurence Olivier el ejemplo del gentleman inglés por excelencia; Marylin Monroe el ideal inalcanzable de mujer sexy; y otras figuras más modernas como Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger, los héroes de acción indiscutibles. En el caso que hoy nos ocupa, James Cagney siempre fue el gángster más malvado y despiadado de toda la historia del cine. Al comienzo de su carrera, parecía no haber papel que interpretara el actor neoyorquino que no estuviera marcado por la violencia de las bandas armadas o con la delincuencia, participando así en míticos largometrajes como “El enemigo público – The public enemy, 1931”, “Ángeles con caras sucias – Angels with dirty faces, 1938”, o la que hoy nos ocupa, “Al rojo vivo”.
    Cody Jarrett (Cagney) es el jefe de una banda de delincuentes. Juntos, de forma muy precisa, ejecutan un importante golpe a un tren que transporta una fuerte suma de dinero. Tras repartirse el botín, se reparten lo conseguido y se dispersan, a la espera del siguiente golpe. Sin embargo, tras interceptarle durante su huida, Cody decide entregarse voluntariamente para cumplir una condena menor. Su plan es poder volver a estar libre en pocos meses para seguir delinquiendo, tiempo durante el cuál será su posesiva e inquisitiva madre (Wycherly) quien se ocupará del “negocio” familiar, manteniendo a raya a la oportunista esposa de Cody, Verna (Mayo). Será entonces cuando, estando en la cárcel, Hank Fallon (O’Brien), un policía especializado en infiltrarse en bandas de delincuentes, hará lo posible para entrar a formar parte del círculo de confianza de Cody.
    “Al rojo vivo” es una curiosa muestra del cine negro menos elegante. Conste que decimos lo de “menos elegante” porque, a diferencia de otros largometrajes clásicos protagonizados por Bogart o Glenn Ford, aquí el protagonista no es un villano de métodos limpios y concisos, sino que el Cody de Cagney es la muestra más evidente del psicópata compulsivo. El personaje al que el actor da vida es un sociópata tremendamente influenciado por la figura de su madre, de la que es fiel devoto y seguidor, haciendo cuanto está en su mano tanto para darle gusto como para hacer lo que ella ordena sin pensar en ninguna consecuencia, ni importarle los efectos que tales actos puedan tener. De hecho, la secuencia con la que finaliza el largometraje, incluyendo la famosa frase “¿Lo ves, mamá? ¡La cima del mundo!” es ya de las más famosas de la historia del cine, y la más clara muestra tanto de la locura del personaje como de su temperamento destructivo.
    Por su parte, el director Raoul Walsh realiza una puesta en escena excelente, al no primar la espectacularidad de las secuencias de mayor acción (el asalto al tren, la evasión de la cárcel, o el fallido atraco final) en detrimento de la misma historia y del guión que recitan sus intérpretes con una convicción asombrosa. Así lo procura con esos primeros planos de Cagney en la cárcel, o mientras estudia las diferentes posibilidades de salir airoso de las situaciones más complicadas (en un auto-cine cuando decide entregarse, o en su refugio antes de dar a conocer la ejecución del último atraco). Por su parte, el resto de elementos técnicos consiguen reforzar esa sensación de peligrosidad y carencia de miedo a la muerte del villano protagonista, tal y como lo demuestra el trepidante clímax del film (atención a la música de Max Steiner mientras Cody huye con el último de sus compinches) que, por derecho propio, ya es una secuencia inmortal de la historia del cine.

