martes, 29 de noviembre de 2011

CINE DE LOS 80: "EL PRECIO DEL PODER"


TÍTULO: EL PRECIO DEL PODER

DIRECTOR: BRIAN DE PALMA

REPARTO: AL PACINO, STEVEN BAUER, MICHELLE PFEIFFER, ROBERT LOGGIA, F. MURRAY ABRAHAM, MARIA ELIZABETH MASTRANTONIO

DURACIÓN: 173 min.

AÑO: 1983

GÉNERO: POLICIACO

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • La lista de las películas que, tras su estreno, se convierten, casi al instante, en films de culto, a pesar de no haber resultado un gran éxito comercial, no es muy larga. Pero si, el largometraje en cuestión, además, es un remake de una de célebre película de cine negro clásico, está protagonizado por uno de los mejores actores de la historia del cine y dirigido por un genio del suspense moderno, la lista se reduce aún más si cabe. En este caso, el clásico revisado es el film de Howard Hawks “Scarface, el terror del hampa – Scarface, 1932”, el mítico actor es Al Pacino, el nombre del cineasta que orquestó la puesta en escena Brian de Palma, y el nombre que se le dio en nuestro país a la película resultante “El precio del poder”.


    Tony Montana (Pacino) es un exiliado cubano que llega a Miami junto con su mejor amigo, Manny Ribera (Bauer) y muchos expatriados más. Una vez allí, consigue ganarse el favor de uno de los capos locales llamado Frank López (Loggia), quien lo introduce en el mundo del tráfico de drogas. Tony, poco a poco consigue ganarse el favor de los grandes narcotraficantes, hecho que lo enfrenta directamente con Frank y con su mano derecha, Omar Suárez (Murray Abraham). Sin embargo, la gota que colmará el vaso será la atracción nada disimulada que empieza a sentir Tony por Elvira (Pfeiffer), la novia de Frank, lo que llevará al joven delincuente a decidir asestar a Frank el golpe definitivo para hacerse con todo el negocio. La cosa se complicará cuando también entre en escena Gina (Mastrantonio), la hermana pequeña de Tony, de quien Manny se enamora.


    “El precio del poder” es un retrato brutal del hampa vinculado no sólo con el tráfico de drogas, sino también con todo lo relacionado con este mundo del crimen organizado: chantaje, asesinatos, ajustes de cuentas, etc. A lo largo de sus más de dos horas, De Palma orquesta la impresionante odisea de un individuo cualquiera (la primera impresión que uno tiene de Tony Montana desde que Pacino aparece pro primera vez en la pantalla es que se trata de un charlatán descarado) que, dispuesto a salir de la miseria y de convertirse en alguien importante a cualquier precio, asciende dentro de los negocios sucios vinculados con el narcotráfico. Sin embargo, De Palma no se limita a contar únicamente este ascenso meteórico (y que ocupa la primera hora de metraje), sino que, consciente también de que cuanto más alta es la escalada más alta es la caída, se preocupa por retratar el descenso a los infiernos de un personaje que, incapaz de darse cuenta de que ha alcanzado mucho más de lo que jamás hubiera podido imaginar (tremenda la secuencia en que, tras ocupar la que había sido la casa de su mentor, aparece en el cielo un dirigible con un rótulo luminoso en el lateral, en el que se puede leer El mundo es tuyo), se empeña en abarcar aún mucho más.


    Sin embargo, como ya comentábamos, De Palma no parece haber tenido ningún reparo a la hora de rodar algunas de las escenas más violentas que se recordaban –al menos hasta ese momento- en una película de cine comercial. Al respecto, citar la secuencia de tortura que un grupo de traficantes aplica a base de motosierra sobre uno de los compañeros de Tony en el interior de una bañera, o la forma en que un narcotraficante sudamericano se deshace de un soplón desde un helicóptero. Y, por supuesto, todo el final, cuando Tony, recluido en su gigantesca mansión y esnifando una montaña de cocaína, hace frente a los enviados por su ex-socio sudamericano para liquidarlo. Sea como sea, “El precio del poder” es mucho más que simple violencia plasmada en una película -la huella de Oliver Stone como guionista de la película se hace más que patente-. Es una obra personal impresionante, que dio mucho de lo mejor de su director y estrella protagonista principal. De hecho, a día de hoy es raro quien no recuerda la insuperable interpretación de Al Pacino, quien no sólo hizo olvidar casi del todo al film original en el que se basa (de hecho, no sería nada exagerado que se conoce la versión de Hawks gracias al remake de De Palma), sino que creó un personaje único en la historia del cine, célebre tanto por su falta de escrúpulos y conciencia como por la forma de hablar –y vestir- y, sobretodo, de comportarse de acuerdo con unos principios puramente mafiosos (atención al momento en que jura que él no matará a su mentor para, acto seguido, ordenárselo a su mano derecha).


