DIRECTOR: FRITZ LANG
REPARTO: GUSTAV FRÖHLICH, BRIGITTE HELM, ALFRED ABEL, RUDOLF KLEIN-ROGGE, FRITZ RASP, THEODOR LOOS, HEINRICH GEORGE
DURACIÓN: 93 min
AÑO: 1927
GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN
Hablar de un cineasta como Fritz Lang, al igual que hacerlo de, por ejemplo, Murnau, es hablar casi obligatoriamente del expresionismo alemán. Sin entrar en detalles, tan sólo diremos que "Metropolis" no sólo es una de las obras más famosas del realizador germano, sino también uno de los iconos por excelencia de este expresionismo alemán: construcciones colosales, arquitectura oblicua, actuaciones tremendamente exageradas, y un uso del maquillaje para remarcar hasta el exceso la personalidad de cada personaje. Así pues, en su clara intención de resultar más original y novedosa, "Metropolis" se construye a través de la plasmación no sólo de las pasiones e instintos más básicos de la raza humana, sino también a través de la utilización de símbolos bíblicos, mitológicos y, evidentemente, de la ciencia ficción más fantástica.
Freder(Fröhlich) es el primogénito de John Fredersen (Abel), uno de los empresarios más importantes y ricos de una descomunal ciudad llamada Metropolis. Allí, la sociedad está claramente diferenciada entre la clase obrera que vive bajo tierra rodeada de miseria, y la clase alta que vive en la superficie rodeada de todos los lujos. Un día, una mujer perteneciente a la clase obrera, llamada Maria (Helm), aparece rodeada de niños en mitad de una recepción de la clase alta, con el fin de mostrarles lo que sucede en la otra parte de su mundo. De inmediato, Freder queda prendado de la joven muchacha, a la que decide seguir por el subsuelo, donde se dará cuenta de la precariedad de los que allí viven y se matan a trabajar. Esta reacción imprevista será aprovechada por un científico trastornado llamado Rotwang (Klein-Rogge), quien convencerá a John Fredersen para que le permita poner en funcionamiento un sofisticado robot que aniquile para siempre el ánimo de sublevación de los obreros.
"Metropolis", aparte de ser una referencia imprescindible del expresionismo alemán, es un film que va más allá, al desarrollar una historia con una carga social descomunal (más que patente entre las formas de subsistencia del mundo obrero y del mundo rico), ya que le aporta a toda la historia un toque de ciencia ficción que la separa por completo del resto de producciones similares. En "Metropolis" se entremezclan a lo largo del metraje -el que ha podido rescatarse y remasterizarse- la crítica sin concesiones a la explotación humana con el cine de aventuras más imaginativo, siendo ambas partes bien diferenciadas, pero entremezcladas con maestría para darle cuerpo a un film fascinante. Así, el espectador tiene siempre la impresión de estar asistiendo a una especie de fábula en la que no sólo tiene cabida la crítica feroz a un tipo concreto de sociedad, sino referencias evidentes a pasajes de la Biblia (la construcción de la Torre de Babel, el adviento de un salvador...), de la mitología clásica (la transformación de una gigantesca máquina en las fauces del dios Moloch (símbolo purificante del fuego, que asiste ansioso a la muerte de un operario), y del cine totalmente revolucionario (todo lo que concierne a la revolución de la clase obrera, y al enfrentamiento entre la clase pudiente por la discordia que ha sembrado el androide bajo la apariencia de Maria).
En resumidas cuentas, "Metropolis" es una pieza fundamental no sólo de la ciencia ficción o cine clásico, sino de toda la historia del séptimo arte. En ella Fritz Lang, a pesar de las limitaciones técnicas con las que contaba (la práctica totalidad del film se ha realizado con planos fijos, salvo dos o tres secuencias -cuando Freder descubre una pieza de ropa de Maria en la casa de Rotwang, o cuando se enervan los ánimos de los obreros en el santuario en el que se reúnen-), supo explotar al máximo la espectacularidad de las imágenes (los planos generales de la ciudad, la secuencia de transformación del androide en Maria, la inundación final del barrio obrero), combinándolo con un guión repleto de acidez y crítica. Así pues, "Metropolis" es un film de obligada visión, y toda una referencia para lo que ha sido la ciencia ficción de los años posteriores.
