DIRECTOR: DELBERT MANN
REPARTO: ERNEST BORGNINE, BETSY BLAIR, JOE MANTELL, KAREN STEELE, ESTHER MINCIOTTI
DURACIÓN: 86 min.
AÑO: 1955
GÉNERO: COMEDIA
A mediados de los años cincuenta, hizo su aparición en las carteleras una película que logró un notable éxito de público y crítica gracias a una película tan sencilla como efectiva, en la que las relaciones humanas (familiares, de pareja, de cortejo…) son reflejadas con un acaramelamiento nada forzado ni machacado, dejando que el espectador disfrute con la evolución de unos personajes que consiguen caer bien con un mínimo esfuerzo. Un inigualable Ernest Borgnine es su protagonista absoluto.
Marty (Borgnine) es un solterón, poco agraciado físicamente, que vive con su madre (Minciotti) en el barrio italiano de Nueva York. Trabaja como carnicero en una tienda del barrio, donde todas las clientas le increpan que aún siga soltero y sin compromiso, a pesar de que sus otros hermanos ya están casados y con hijos. Marty, sin embargo, prefiere no complicarse, aunque sale con su amigo Angie (Mantell) de vez en cuando a tomar algo. Una noche, ambos se animan a ir a una sala de baile a la que también acude Clara (Blair), una mujer que también tiene complicaciones para resultar atractiva a los hombres. Una serie de circunstancias hará que Marty y Clara se conozcan y, entre ellos, comience a surgir algo más que una respetuosa amistad.
“Marty” supuso la consagración del recientemente fallecido Ernes Borgnine. Borgnine, que con los años iría convirtiéndose en un actor cada vez más importante (sobretodo gracias a sus colaboraciones con el malogrado Sam Peckinpah), y que con este largometraje logró encarnar a uno de los personajes más entrañables del cine clásico. Ahora bien, lo que llama la atención de “Marty” es su extrema sencillez, que es lo que le otorga ese punto de dulzura y amabilidad que percibe el espectador. El film está narrado casi en un único marco temporal, y la historia que desarrolla es tan sencilla como encantadora, a lo que ayudan de sobremanera las interpretaciones de todo su reparto (empezando por un genial Borgnine y continuando con la encantadora Betsy Blair y con Esther Minciotti en el papel de la madre chapada a la antigua del protagonista). Además, desde el punto de vista de su realización, “Marty” no necesita contar con sofisticados medios técnicos, complicados movimientos de cámara o recargamiento visual de decorados o fotográfico para meterse al público en el bolsillo. Por el contrario, cuando más sencilla es la escena, más provecho parece sacar Mann a sus acotres, y más poderosa resulta la escena (ver la secuencia en que Marty no para de hablar mientras pasea con Clara, o como cuando ambos entran en casa de Marty, que no está acostumbrado a tener compañía femenina, y trata de convencer a Clara para que le dé un beso).
Asimismo, huelga decir que, aparte de esa sencillez en su realización y en su guión, “Marty” es una película en la que todas estas piezas encajan gracias a Ernest Borgnine. A pesar de la aparente simpleza con la que está dibujado el personaje de Marty, no es nada sencillo dotar al personaje de los matices con los que lo enriquece Borgnine. No hay más que echar un vistazo a secuencias como aquella, al comienzo del film, en que Angie trata de convencerlo para llamar a unas chicas a las que conocieron hace un tiempo en un cine y, pese a su reticencia inicial a hacerlo, por fin se anima cuando llega a su casa. Esa secuencia, que a penas dura más de un par de minutos recoge a la perfección la matización que Borgnine aporta a su personaje, que queda totalmente completa con la posterior conversación que tiene con su madre, cuando ésta lo insta a salir de fiesta y conocer a chicas (impresionante cómo Marty le espeta que se riega a salir de casa para regresar dolido).
Por otra parte, también habíamos mención de las interpretaciones secundarias. Betsy Blair, con su representación de la muchacha tímida y feúcha, y Minciotti como la madre que cuida incondicionalmente de su hijo, completan un estupendo cuadro cuya mayor virtud es la sencillez de su historia la simpatía que desprenden todos y cada uno de los personajes, y la amabilidad de todo su conjunto.
No lo entiendo. Os prometo que no lo entiendo. Que una película como ésta, simpática pero poco más, se llevará la caterva de Oscar que se llevó es algo que se me escapa. Sin meterle mucha caña, porque tampoco tiene sentido, “Marty” es el ejemplo perfecto de peli amable, que te hace pasar un rato agradable, pero que podría ser perfectamente de sobremesa de domingo por la tarde. Además, a nada que empiezas a cogerle gustillo a la historia, va y se acaba –la peli dura poco más de hora y cuarto-. Así que tampoco es que sea una pasada a la altura de otras que lo petan en esos premios (aunque también ha habido veces que lo ha petado cada mierda…).
Pero bueno, hablando de la película, “Marty” es una historia sencilla, bien contada, en la que todos los que salen te caen bien, desde el pobre carnicero que tiene que aguantar a todo el corrillo de viejas y vecinas, hasta otros menos simpáticos como ese primo que pasa olímpicamente de lo que Marty le cuenta, o uno de sus amigos salidorros que sólo piensa en montarse una buena juerga con unas enfermeras. Se supone que los protas de la peli son los feos de turno –aunque, en realidad, tampoco es que lo sean tanto-, aunque tampoco es que haya ningún personaje que destaque más que otro, aparte del propio Marty.
Lo que yo le veo a la película, por lo que no acaba de encajar, es que está súper vieja. Se nota que se hizo hace la pera de tiempo, porque tanto la forma de hablar como de pensar que tiene la gente que sale no puede estar más chapado a la antigua. Vale que usen el cliché de la “raza italiana” (a la madre de Marty no le gusta la “amiga” de su hijo porque no tiene pinta de ser de ascendientes italianos), pero el resto son cosas que, ahora mismo, no pega ni con cola. Por poner un par de casos, Marty tiene treinta y dos años y ya se considera un viejo solterón. ¡Je, como para enseñarle cómo está el patio hoy en día! Además, si no fuera porque está claro con qué sentido lo dicen en la película, casi se podría pensar que Marty y su mejor amigo son de la acera de enfrente, porque a los dos les gusta quedarse juntos en casa viendo la tele un sábado por la noche, discuten como si fueran un matrimonio de abuelos, y al amigo le jode cantidad que Marty prefiera irse con una mujer antes que pasarse la noche con él. Bueno, y eso por no hablar de cómo están en plan buitre carroñero los solteros que van a esa macro discoteca, que parecen más los padres de los niños de ahora que unos solterones a la caza de una falda.
Pero bueno, aparte de estas cosas así un poco en plan pasadas de moda, insisto en que “Marty” es sólo una peli simpática. Todo lo amable que tú quieras, pero con demasiado bombo para la tontería que es al final. Vale que el protagonista, el carnicero gordo lo hace muy bien, eso no lo niego, pero como para tener la repercusión que ha tenido… pues no. Pero vamos, ya os digo que no hace daño verla. Además, a nada que te des cuenta, ya se ha acabado, así que no es para tanto.