sábado, 25 de junio de 2011

CINE A DESCUBRIR: "ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA"


TÍTULO: ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA

DIRECTOR: SERGIO LEONE

REPARTO: ROBERT DE NIRO, JAMES WOODS, WILLIAM FORSYTHE, ELIZABETH MCGOVERN, TREAT WILLIAMS, BURT YOUNG

DURACIÓN: 224 min.

AÑO: 1985

GÉNERO: POLICIACO

  • EL DR. JECKYLL DICE:

Considerada en la actualidad cono la obra maestra y cumbre de Sergio Leone, por encima de otras producciones del cineasta italiano como "Hasta que llegó su hora - Once upon a time in the West, 1968" o los spaghetti western que lo hicieron famoso tanto a él como a Clint Eastwood, "Érase una vez en América" no sólo es una de las mejores películas de la historia del cine de gángsters (y del cine, en general), sino una auténtica lección de cómo hacer cine a todos los niveles: interpretación, dirección, montaje, guión, música, etc.


Escrita con la colaboración de un buen número de guionistas, este largometraje supuso un broche de oro de indiscutible calidad para la carrera de un realizador que con un número más bien escaso de largometrajes en su haber, supo demostrar que merecía ser considerado como uno de los más grandes. Lo que sí no deja de ser curioso es el hecho de que Leone apostara para su última película por un relato alejado por completo de los western que habían significado la práctica totalidad de su magnífica carrera, y se decantara por una historia de gángsters en la línea de "El padrino", pero con una brillantez y calidez que acabarían por encumbrarla como una de las mejores películas del género.


La historia comienza a principios de siglo XX, en los barrios italianos de Manhattan, cuando un muchacho llamado Noodles y sus amigos conocen a otro recién llegado llamado Max, con quien forman un grupo de jóvenes delincuentes capaces de hacer lo que sea con tal de alcanzar la fortuna de forma rápida. Tras un incidente en el que muere uno de ellos a manos de un matón local al que Noodles acaba matando como venganza, éste acaba encarcelado temporalmente. A su salida, ya adulto, Noodles (De Niro) se reencuentra con Max (Woods) y el resto de su pandilla con los que comienza una nueva y fructífera etapa de carrera delictiva (atracos, contrabando, sobornos...) en mitad de la ley seca.


"Érase una vez en América" es mucho más que un relato de delincuentes. Es una crónica tremendamente detallada de lo que significaba salir adelante de forma rápida (entendiéndose por "rápida" como "de forma ilegal") cuando se es un niño, y cómo el carácter que se va formando en la juventud acaba por desarrollarse en esas mismas personas cuando se convierten en adultos. Más allá de la historia de violentos atracos y tiroteos, en "Érase una vez en América" queda pantente como pocas veces se ha visto en una película, la lealtad con la que se acata la "ley de la calle" y el amor incondicional a "la familia", por la que los personajes son capaces de hacer las salvajadas más despiadadas. Sin embargo, a la vez que se presenta de forma tan evidente esa aparente lealtad, no es menos cierto que también se deja clara constancia de la traición y codicia que acaba por invadir a varios de los personajes.


De todas formas, el último largometraje de Leone cuenta, entre sus muchas virtudes, por proponer una historia diferente a la que ya se había contado en ocasiones anteriores (tanto en el cine de Coppola como en el de Scorsese), impregnando cada fotograma de una grandiosidad descomunal, y haciendo que el espectador, después de una primera parte en la que asiste a las "aventuras" de unos jóvenes delincuentes imposible de resultar antípáticos (ver la impagable escena en la que uno de ellos, ahorra para comprarle un dulce a la chica que le gusta y, ante la tentación del apetito, se lo acaba comiendo en las escaleras de la casa de ella, o cómo Noodles se queda siempre pasmado mientras mira como la chica que le gusta -interpretada por una jovencísima Jennifer Connelly- ensaya sus bailes de ballet), acabe asistiendo al encumbramiento de la banda de gángsters, cuyo final resulta tan trágico como inesperado.


Otro elemento que también llama la atención en "Érase una vez en América", a parte de un final y epílogos un tanto inciertos (hay muchas teorías al respecto de este último factor), es la violencia con la que Leone salpica diversas escenas de su magnífico largometraje. Así pues, el realizador italiano no parece cortarse ante el derrame de sangre en atracos, tiroteos, palizas y demás actos vandálicos que, por fortuna, siempre se encuentran perfectamente integrados en la historia. En definitiva, "Érase una vez en América" es una de esas películas que deben ser revisadas cada cierto tiempo para recordar lo que es una película bien hecha, y disfrutar con una de las obras maestras del cine, con independencia del género cinematográfico al que ésta pertenezca.



  • MR. HYDE DICE:

Pedazo película, colega. Es para ver en dos tandas porque, si no, con toda probabilidad, tu trasero acabe con la forma del sofá (ojito, que son casi cuatro horas de película), pero creedme que merece la pena desde el primer minuto hasta el último. Posiblemente, sea una de las películas más perfectas que he visto en mi vida. Por otros comentarios que he hecho antes, sabéis que soy partidario de que, si una peli está bien hecha o es buena, no tiene por qué durar una eternidad. De hecho, estoy seguro de que "Ben-Hur - Ben-Hur, 1959" sería un peliculón si no la cagaran las más de tres horas que dura. Pero, en el caso de "Érase una vez en América", casi te quedas con ganas de más.


Tiene momentos no sólo impactantes, sino también preciosos (sí, he dicho preciosos, ¿qué pasa? Que yo también tengo mi corazoncito). Recuerdo con especial claridad la secuencia en que Robert de Niro -cuando todavía elegía buenas películas en las que molestarse en actuar- lleva a cenar al Elizabeth McGovern a un restaurante que ha alquilado sólo para ellos, y una orquesta empieza a tocar "Amapola". La cámara de Leone en esa escena es, simplemente, magistral (y más si tenemos en cuenta cómo acaba la velada para los dos personajes... agüita del avellano). O ese plano fijo del puente de Manhattan, mientras la panda de chavales, vestidos como auténticos gángsters, cruza una calle. O, incluso, el cruce de miradas, al final de la película, de Robert de Niro y Elizabeth McGovern, o entre el primero y el hijo de James Woods.


De la música de Morricone, pues qué vamos a decir que no se haya dicho ya, empezando por el tema de Deborah y acabando en la nostálgica melodía con el que concluye la película. Desde luego, es para descubrirse ante alguien capaz de componer semejante monstruo de banda sonora, componer al año siguiente la música de "La misión - The mission, 1986", al siguiente la de "Los intocables de Elliot Ness - The untouchables, 1987" y, unos años más tarde, la de "La ciudad de la alegría - City of joy, 1992". A ver quién es el guapo que iguala la calidad del maestro italiano.


Hacedme caso y conseguid esta película como sea, que no os dejará indiferentes. Es larga sí, pero a diferencia de otras películas que duran menos, ésta no es de la que se te hacen eternas. Los actores están brillantes (todos los personajes son unos cabronazos de cuidado, pero es imposible que no te acaben resultando simpáticos), la puesta en escena deja con la boca abierta, la fotografía, el montaje, la historia... En dos palabras: obra maestra