  • MR. HYDE DICE:

  • Pues en mi opinión, si sumas y “Atraco perfecto – The killing, 1956” y “El precio del poder – Scarface, 1983”, con unas gotitas de “Infiltrados – The departed, 2006”, el resultado es “Al rojo vivo”. Bueno, eso teniendo en cuenta que estas dos pelis son bastante posteriores a la otra, pero vamos, que os sirve para haceros una idea. “Al rojo vivo” tiene cosas muy chulas y otras un pelín más mejorables aunque, en líneas generales, la película me ha gustado. Reconozco que tiene más años que el jabón, pero a mí aún me sigue pareciendo más falso que un billete de tres euros que los protagonistas de las películas apunten con sus pistolas y disparen de esa forma, así con brazo pegado al cuerpo, y casi sin inmutarse, rollo Bogart. Pero bueno, es el estilo de aquellas películas, así que tampoco hay que darle muchas vueltas al asunto. Lo que sí que no podía dejar de preguntarme al acabar de ver “Al rojo vivo”, es lo guapa que podría estar la peli si hicieran una versión moderna hoy en día. Con la forma de hacer películas que hay ahora mismo, fijo que la nueva versión que hicieran lo petaba. Pero bueno, estamos hablando de un clásico, así que haremos como con las novias de los amigos: se mira pero no se toca.
    Estoy seguro de que, hace un porrón de tiempo, cuando se estrenó “Al rojo vivo”, tuvo que dejar flipada a la gente por la violencia que tiene. Lo bueno que le veo yo a esa violencia, es que es tanto física (bastante disimulada, hasta para ser una película clásica –no se ve ni gota de sangre, y no se recrean para nada en cada muerto-) como, sobretodo, psicológica. Y si no, no tenéis más que echarle un vistazo a qué es lo que le hace actuar así al malo: su madre. Es como si la influencia de la señora ésta, cual Norman Bates cualquiera, volviera tarumba al delincuente éste, para seguir haciendo todo lo que hace, y ser así de bestia y despiadado. Eso está contado en la película de maravilla, hasta el punto que es casi más interesante la influencia de la vieja que no los atracos que quiere planear el hijo. Por ejemplo, no os perdáis el momento en que el gángster tiene uno de sus ataques salvajes de migraña y la madre no sólo lo ayuda a tranquilizarse, sino que se preocupa porque el resto de su banda no lo vea así de débil. O como cuando se van del sitio donde se han escondido después del atraco al tren y la madre le recomienda al hijo que se cargue al lisiado de la banda al que han abandonado en la caseta para que no hable. Os aseguro que la cara de degenerado que pone él no tiene precio, que casi parece que disfruta cuando la madre le dice que sea así de bestia.
    Por suerte, “Al rojo vivo” hace que la historia te enganche hasta el final, gracias a su variedad. Empieza con un asalto de lo más currado a un tren, sigue con la huida de la banda y con toda la parte de la cárcel, con la fuga, la venganza y la preparación del último atraco. Y todo en menos de dos horas. Aquí es donde yo le veo otra cosa buena a “Al rojo vivo”, que la historia del policía infiltrado entre tanto malo, y la preparación del golpe en el que no va a tener más remedio que participar (con el riesgo dentro y fuera de la cárcel de que alguno lo descubra), hace que aumente la intriga de la peli. Además, me gusta la forma en que se las ingenian para salvar esos momentos (cuando el poli infiltrado se tiene que vacunar en la cárcel o cuando, antes de dar el golpe, se mete en el camión cisterna antes de que uno de los malos le pueda ver la cara.
    Por lo demás, “Al rojo vivo” es una película policíaca como cualquier otra. Lo único, aparte de lo interesante de la historia, que yo destacaría de ella es la actuación tan cojonuda del malo. Se nota que el tío disfruta haciendo de cabrón desalmado, y que las escenas más violentas en las que debe pegar a alguien o cargárselo, casi parece que esté a punto de levitar. Puede que, a causa de querer contar tantas cosas –lo que os decía antes de que varía mucho de temática-, se acabe perdiendo un poco en una especie de confusión, al no saber si tomarse como una película de atracos, drama carcelario, o psicológico (con todas las movidas de la madre). Pero, aparte de eso, reconozco que es evidente que a “Al rojo vivo” la tomen uno de los iconos del cine clásico de atracos. Sólo por ver la cara de tarado total que pone el malo, y lo mala malísima que es la madre, ya merece la pena. Ah, y por supuesto, por ese final tan a lo bestia –un tanto exagerado, todo haya que decirlo- que tiene. Que yo sepa, ninguna película (aparte de un poco de “El precio del poder” que os decía antes), ha terminado así. Casi na.