DIRECTOR: SYLVESTER STALLONE
REPARTO: SYLVESTER STALLONE, JASON STATHAM, JET LI ERIC ROBERTS, DOLPH LUNDGREN, MICKEY ROURKE, TERRY CREWS, RANDY COUTURE, STEVE AUSTIN, GISELE ITIÉ
DURACIÓN: 102 min.
AÑO: 2010
GÉNERO: ACCIÓN
Durante buena parte de los años ochenta, aparte de la consagración de muchos intérpretes (a veces, hay alguno de ellos al que cuesta llamar "actor") dedicados al cine de acción más testosterónico y visceral. Asimismo, a la par que artistas como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Chuck Norris, Bruce Willis o Mel Gibson (éstos dos últimos se abrieron paso en el cine de acción unos pocos años más tarde), se realizaban una serie de producciones de serie B -la productora Cannon fue una de las más importantes- en las que nuevas "estrellas" como Jean-Claude Van Damme, Steven Seagal o Dolph Lundgren daban vida al héroe diestro en artes marciales que se acaba imponiendo a los villanos de turno. A todas estas clases de films se las conocía como actioneer (un nuevo término para el diccionario cinematográfico de la semana), y eran conocidas por sus bajísimos presupuestos, lo precario de su puesta en escena, lo plano de las interpretaciones y, sobretodo, de la violencia y destreza marcial de la que hacían uso sus participantes. tras más de veinte años desde que esas producciones encumbraran a los actores antes mencionados, Sylvester Stallone aparta de su carrera a los Rocky y Rambo -al menos, de momento- para escribir, dirigir y protagonizar un largometraje que, bebiendo de las fuentes de aquellas películas ochenteras, recupera el estilo y puesta en escena violento, coreografiando espectaculares secuencias de acción "a la vieja usanza".
Barney Ross (Stallone), Lee Christmas (Statham), Yin Yang (Li) y Gunnar Jensen (Lundren), entre otros, forman un grupo de antiguos soldados que actúan como mercenarios por libre. Herramienta (Rourke) es el encargado de facilitarles las "misiones" que se les presentan, por supuesto, a cambio de una fuerte suma de dinero. La última en que estos mercenarios aceptan participar consiste en desplazarse hasta un país sudamericano para ayudar a un grupo rebelde que está tratando de derrocar al dictador que reprime a su pueblo. El grupo encabezado por Barney se desplazará a la isla, donde descubrirán que también se encuentra instalado un antiguo agente de la DEA -la agencia estadounidense de la lucha contra el narcotráfico- llamado James Munroe (Roberts). Será entonces cuando descubran que la misión no es tan sencilla como parecía a simple vista.
Hay dos formas posibles, a grandes rasgos, de ver una película como "Los mercenarios". La primera es dar por hecho que se trata de un mero pasatiempo en el que lo único que importa (créanme, lo único) es la acción y la espectacularidad de las imágenes, por lo que el espectador es invitado a no pensar durante casi dos horas y dejarse llevar por las toneladas de adrenalina derramadas. La segunda forma consiste en tomarla como un simpático intento de reverdecer los laureles por parte de quienes, durante décadas, han sido considerados las estrellas indiscutibles del cine de acción y que, en esta película, se preocupan por dejar claro que aún tienen mucho que decir. Cualquiera que no sea una de estas dos formas, conduce irremediablemente a apagar el televisor y dejar de perder el tiempo.
No se engañen, "Los mercenarios" es un tipo de producto muy consciente de a qué tipo de público se está dirigiendo. Al igual que quienes no soportan las aventuras galácticas del mundo creado por George Lucas no acuden al cine para ver cada una de las nuevas entregas, los que aborrezcan por completo las películas de acción protagonizadas por Stallone y compañía huirán de "Los mercenarios" como alma que lleva al diablo. Y es que "Los mercenarios" no es sino una ruidosa excusa para reunir de nuevo a estas "viejas glorias" para justificar el sinfín de disparos, explosiones y cuerpos mutilados que desfilan por la pantalla.