    Afortunadamente, el tiempo ha tratado bien a “El precio del poder”. Es cierto que tanto la fotografía de John A. Alonzo como la música de Giorgio Moroder le dan un toque más retro para las estéticas más actuales, por no resulta ningún impedimento para que, hoy en día, siga siendo un espectáculo tan exageradamente violento que casi resulte nostálgico. Además, cada plano contiene una magia especial que hace que el espectador, a pesar de lo cruda de la historia, no pueda apartar los ojos de la pantalla. Y esto es un efecto que muy pocas películas logran seguir consiguiendo pasados los años.



  • MR. HYDE DICE:

  • ¡Jo, qué pasada de peli! Cuando la vi por primera vez (creo que ya la he visto unas cuatro o cinco veces), me impresionó bastante su violencia. No porque haya muertos a mansalva, como en cualquier película de Rambo, sino porque los asesinatos y las matanzas son tan realistas que casi parece que se están cargando a la peña delante de tus narices (agüita con la escena de la sierra mecánica en el baño). Pero es una especie de violencia que le pega a la historia. Es como cuando se pegan tiros en “El padrino – The godfather, 1972”, que no intentan hacerlo en plan fingido sino que, cuanto más real y auténtico, mejor.


    Al Pacino está impresionante haciendo de mafioso cubano, un poco sobreactuado, pero cojonudo. Es más, cuando está haciéndose con el control de la organización en Miami, lo ves así como con pinta de cabrón que le quiere clavar el cuchillo por la espalda a su jefe a la mínima oportunidad; y, cuando ya está como Dios en el Sinaí, lo ves con una mirada en plan vicioso que te rilas. Además, lo que me llama la atención es que Tony Montana es un tío que en su puta vida parece que vaya a ser feliz, sino que siempre quiere más, aunque no pueda disfrutar de todo lo que consigue. Y si no, daos cuenta de una cosa: consigue hacerse con el negocio de Miami, le roba la chica a su jefe, se hace con el control del trapicheo de droga en toda la Costa Este (¿ésa es la parte en la que está Miami, no?), consigue encontrarse con su hermana, y vive en una mansión que ni la de Falcon Crest. Pero, en lugar de mantenerse y aprovecharlo, lo manda todo a tomar por saco por querer involucrarse en más y más cosas. Creo que por eso me encantan tanto los dos momentos en los que aparece la frase mítica esa de The world is yours, tanto cuando ha conseguido ser en “rey”, como cuando la peli acaba y se puede leer en una estatua que hay dentro de una fuente (y no diremos más al respecto).


    Además, la forma que tiene el director de hacer la peli es brutal. Y no sólo porque no se corte un pelo en enseñar tiroteos y droga a cascoporro, sino porque sabe que Tony Montana es un tío con los huevos tan bien puestos que no le importa exagerar con algunas cosas: meter la jeta en medio de una montaña de cocaína, así como forma de pirámide, que tiene sobre su mesa, y luego va con la cara como si hubiera estado amasando pan; la decoración recargada que te cagas de toda la casa y, en especial del cuarto de baño –toda mi casa cabe en ese cuarto de baño; o la forma de vestir tan hortera de todos los que salen, con los cuellos de las camisas abiertos hasta los hombros y por encima de las solapas de las americanas.


    En fin, que “El precio del poder”, a pesar de durar prácticamente dos horas y media, no se hace larga para nada, y resulta muy interesante –sobretodo porque tienes esa cosa dentro de saber si, al final, la cosa le sale bien al pollo, o le dan matarile-, y está chulísima. Ah, y atención a otra frase mítica: cuando, al final, Al Pacino se quiere cargar a los que asaltan su casa y, mientras coge un fusil de asalto y apunta poniéndoselo entre las piernas, grita: “¡Saludad a mi amiguita!” ¡Juas, qué brutal!