martes, 31 de enero de 2012

CINE DE LOS 80: "CARROS DE FUEGO"

TÍTULO: CARROS DE FUEGO

DIRECTOR: HUGH HUDSON

REPARTO: IAN CHARLESON, BEN CROSS, IAN HOLM, JOHN GIELGUD, NIGEL HAVERS, CHERYL CAMPBELL, ALICE KRIGE

DURACIÓN: 118 min.

AÑO: 1981

GÉNERO: DRAMA

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • Muy pocas películas consiguen alcanzar la fama de "Carros de fuego", contando con unos ingredientes tan particulares. En este caso, estamos hablando de un film inglés, de carácter deportivo en una categoría que poco tiene que ver con las competiciones más genuinamente norteamericanas (béisbol, rugby, etc.), basado en la preparación física de una serie de atletas, y que otorga una primacía muchísimo más elevada a la demostración de que quienes defienden sus ideales por encima de cualquier voluntad tanto ajena como propia, alcanza su recompensa. Sin embargo, a pesar de todas estas consideraciones previas, lo cierto es que "Carros de fuego", alentada en buena medida por el reconocimiento que tuvo en la gala de los Oscar de su año (donde se alzó victoriosa en las categorías de mejor película y guión, entre otros premios), representa una verdadera lección de mensaje a transmitir en un guión, y de elegancia visual en cada plano. Además, el hecho de contar con ese estilo inglés tan sofisticado y refinado, alejado en esta ocasión del tono sarcástico de otros largometrajes como "Gosford Park - Gosford Park, 2001" o el convencionalismo de "El discurso del rey - The king's speech, 2010", repercute muy favorablemente en el resultado final.


    El film narra la preparación para las pruebas olímpicas de atletismo de dos corredores extraordinarios, condicionados enormemente por sus principios religiosos. Por una parte, Harold Abrahams (Cross) es un estudiante de leyes, judío, que no duda en prepararse de la mejor y más honrada forma posible con tal de ganar, para lo que acude a un particular entrenador llamado Sam Mussabini (Holm), cuyos orígenes italianos y árabes son cuestionados por los altos cargos de la institución en la que estudia Abrahams. Por otra parte, se encuentra el escocés Eric Liddell (Charleson), quien antepone sus principios religiosos a cualquier tipo de prueba deportiva, lo que le representará diversos conflictos morales de cara a su preparación para las olimpiadas.


    Si ayer, en la crítica del día, decíamos que había películas que pasaban a la historia por un determinado factor (diálogos, secuencias...), he aquí otro buen ejemplo de largometraje que ha pasado a la historia por un elemento bien claro: su banda sonora. De hecho, no son pocos los que consideran que el tema compuesto por el griego Vangelis, que acompaña a ese excelente travelling de los corredores entrenándose por una fría playa inglesa al comienzo mismo del film, es lo que ha convertido a "Carros de fuego" en el film tan conocido y recordado que es a día de hoy -atención merece la pena también la secuencia en que uno de los atletas se prepara para la prueba de obstáculos colocando estratégicamente copas de champán en el borde de las vallas para comprobar cómo de certero es su salto-.


    Sin embargo, más allá de esto, se encuentra una historia que, de una forma sencilla y pausada, constituye todo un mensaje a la conciencia del público pues, partiendo de un principio común (las diferencias religiosas entre los dos protagonistas principales...) aplicado a la historia (...y cómo ello les condiciona a la hora de participar en las competiciones olímpicas), "Carros de fuego" lo que constituye es un auténtico alegato en defensa de los valores morales de cada individuo. En efecto, mientras que para Abrahams correr es un desafío a su propio afán de superación y la posibilidad de demostrar que poco importa el origen o condición religiosa de quien te prepare (impresionante la secuencia del almuerzo entre Abrahams y los rectores de las dos instituciones universitarias en la que éstos le recriminan que se esté preparando físicamente con Mussabini), para el personaje de Liddell correr es una forma de honrar a Dios y de respetar sus Mandamientos (a este respecto, especial atención merece tanto la secuencia en que, a bordo del barco que cruza el Canal de la Mancha, le comunica al delegado deportivo inglés que no piensa correr en domingo, como la encerrona que éste mismo le hace al forzar una reunión con el príncipe inglés y sus delegados para obligarle a hacerlo).