No obstante, y en honor a la verdad, aunque "Los mercenarios" sea rematadamente mala como largometraje, hay que reconocer que consigue entretener lo suficiente como para que no se haga aburrida. Cierto es que cuenta con alguna que otra escena de acción bien realizada (la persecución entre Barney y Gunnar, o los múltiples combates que tienen lugar en el asalto final a la fortaleza del dictador), pero ello no consigue hacer olvidar al espectador de que el guión es una parte fundamental de cualquier película que se precie.
Por consiguiente, "Los mercenarios" es un film dirigido en exclusiva a los amantes del cine mamporrero, hueco y con sabor añejo. Para el resto, más les vale no perder el tiempo.
¡Ahí, ahí, sí señor! Una película de acción como las que ya parece que no se hacen, llena de "abuelos" y viejas glorias que saben demostrar a la perfección que aún son capaces de meter leches como panes sin despeinarse. ¡Buah, qué gozada! No creo que sea necesario decirlo pero, por si acaso, que nadie se engañe: "Los mercenarios" es, ni más ni menos, lo que aparenta, o sea, un festival de explosiones, tiros, mamporros a diestro y siniestro, y frases totalmente olvidables (de las interpretaciones no creo que ni haga falta decir una sola palabra). Pero si te gustan las pelis de acción de las que hacían hace veinte años (cualquiera de las de Stallone, Chuacheneguer y compañía, para aclararnos), con "Los mercenarios" te lo pasarás pipa.
Conste que no estoy diciendo en ningún momento que la película sea buena. Por supuesto que, como peli, no lo es ni estando borracho. ¡Pero a quién demonios le importa! ¿Acaso alguien esperaba, con un reparto así, que los musculitos estos se pusieran a recitar a Shakespeare? Evidentemente que no. En lugar de eso, van a lo que saben hacer, que es reventarlo todo, cargarse a cuantos más malos mejor, y no dejar una sola piedra intacta del sitio donde está en renegado de turno. Así de fácil. Pero es un entretenimiento cojonudo de arriba a abajo (repito: siempre que te guste este tipo de pelis de acción).
En "Los mercenarios" no se andan con tonterías. El guión -por llamarlo de alguna forma- no puede ser más cutre porque no tiene tiempo, y facha que te rilas. Aunque se las apaña para que quede claro lo básico: quiénes son los buenos, quiénes son los malos, cuál es la misión, y cuál la forma más ruidosa, espectacular y bestia de cumplirla. Ni más ni menos. Y, si de paso, alguno de los tíos cuadrados pilla cacho con la maciza de la función, pues eso que se lleva. Por eso, debo reconocerle el mérito a Stallone, que se deja ya de paridas como "Rambo: misión en el jeriátrico" o "Rocky XXVIII" para centrarse en hacer una peli divertidísima y chula como hacía tiempo que no veía una de acción.
¿Que quieres escenas de acción imposible? Ahí tienes a Jet Li haciendo esas llaves de kung fu (o lo que sea) como quien hace churros, o a Jason Statham repartiendo estopa de la fina. ¿Persecuciones? Una entre Rocky e Ivan Drago, digoooo... entre Stallone y Dolph Lundrgren. Y ya, si quieres momentos de los espectaculares hasta la médula, la huida en hidroavión de Stallone y Statham, y posterior ataque al muelle donde están los malos, donde no escapa ni uno solo. Porque sabed también otra cosa: "Los mercenarios" es violenta a lo bestia, y no es coña, que no ha escatimado en brazos rotos, gargantas cortadas, tiros en mitad del cocotero y apuñalamientos que le parten a uno el pecho. Aunque bueno, es a lo que juegan, así que...
En fin, que poco más puedo decir de "Los mercenarios" que sirva para convenceros de que la veáis. El castaña de arriba se ha empeñado en ponerle, como mucho, dos estrellas, aunque yo le hubiera metido una más. Yo me lo pasé teta viéndola, como un crío al que dejan en un sitio lleno de chuches para que coja las que más le gustan. Al fin y al cabo, he crecido con las pelis de estos tíos como referente de películas de acción. Así que no digo que sean obras de arte (aparte de las dos primera de Terminator"), pero sí que han conseguido siempre distraerme y emocionarme a saco paco. Si a vosotros os pasa algo por el estilo, pues nada, a disfrutar. Ah y, por supuesto, no os perdáis la conversación en una iglesia (¡!) entre Stallone, Bruce Willis y Cuacheneguer. ¡No tiene desperdicio!