DIRECTOR: STEVEN SPIELBERG
REPARTO: HENRY THOMAS, DREW BARRYMORE, PETER COYOTE, DEE WALLACE, ROBERT MAC NAUGHTON
DURACIÓN: 114 min.
AÑO: 1982
GÉNERO: AVENTURAS
Desde que, a finales de la década de los setenta, el público manifestara su hambre de cine de ciencia ficción, a través de la buena acogida que tuvieron crítica y comercialmente largometrajes como “La fuga de Logan – Logan’s run, 1976”, “La guerra de las galaxias – Star wars, 1977” o “Encuentros en la tercera fase – Close encounters on the third kind, 1977”, las producciones cinematográficas parecieron querer centrarse en la ya explotada temática del ser extraterrestre que, tras un aparatoso accidente, trata de volver desesperadamente a su nave / planeta de origen a pesar de que las fuerzas armadas terrestres (norteamericanas en el noventa y nueve por ciento de los casos) se lo ponen complicado. Sin embargo, de todas ellas, la que más repercusión ha alcanzado, incluso a día de hoy, es “E.T. – El extraterrestre”, el film que acabó de consolidar la carrera de Steven Spielberg como uno de los cineastas más importantes de su generación, y como un auténtico mago a la hora de crear mundos fantásticos y dar vida a historias de ciencia ficción y aventuras que han encandilado a espectadores de todo el mundo.
En un pequeño pueblo estadounidense, una nave espacial efectúa un aterrizaje de emergencia. Antes de que un grupo de hombres del ejército, furetemente armados, consiga llegar al lugar, la nave reemprende la vuelta al espacio, olvidándose durante la maniobra a uno de sus seres. Éste, asustado y abandonado, conseguirá refugiarse temporalmente en la casa de un niño llamado Elliot (Thomas) que, junto con sus hermanos, Gertie (Barrymore) y Michael (MacNaughton), hará lo posible por conseguir que el pequeño extraterrestre consiga reencontrarse con su nave espacial y volver a su casa. Sin embargo, ni los científicos que trabajan para el gobierno ni el ejército se lo pondrá fácil, ya que siguen muy de cerca la pista del pequeño alienígena.
Como apuntábamos en la introducción, el tremendo éxito de “E.T. – El extraterrestre” parece tener su origen en la buena acogida que había tenido la moda argumental centrada en las aventuras de un alienígena a la hora de encontrar el camino de vuelta a su hogar. Hay quienes, en este tipo de historias, han considerado que se encierra una metáfora de la voluntad humana de encontrar su propia identidad y lugar en el mundo. Afortunadamente, el largometraje de Spielberg no va por ese camino, limitándose a ser una simpática y espectacular producción de ciencia ficción cuyo único propósito es entretener y asombrar al público con su enternecedora historia y grandes efectos especiales. Es más, casi da la sensación de que, por momentos, “E.T. – El extraterrestre” se sirve de argumentos más o menos populares ya explotados años antes en algún que otro largometraje de corte infantil (sirva el ejemplo de, por poner un caso, “El gato que vino del espacio – The cat from outer space, 1978”, con el que “E.T. – El extraterrestre” guarda más de un curioso parecido) para presentar una nueva versión de tan conocida historia.
De hecho, una de las consecuencias más directas de semejante éxito fue la aparición inmediata de otros films considerados pseudo-imitaciones de “E.T. – El extraterrestre” como, por ejemplo, “El vuelo del navegante – Flight of the navigator, 1986”, “Mi amigo Mac – Mac and me, 1988”, u otras producciones de serie B, en las que se repetían no solo los mismos patrones que en la película de Spielberg sino que, en más de una ocasión, casi hasta se calcaba el argumento (el ejemplo más reciente lo tenemos en “Súper 8 – Super 8, 2011”, que llegó a los cines el verano pasado, con una temática más que similar). Por supuesto, ninguno de ellos consiguió resultados ni remotamente parecidos aunque, no por ello, dejó de ser uno de los largometrajes más taquilleros de la historia del cine (decisión un tanto exagerada, habida cuenta de que no se trata más que de un simpático film de ciencia ficción). En cualquier caso, sea como fuere, de lo que no hay duda es de que “E.T. – El extraterrestre” supo aprovechar el momento para desarrollar una hermosa historia de amistad incondicional entre dos naturalezas aparentemente antagónicas pero que, terminad por complementarse.
