TÍTULO: MATAR A UN RUISEÑOR
DIRECTOR: ROBERT MULLIGAN
REPARTO: GREGORY PECK, MARY BADHAM, BROCK PETERS, PHILIP ALFORD
DURACIÓN: 122 min.
AÑO: 1963
GÉNERO: DRAMA
La ambientación de historias durante la época de la Gran Depresión estadounidense, tanto en la literatura como en el cine, ha conocido los más diversos estilos y, por qué no admitirlo, resultados. De hecho, es curioso ver cómo la misma literatura es la que ha servido para dar pie a celebrados largometrajes que han sabido captar de forma excepcional la esencia de aquellos tiempos, y que han ofrecido al público interpretaciones tan desgarradoras como logradas. Uno de los ejemplos más claros de films rodados con esta época de fondo es la célebre adaptación de la novela de John Steinbeck, "Las uvas de la ira", que ya fuera llevada a la gran pantalla por John Ford, y con una excelente interpretación de Henry Fonda.
No obstante, también se han hecho otras aproximaciones al mismo tema, aunque desde una perspectiva diferente, ya que otras historias no sólo se ha querido mostrar las consecuencias de aquella época de crisis, sino lo que significó ver cómo sucedían, siendo espectadores (y víctimas) de sus efectos devastadores. Así pues, la novela de Harper Lee, "Matar a un ruiseñor", acabó convirtiéndose en una de las películas que mejor ha sabido extraer los valores positivos de aquel fenómeno, a la vez que la adaptación cinematográfica no sólo regalaba al público universal una de las interpretaciones más logradas jamás vistas, sino que también se encargaba de poner aún más de relieve la bondad, tolerancia y comprensión de las que se habla en la novela de Lee.
Atticus Finch (Peck) es un conocido y respetado abogado, que vive en el estado de Alabama, donde los prejuicios raciales se encuentran a la orden del día, y donde los hombres y mujeres de raza negra son discriminados con total naturalidad. En mitad de este ambiente tenso, un hombre de raza negra es acusado de violar a una adolescente blanca, por lo que es encarcelado y juzgado. Dado que ningún letrado del estado lo quiere defender, Finche se presta a demostrar su inocencia ante un pueblo lleno de prejuicios y odio racial, por lo que no será tarea fácil demostrar que, en efecto, su cliente es inocente de las acusaciones.
Pocas veces, muy pocas veces, ha sido tan grande el calado de una película entre el público universal. La forma en que se recoge en el film la inocencia (representada, en este caso, por los hijos de Finch) es enternecedora sin caer en el sentimentalismo fácil, mientras que otros valores como la compasión y solidaridad recaen sobre los hombros de un Gregory Peck inspirado como pocas veces ha estado un actor. Por el contrario, también resulta magistral el modo en que el director, Robert Mulligan, hace que toda la carga violenta del film recaiga sobre los personajes más racistas y demagogos. A este respecto, cabe mencionar la secuencia en que presta testimonio la muchacha que acusa al hombre negro de violarla. Tal vez su personaje acabe siendo demasiado estereotipado (tanto el resto de personajes de la película como los espectadores saben que está mintiendo como una bellaca), pero ello no hace más que reforzar el hecho de que, en aquellos tiempos -y, desgraciadamente, también en algunos casos de la época actual- se sigue prefiriendo creer a pies juntillas una mentira, antes que admitir que todos los hombres son iguales.
En resumidas cuentas, "Matar a un ruiseñor" captura a la perfección la esencia de la novela en que se basa, y acaba erigiéndose como un maravilloso canto a la esperanza, a la igualdad y a la tolerancia. No es frecuente encontrar films que tengan tan claro este tipo de valores, y aún menos que lo sepan potenciar de la forma en que lo hizo "Matar a un ruiseñor". Por ello, este largometraje es digo de encontrarse entre las joyas que ha dado a luz el séptimo arte.
Hombre, mira tú por dónde. Después de ponerla como referencia en no sé cuántas críticas, va y Jekyll por fin se ha decidido a que la critiquemos hoy. Pues ya era hora, nene. "Matar a un ruiseñor" es, según mi nada modesta opinión, no una de las mejores película que se han hecho, sino una de las mejores interpretaciones que un actor haya hecho en una película. Si no le llegan a dar el Oscar a Gregory Peck por su papelón de abogado defensor, hubiera sido una de las más grandes injusticias de todas las cagadas que han tenido en esos premios. Pero bueno, vayamos a la peli, que es lo que importa.
Como ya os digo, "Matar a un ruiseñor", como película es bonita y tal, pero no es de las que uno acabaría flipándola en colores. Eso sí, te deja con la boca abierta, de entrada, por el papelazo que se marca Gregory Peck. El pollo da la sensación de ser un tío de lo más tranquilo durante toda la película, sin tener que ponerse ni llorón ni violento para demostrar cómo es el personaje, ni lo mucho que le cuesta conseguir que absuelvan a su cliente. De hecho, son contadas los momentos en que se cabrea en toda la película (a veces, hasta pone nervioso tanta calma chicha). Pero es que te quedas atontado mientras lo escuchas decir cada una de sus líneas de diálogo.
Y, por otra parte, el guión es acojonante. Es una defensa de los derechos humanos y de la dignidad de las personas tan bestial que me pone la piel de gallina solo con recordarlo. La escena final, en la que tiene que hacer su alegato como defensor delante del jurado es uno de los mejores momentos de la historia del cine. Así, sin más. No me extraña tampoco que la peli fuera declarada patrimonio de la humanidad (una de las pocas que lo ha logrado). Y lo más curioso del asunto es que intuyes de sobra lo que va a pasar con el veredicto del jurado, pero sólo por el monólogo de Gregory Peck, ya merece la pena el resto entero de la película.
A mí, "Matar a un ruiseñor" me pareció una película estupendísima. Muy recomendable tanto por la calidad de la misma peli, como por el mensaje que transmite. A pesar de la seriedad de algunas secuencias, consigue que la gente que la ve acabe concienciándose un poco más de cómo es el mundo, y de cómo merece la pena por luchar para defender los valores que son justos. Lo dicho, como peli está bien aunque sin aspavientos. Pero como mensaje directo a la conciencia no tiene precio. Fabulosa, cojonuda e irrepetible.