    Así pues, "Carros de fuego" se presenta muchísimo más como una defensa de los valores morales individuales descomunal, mostrando a sus principales protagonistas como seres dispuestos a cualquier cosa antes que renunciar a estos principios, pero siempre con un espíritu deportivo absolutamente impecable (al respecto, cabe mencionar la cordialidad y el respeto con el que se tratan ambos protagonistas -la admiración que Abrahams profesa al talento natural de Liddell a la hora de correr queda retratada a la perfección). Además, todo ello se ve contemplado por la elegante puesta en escena del entonces debutante Hugh Hudson que, de acuerdo con el espíritu de la misma historia, no se deja llevar por sentimentalismos, sino que apoya con cada plano la esencia del guión hasta la última palabra. Así pues, se explica que, en un momento tan decisivo del largometraje como las dos carreras finales en las olimpiadas francesas, las carreras estén rodadas y montadas de una forma totalmente anacrónica, ya que lo que a Hudson le interesa no es la competición, sino el espíritu que las alimenta.


    En definitiva, "Carros de fuego" es una estupenda película que suple una cierta falta de tensión y ritmo trepidante con una forma acertada de trasladar la historia al espectador. Y, si a esto añadimos el bellísimo tema musical de Vangelis y la escenografía fabulosa con la que cuenta (atención a una fotografía y diseño de vestuario simplemente exquisitos), el resultado es un título a conservar en la memoria, y revisar de cuando en cuando.



  • MR. HYDE DICE:

  • Aún se me ponen los pelos de punta cuando oigo la musiquilla de la peli. Personalmente, no creo que sea posible escuchar el tema de "Carros de fuego" sin que te venga a la mente la imagen de los atletas corriendo por la playa. Lástima que el resto de la banda sonora sea bastante churra, porque con lo guapo que está ese tema, Vangelis se lo podría haber currado un poco más. Pero en fin, a lo que vamos. "Carros de fuego" como película está bien aunque quien se piense que es de esas que quieren emocionar con las competiciones deportivas, que se vaya olvidando porque, a pesar de ser una peli centrada en el mundo del atletismo, parece que lo que menos le importa de toda la historia son, precisamente, las carreras. Y es que "Carros de fuego" tiene clarísimo qué es lo que quiere contar: cómo una persona, sea atleta o no, sale ganando siempre y cuando respete sus creencias y valores, independientemente de que no sean los del compañero que corre contigo. Si no, no se explica que más de las tres cuartas partes de la película se las pasen haciendo el pino para conseguir correr sin importarles lo que les condicionan a cada uno diferentes cosas (y personas).


    Esto creo que es lo que más te llama la atención de "Carros de fuego". Es como si te saliera un señor de la pantalla y te dijera "¿ves? le echan un par de huevos y consiguen lo que se proponen aunque el resto del mundo les quiera dar por la retaguardia". Aunque, por supuesto, como la peli es inglesa, lo hacen con una distinción y estilazo brutales, demostrando que es el país de los sires y de los god save the queen a base de bien. Eso es algo que no pueden negar, que los ingleses, cuando hacen películas en las que retratan a su sociedad, sea cual sea el motivo y vaya de lo que vaya la peli, guardan siempre esa elegancia natural que ya quisiéramos muchos para nosotros. En este caso, el tema está entre los condicionamientos morales que tiene cada uno de los dos corredores principales, uno judío y otro católico, por competir y ganar de forma limpia.


    Puede llamar la atención eso de "de forma limpia", pero no quiero decir que corran sin poner la zancadilla al de al lado, sino que a cada uno se la pela llevarle la contraria al rey de Inglaterra o a los rectores/decanos o lo que coño sean de la universidad en la que estudia con tal de actuar según sus creencias sin dejar de serles fieles. Por ejemplo, me encanta la parte esa en que el corredor judío poco menos que manda a tomar viento a los dos rectores del sitio en el que estudia (dos viejos más estirados que la cara de la Nicole Kidman y con una cara de malfollaos que tira p'atrás), y cómo el católico hace lo mismo con la mitad de la nobleza inglesa.


    Por supuesto, es una peli en la que tienen que ganar los que actúan de esta forma, así que tampoco hay que ser muy listo para intuir lo que pasará al final. Pero, como os decía antes, eso no es lo que importa, sino el modo que cada uno de los corredores tiene de ser fiel a sus principios, caiga quien caiga. Y eso, en los tiempos que corren, cuando parece que los cagamandurrias de turno -defensores del progreso, curiosamente- siempre se pueden meter con los mismos tontos que prefieren no defenderse y dejarse hacer (me incluyo entre ellos), es una lección bastante más valiosa. Sin ir más lejos, y salvando mucho las distancias, ya que hablamos de atletismo, me sé de uno que sale a correr los fines de semana a horas para mí intempestivas (de pronto) y que no está dispuesto a renunciar a ello por mucho que se le choteen de lo mucho que madruga para darle a las patas. Pues muy bien hecho, chaval. A ver si los demás también hacemos como los de la peli y no dudamos en echarle cojones al asunto cuando es necesario. Eso sí, lo que no entiendo es por qué demonios la película se llama "Carros de fuego", ya que ni salen carros en llamas ni nada parecido... ¿Alguna idea al respecto?