martes, 6 de septiembre de 2011

CINE DE LOS 80: "KARATE KID"


TÍTULO: KARATE KID

DIRECTOR: JOHN G. AVILDSEN

REPARTO: RALPH MACCHIO, NORIYUKA "PAT" MORITA, ELISABETH SHUE, WILLIAM ZABKA

DURACIÓN: 119 min.

AÑO: 1984

GÉNERO: AVENTURAS

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • En alguna ocasión hemos comentado que hay películas que son productos de las modas de la época, y cuyo mayor acierto consiste en estrenarse en el momento justo (cultural, económico, político, etc.), convirtiéndose así en auténticos éxitos comerciales -que su calidad se encuentre al mismo nivel, ya es otro cantar-. "Karate Kid" es uno de los ejemplos de films ochenteros más evidentes de este fenómeno. El oscarizado John G. Avildsen, quien siempre acabará debiendo su fama al hecho de ser el director de la primera y quinta parte de "Rocky" más que por el resto de sus películas (algunas de ellas, como "Salvad al tigre - Save the tiger, 1973", excelentes), se puso al frente de este proyecto, haciendo hincapié una vez más en la típica historia de un muchacho que debe hacer frente a las adversidades a través de la superación personal, lograda a través de algún tipo de lucha corporal.

    Así pues, la historia de "Karate Kid" da comienzo cuando Danny Larusso (Macchio) se muda con su recién separada madre a Los Ángeles. A su llegada, no es muy bien recibido por una banda de gamberros del instituto, quienes lo someten a una serie de palizas y vejaciones, haciendo aún más complicada su adaptación al nuevo lugar. Un buen día, conoce a un anciano oriental llamado Miyagi (Morita), quien lo toma bajo su tutela para darle a conocer las enseñanzas del karate, no sólo desde un punto de vista físico, sino también como filosofía, modo de vida y estado mental. Gracias a ello, Danny será capaz de enfrentarse a sus agresores durante la celebración de un torneo de karate en el que no sólo se jugará el respeto de sus compañeros, sino también la admiración de Ali (Shue), antigua novia de uno de sus enemigos, y de la que Danny está enamorado.

    Como puede verse, el argumento del film no destaca especialmente por su originalidad. De hecho, no es necesario molestarse en buscar similitudes con otros largometrajes similares ya que, dentro de la filmografía del propio director, es posible encontrar otras películas de temática parecida, desde las mencionadas partes de "Rocky", hasta "El poder de uno - The power of one, 1992" o "8 segundos - 8 seconds, 1994". Ahora bien, lo que provocó que "Karate Kid" se convirtiera en uno de sus mayores éxitos fueron varios factores.

    En primer lugar, el principal protagonista, Ralph Macchio, formaba parte, por aquel entonces, de un grupo de jóvenes actores en alza (conocido como Brat Pack, entre los que también se encontraba Rob Lowe, Patrick Swayze, Matt Dillon, etc.), que hacía las delicias de las adolescentes, y servía como modelo de referencia para los jóvenes. Por lo tanto, contar con un actor de tirón comercial resultaba clave para conseguir atraer la atención de las audiencias más jóvenes. Aunque, lo que son las cosas, al final, más que por el actor principal, la película acabaría haciéndose famosa por la simpática interpretación de Noriyuki Pat Morita (recompensada con una candidatura al Oscar como mejor actor de reparto) en el papel de anciano consejero, amigo y maestro del joven protagonista.

    En segundo lugar, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, el karate se puso de moda. La combinación de entrenamiento físico con elevadas dosis de filosofía y pensamiento oriental consiguió atraer poderosamente el interés de la sociedad, necesitada de nuevas influencias culturales. De este modo, casi no había gimnasio que se preciara que no impartiera clases de karate o kung fu, hecho que no pasó desapercibido para los productores de Hollywood, quienes consideraron que una historia que tuviera de fondo este arte marcial podía convertirse en un importante éxito de taquilla.

    En tercer lugar, la película contó con un correcto equipo técnico, cuyo conjunto consiguió un producto correcto, aunque no espectacular, apoyado, especialmente, en el trabajo del célebre compositor Bill Conti (serie "Rocky") que logró resultados estupendos con su banda sonora, y en la ágil dirección de un Avildsen tratando de demostrar que es capaz de crear éxitos de taquilla más allá de las historias de boxeo que lo lanzaron a la fama.

    El resto de "Karate Kid", como película, es intrascendente y olvidable, aunque ello no se traduce del todo en un mala película.

  • MR. HYDE DICE:

  • Vaya tela... "Karate Kid"... La peli no es gran cosa, pero fijo que todos los que éramos críos cuando salió la primera parte nos pusimos alguna vez delante del espejo y tratamos de hacer la patada esa a lo tijera que se marca el chaval que la protagoniza. No entiendo muy bien qué es lo que hizo que estas películas de "Karate Kid" tuvieran tanto éxito ya que, si te paras a verla con más detenimiento, son bastante patatoides. Pero mira tú por donde , que no sólo consiguieron que todo el mundo las conociera, sino que el personaje de Miyagi ha acabado siendo uno de los más famosos (el "dar cera, pulir cera" se ha repetido hasta el aburrimiento en las más variadas situaciones).


    Supongo que tuvo su atractivo esa especie de contemplación de la violencia (y por violencia se entienden los mamporros que se meten en los combates) desde un punto de vista más meditativo, con rollos de esos del zen y demás. Porque el argumento no es que sea precisamente el no va más de la originalidad: un chaval que llega nuevo a un instituto donde los matones del centro -casualmente, expertos en karate- le repasan las costillas pero bien. Entonces, un abuelete que también sabe lo suyo de karate, lo entrena y, en vez de convencerlo para que no tenga que recurrir a la violencia, lo que hace es meterlo de lleno en un torneo. Obvio, puestos a partirse la cara, qué mejor que hacerlo rodeado de gente. Con dos cojones, maestro. ¡Juas!


    En fin, bromas aparte, el enganche que tenía la peli (y digo tenía porque dudo que hoy en día siga teniendo el más mínimo interés -aparte de la nueva entrega que ha hecho el hijo de Will Smith, y que me he negado rotundamente a perder el tiempo viéndola-), era que se hacía muy fácil identificarse con el protagonista: el prota es un pobre diablo que, además de tener que mamarse la separación de sus padres, no tiene más huevos que vérselas con los cuatro macarras que lo corren a gorrazos por el instituto hasta que, gracias al karate logra superarlo todo. Pues eso, argumento típicamente diseñado para que el público acabara apoyando al chaval desde el principio y se alegre con cada victoria. Tela marinera.


    Ahora bien, el tiempo le ha pasado factura no sólo a la película, sino también al argumento. Vale que "Karate Kid" es una de las responsables (junto con las primeras pelis de Van Damme, todo haya que reconocerlo) de que en los ochenta se viviera esa fiebre del karate que mencionaba antes Jekyll. Yo era crío por aquel entonces, y os aseguro que flipábamos en colores con las piruetas que hacían estos pollos. Eso sí, ahora esas pelis huelen a naftalina al kilómetro. Pero no quita para que, en su día, tuvieran una repercusión de lo más sonora. Para quien no la viera en su momento, ahora es probable que "Karate Kid" le parezca bastante mala, que entretiene solo a ratos, pero que es imposible de acabar sintiendo ese asombro que sólo fuimos capaces de mostrar quienes la vimos hace más de veinte años. Por lo demás, lo que queda es una película de lo más prescindible, igual que la segunda y tercera parte (de las otras, mejor taparnos los ojos y hacer como que nunca hemos sabido de ellas).