TÍTULO: LOS PINGÜINOS DEL SEÑOR POPPER
DIRECTOR: MARK WATERS
REPARTO: JIM CARREY, CARLA GUGINO, MADELEINE CARROLL, MAXWELL PERRY COTTON, ANGELA LANSBURY
DURACIÓN: 97 min.
AÑO: 2011
GÉNERO: COMEDIA
Hace unos años que la carrera de Jim Carrey ya no es lo que era. Quien arrasara en taquilla gracias tanto a películas cómicas como "Dos tontos muy tontos - Dumb and dumber, 1994" o "Mentiroso compulsivo - Liar, liar, 1997", como por sus interpretaciones más serias en "El show de Truman - Truman show, 1998" y "The Majestic - The Majestic, 2001", parecía haberse ido apagando poco a poco, sobretodo a raíz de sus últimos y repetidos tropezones en taquilla con proyectos que, si bien no carecían de cierto interés, no contaron con el apoyo mayoritario del público que antes lo había encumbrado. Por ello, parecía evidente que Carrey quisiera regresar a la primera línea de actualidad con una comedia apta para todos los públicos, y con un evidente tono infantil que consiguiera atraer a los espectadores más pequeños. Así pues, esto es lo que parece pretender con su intervención en esta comedia familiar, en la que se quieren resaltar valores como la unidad familiar o el respeto por los animales y la tradición.
Popper (Carrey) es un hombre de negocios, especializado en convencer a propietarios de emblemáticos edificios para que los vendan a la gente para la que trabaja quienes, posteriormente, los derriban para levantar después nuevas construcciones. Un día, Popper recibe una extraña caja que le envía su recientemente fallecido padre, que contiene un pingüino. Desconcertado por tal hecho, Popper no le da más importancia de la necesaria, hasta que un malentendido telefónico hace que le lleguen más pingüinos a su domicilio. Evidentemente, sus hijos, Janie y Billy (Carroll y Cotton, respectivamente) están encantados con la perspectiva ya que, desde el divorcio de sus padres, el contacto que han tenido con Popper ha sido de lo más distante. Incluso su ex-mujer Amanda (Gugino) parece notar cambios en la actitud de Popper. Los auténticos problemas vendrán cuando Popper tenga que hacerse cargo de la venta de un centenario restaurante propiedad de una anciana (Lansbury), y que no le pondrá las cosas fáciles.
"Los pingüinos del señor Popper" es una película de evidente tono infantil. Al igual que otros largometrajes también protagonizados por el mismo Carrey como "El Grinch - Dr Seuss' How the Grinch stole Christmas, 2000", su único interés es atraer la atención de los más pequeños para que acudan a las salas acompañados de sus respectivos padres y que, así, la recaudación sea mayor. El problema es que esta receta podría haber funcionado hace unos años. Ahora, con la evolución de los gustos y con la presencia de una competencia mucho más fuerte en el sector de las películas de carácter infantil, da la sensación de que esa misma audiencia que antes lo aplaudía, ahora se decanta por producciones mucho más sugerentes, como las recientes entregas de los robots destrozones de Michael Bay, o cualquiera de las obras maestras que Pixar estrena cada año. Así pues, el resultado de pasar noventa y pocos minutos viendo a Carrey lidiando con un grupo de pingüinos no acaba teniendo los resultados esperados.
Cierto es que "Los pingüinos del señor Popper" contiene algún que otro efecto simpático (el pingüino cegatón que no para de darse golpes con las esquinas de los muebles, el cirio que montan en el Guggenheim durante una gala benéfica), aunque el resto del largometraje acumule innumerables tópicos propios de este género simplón de comedias. Así pues, sin resultar un espectáculo ofensivo al buen gusto, la película se queda muy lejos de resultar un entretenimiento recomendable para toda la familia ya que, sin duda alguna, hay y habrá film infinitamente mejores.
Aunque no lo parezca, este bodrio me ha enseñado varias cosas. La primera, me ha demostrado que, o bien Jekyll me odia, o que a veces se le peta algún que otro cable, porque que de todas las novedades que había esta semana en el videoclub haya escogido ésta (la excusa es que es una peli así como de temática navideña, que puede interesar más) es algo que me cuesta bastante de comprender. La segunda cosa que he aprendido es que hay ciertas pelis que más vale ver con un niño pequeño al lado -o con alguien de pocas luces con muy mal gusto para el cine- que esté dispuesto a reírse de las cuatro soplapolleces que salen en las películas de este palo. La tercera cosa es que, todo tiempo pasado, en ocasiones, fue mejor, porque ver a Jim Carrey (por cierto, ¡qué viejo se le ve al tío!) haciendo lo imposible porque semejante mierda resulte interesante da una pena brutal. Y la cuarta cosa es que, aunque no lo parezca, el intelectual que escribe primero, por mucho que se las de de pedantillo especialista en cine clásico y cosas de esas, es un fan de Carrey, se parte el culo viendo "Dos tontos muy tontos", y piensa -por mucho que haya dicho lo contrario- que una peli con Carrey puede tener algo interesante aunque pinte mal la cosa (y creedme, que aquí pinta no mal, lo siguiente).
"Los pingüinos del señor Popper" es un truño como un puño. No hay por donde cogerla, al no se que, como os decía antes, tengáis a un crío pequeño que la flipe con las chorradas que hacen los pingüinos. De lo contrario, no comprenderéis cómo alguien (Carrey) puede caer tan bajo después de haber conseguido ser un actor simpático que ha hecho cosas pero que mucho mejores. Es más, hace que las pelis de Ace Ventura sean un ejemplo de comicidad en comparación con ésta. Puede que, con las películas como ésta, sea demasiado analítico. Me explico. Me resulta más fácil creerme que el atontao del protagonista cuida de unos pingüinos que una serie de cosas que también pasan en la peli, como que la ex-mujer se piense lo buena persona que es Carrey porque cuida de esos bichos con una sonrisa en la cara, que a la hija no le den dos guantazos y le quiten de golpe la tontería que se trae con el móvil y los chicos que le gustan, que los jefes de Carrey confíen en un descerebrado así para llevar sus negocios, que el malo de la función sea un cuidador de zoo que quiere hacer su trabajo como todo hijo de vecino, o que -y aquí vine lo más ilógico de todo- que cuando le entregan a Carrey la primera caja de pingüinos, no vaya cagando leches al zoo a dejar a esos bichos.
Evidentemente, del final en plan "buen rollito familiar" ya ni hablamos, porque os adelanto que ni la presencia de una Angela Lansbury con un pie más en el otro barrio que en éste consigue arreglar el merdam. Aunque claro, teniendo en cuenta que el "genio" que está detrás de esta chufla es el mismo que se sopló obras maestras como "Chicas malas - Mean girls, 2004" o "Los fantasmas de mis ex-novias - The ghosts of girfriends past, 2009", pues todo se entiende un poco más. Aunque la opinión sigue siendo la misma, que "Los pingüinos del señor Popper" es una mierda de película, dirigida únicamente a un público cuya edad se encuentre comprendida entre los 0 y los 3 años (los niños de cuatro años, ya puede que te tiren el mando por la cabeza si les pones esto). Así que si queréis ver algo mejor en casa ahora que llega la Navidad, escoged mejor algo de Disney, que sea lo que sea, fijo que le pega mil patadas al primo Carrey con sus muecas y bichos.