En cuanto a los momentos más destacables de la película pues, por supuesto, cabe resaltar todos aquellos que envuelven a los niños y a ET (desde el famoso “mi casa, teléfono”) pasando por los que abarcan toda la huida final para rescatar a ET. También resulta divertido, en cierto modo, ver actuando a jóvenes intérpretes que, posteriormente, han continuado su trayectoria profesional en el cine, como es el caso de Drew Barrymore o Henry Thomas. Por lo demás, cierto es que “E.T. – El extraterrestre” es una película destinada a contentar a un público más infantil y, de paso, a ser un intento de lo más logrado de realizar una película que resulte ser una acertada combinación de cine de aventuras familiar y ciencia ficción.
Bueno, parece que ya iba siendo hora de hablar de una de las pelis más importantes de los ochenta. Y lo de importante lo digo porque el pelotazo descomunal que fue en la taquilla y por la importancia que parece tener aún hoy en día, que ya han pasado treinta años desde que salió. Ahora bien, lo que son las cosas, dos o tres veces que me la he visto, y “E.T. – El extraterrestre” sigue pareciéndome un petardo de cojón de mico. Sé que puede parecer raro que sea yo quien diga eso, que me encanta Spielberg (al menos el de los años ochenta y noventa, cuando hacía películas que merecían la pena), y que me papo las pelis de efectos especiales como quien se suena los mocos. Pero chico, qué puedo decir, tanto cuando la vi en el cine siendo un renacuajo, hasta las catorce mil veces que la han pasado por la tele, “E.T. – El extraterrestre” me ha parecido siempre de lo más sosa, tonta y carente de emoción (vamos, que ni cuando Elliot llora pensando en lo que le estarán haciendo a ET o con ese final sentimentaloide se me humedecían los ojillos).
Por supuesto, la repercusión que ha tenido “E.T. – El extraterrestre” ha sido enorme, y pocas son ahora las personas que no sepan de qué película estamos hablando. También estoy de acuerdo en que ésta fue la peli que puso más de moda el tema del típico bicho alienígena que se estampa en La Tierra y que, con ayuda de cuatro terrícolas (casi siempre niños) consigue volver a su nave y regresar a su planeta. Y sí, vale que la música de John Williams es una de las más conocidas –aunque a la mitad de la gente le suene, pero no sepa identificar que es de esta película-, al igual que la imagen del niño volando con la bici por delante de una luna gigantesca. Pero vamos, que por muy bonito que sea el papel de adorno, lo de dentro sigue siendo lo mismo. No sé si será por toda la ristra de películas parecidas que hicieron después de ésta o qué pero, al final, la historia ya cansa, dando la sensación de que no paran de contar lo mismo una y otra vez.
Otro problema que le veo a “E.T. – El extraterrestre” es que se ha resentido un huevo con el paso del tiempo. Puede que cuando salió hace tres décadas fuera el no va más, pero ahora el monigote que hace de ET más bien parece el ninot cutre de una falla que no un alien perdido en nuestro planeta. Y lo mismo vale para todo lo que no tiene que ver con una nave espacial, que son efectos especiales currados para hace un tiempo, pero a los que no les pasa como con los de, por ejemplo, cualquier entrega de la primera trilogía de “La guerra de las galaxias”, donde hasta las patillas setenteras de los soldados imperiales quedan bien. Supongo que el éxito tan tremendo de esta peli se debe en parte a la moda que parecía gustar a la gente cada vez que se estrenaba una historia de marcianos de este calibre, como había pasado antes con “Encuentros en la tercera fase”… ves y busca.
De todos modos, aunque a mí me pareciera un coñazo, reconozco que tiene su punto interesante, al menos para quienes les guste este tipo de historias. Para empezar, está muy bien recogida la relación de amistad de los chavales con el alienígena que, por su parte, no se muestrea hostil en ningún momento, sino más bien lo contrario, y cómo lo aceptan con un poco de canguelo al principio pero, luego, como si fuera una mascota más. Por ejemplo, tiene su gracia el momento en que lo intentan camuflar dentro de la casa, escondiéndolo en los lugares más típicos, o como cuando lo disfrazan para la fiesta de Halloween como si fuera una vieja de película de miedo. Aparte de eso, también está muy bien hecha la parte menos amable de la peli, como cuando los del FBI o de la CIA o de donde coño sean intentan echarle el guante al alien y hacerle todo tipo de experimentos. Reconozco que son momentos que, hasta para un crío, debe impresionar (ese perímetro de seguridad que montan lleno de tubos y laboratorios raros). Pero, aparte de esto, ya os digo que a mí me pareció un petardo de película, donde más es la fama que se le ha hecho con el paso del tiempo, que no por lo divertido y entretenida que pueda ser la película. En fin que, como suele pasar, para gustos los colores.