¡Je, y yo que estaba acostumbrado a que las películas mudas del año de maricastaña fueran las de Charlot! Ahí es nada, "Metropolis". Eso sí, antes que nada, una pequeña aclaración, que me parece un poco evidente, pero por si acaso: "Metropolis" no tiene nada que ver con la ciudad en la que vive Superman, ¿vale? De hecho fue a raíz de esta película que se inspiraron para llamar así a la ciudad de Clark Kent, así que mejor que nadie se piense que "Metropolis" tiene algo que ver con súper héroes. Vale, dicho esto, vamos al turrón. "Metropolis", para tener más años que el jabón, tiene un mensaje la leche de elaborado en toda su historia, sobretodo si se tiene en cuenta que es de principios de siglo pasado y que se hizo en Alemania, donde su estética de rollo futurista no iba muy desencaminada a lo que suelen hacer hoy en día en las pelis de ciencia ficción. Además, flipa con la forma en que está hecha, tanto por los decorados monumentales como por la sensación de deshumanización total que hay. Pero no nos adelantemos y vayamos por partes.
Dejando de un lado todo eso del expresionismo alemán -que podrá ser todo lo interesante que quieras pero, a la hora de hacer que una película te guste o no, te la sopla que siga una tendencia u otra-, "Metropolis" me ha llamado la atención por varias cosas que trataré de explicar. La primera es, como os decía antes, la carga social. No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que es una defensa total de la libertad de los hombres, en contra de lo que supongo que pasaría por el mundo después de la Revolución Industrial. Aquí, el colega Lang no se corta a la hora de sacar a los obreros como peones casi igual de maquinales que los trastos que tienen que manejar (no os perdáis la forma que tienen de ir cada uno a su puesto de trabajo, caminando al mismo tiempo, o los movimientos infernales que se pasan el día haciendo para que las máquinas funcionen. De hecho, viéndolo así, me recordaba un poco a lo que pasa en el libro es de "La máquina del tiempo", cuando enseñan las diferencias entre los Eloi -que viven de lo más bien en la superficie- y los Morlock -que está todo puteados debajo de la tierra y que, de vez en cuando, hacen alguna escapada para ver lo que mola estar arriba-. Aquí, es a gracias al amor (sé que suena un poco cursi, pero es que es así como pasa) que uno de los niños bien de papá se da cuenta del infierno que tienen que pasar los que están dándole al cayo en la parte subterránea, y decide empezar una especie de revolución para hacer que todos los hombres sean iguales No tengo ni idea de si eso era una defensa del comunismo de aquellos años, o sólo una forma de poner a caldo a los empresarios de la época, pero sea como sea, os prometo que no te deja indiferente (es un poco exagerado, pero fijaos en lo que pasa cuando hay un accidente porque se desmaya uno de los obreros, y cómo el niño bien alucina con que la gigantesca máquina se convierte en la cara de una especie de diablo que se come a la peña).
En segundo lugar, tela marinera con cómo está hecha. Teniendo en cuenta las limitaciones del cine de hace casi cien años, no se cortan un pelo en espectacularidad. Para empezar, agüita del avellano con los decorados, con esos edificios que ríete tú de las moles que hacen ahora, y con esas máquinas que parecen creadas por una mente enferma (de hecho, tienes la sensación de que no sirven para nada más que para apretar botones como un loco sin lógica). Además, luego está la estética de los pavos que salen allí, empezando por la cara de pirado del científico loco de la mano de hierro -sus pintillas me recordaban bastante a Doc, de la trilogía de "Regreso al futuro"- y, sobretodo, del diseño del robot, que me parece súper moderno incluso para una peli del año del catapún. Todo eso le da un toque medio siniestro a la peli que te ayuda a diferenciar mucho lo que sería la historia más real (la de los obreros) de la de ciencia ficción (la intención de destruir la ciudad del tarado del científico, recluido en esa especie de guarida que no tiene nada que ver con las bestias de cemento en las que viven los ricachones).
En tercer lugar, hay detalles que me han llamado muchísimo la atención. Para empezar, la sensualidad de alguna escena. El momento en el que el robot, con la apariencia de la mujer esa de las catacumbas, quiere poner palote al personal, se marca un baile exótico medio en bolas que tuvo que dejar flipando en colores a la gente de hace cien años. Además, si te paras a pensar es una historia tela violenta, porque casi parece que los obreros vayan a linchar a los que no apoyan su revolución (uno se lleva una puñalada en el pecho, a otro le dan cera a base de bien cuando defiende la máquina central, y otros prefieren hacer la revolución aunque les cueste la vida a sus hijos pequeños).
En fin, que "Metropolis" es una película que huele a viejo a lo bestia, pero que te deja un poco sorprendido por la capacidad que tiene de darte que pensar, más teniendo en cuenta su antigüedad, con la forma que tiene de enseñar la diferencia entre las clases sociales, y del ansia de dominación de algún que otro iluminado (vaya, que tampoco parece que hayamos evolucionado mucho desde entonces). De todas formas, no creo que "Metropolis" fuera una película que volviera a ver, que con una vez es más que suficiente. Aunque os recomiendo que le echéis un vistazo a ver si pensáis lo mismo que os he comentado yo.