lunes, 16 de julio de 2012

CINE CLÁSICO: "UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD"

TÍTULO: UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD

DIRECTOR: FRED ZINNEMANN

REPARTO: PAUL SCOFIELD, ROBERT SHAW, ORSON WELLES, VANESSA REDGRAVE, JOHN HURT, LEO MCKERN, SUSANNAH YORK, WENDY HILLER

DURACIÓN: 120 min.

AÑO: 1966

GÉNERO: ÉPICO

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • A mediados de los años sesenta, el realizador Fred Zinnemann ya era toda una figura de referencia en la industria cinematográfica. Cada uno de sus largometrajes, había ido suscitando mayor interés que el anterior, tanto por el aluvión de premios que había ido cosechando, como por la calidad de los mismos y por los significativos cambios de género que suponían dentro de su excelente filmografía. Sin embargo, tras el triunfo que le había supuesto "Historia de una monja - The nun's story, 1959", algunos críticos habían empezado a notar que sus films posteriores no se encontraban a la altura de su gran talento, a pesar de las buenas críticas que también habían obtenido. Será por ello que, cuando Zinnemann anunció que tenía la intención de adaptar la obra de Robert Bolt acerca de la tensa situación entre Santo Tomás Moro y el monarca inglés Enrique VIII cuando éste le solicitó el visto bueno para divorciarse de su esposa para casarse con Ana Bolena, la expectación volvió a ser máxima. En efecto, el resultado no era para menos, pues "Un hombre para la eternidad" no sólo arrasó en las principales entregas de premios del año (el film consiguió, entre otros galardones, seis Oscar -incluyendo mejor película, director y actor principal-, siete BAFTA, y tres Globos de Oro), sino que es una de las obras más sólidas de su realizador, y todo un ejemplo de que el cine como espectáculo no está para nada reñido con la defensa de una determinada ideología.

    Tomás Moro (Scofield) es uno de los hombres más influyentes de la corte del rey Enrique VIII (Shaw), y uno de los principales cancilleres del reino. Cuando éste decide pedir al Papa el divorcio de la reina Catalina para poder casarse con Ana Bolena (Redgrave), consigue el respaldo de las principales personalidades religiosas y políticas de la corte, como el cardenal Wosley (Welles) o el oportunista Richard Rich (Hurt). Será entonces cuando dé inicio un terrible proceso contra Tomás moro acusado de traición a la corona mientras no capitule y se muestre favorable a la decisión del monarca, al que Moro se enfrentará con admirable valor y determinación, para desesperación de su esposa, Alice (Hiller), e hija, Meg (York).

    Aparte de las evidencias visuales, "Un hombre para la eternidad" es un auténtica lección de guión. El largometraje, además de la faustuosa puesta en escena de un espléndido Zinnemann, logra cautivar al espectador gracias a sus sutiles diálogos, repletos de ácidas réplicas y argumentos encontrados. De hecho, conforme avanza el film, mayor es la sensación que tiene el público de ir formando parte de esa trama conjuratoria en la que se pone a Santo Tomás Moro contra las cuerdas, a base de presiones, chantajes y difamaciones. No obstante, el otro gran regalo de la película viene de la mano de paul Scofield, el grandísimo actor británico que da vida a Santo Tomás Moro, y que es capaz de recitar sus líneas de diálogo con una seguridad y credibilidad pasmosas (ver el primer encuentro entre él y Enrique VIII, en el que escoge cuidadosamente sus palabras para referirse siempre a Catalina como "la reina", para desesperación del monarca), y hacer de los constantes enfrentamientos un momento único (por ejemplo, el instante en que se celebra el juicio contra él, y Moro defiende los principios del Cristianismo en contra del capricho del rey, y de los intereses políticos del resto de cortesanos, especialmente del detestable Rich).

    Así pues, "Un hombre para la eternidad", considerada mucho más que un simple films de época, es una lección magistral de buen cine a base de buen libreto. Evidentemente, las actuaciones se encuentran a la altura que exigen las circunstancias -sobretodo Scofield-, pero es el guión, redondeado por la exquisita calidad de su reparto técnico (la ambientación de John Box, la fotografía de Ted Moore y la música del galo Georges Delure o el diseño de vestuario de Haffenden & Bridge) que "Un hombre para la eternidad" se convierte en un auténtico clásico a disfrutar una y otra vez.

  • MR. HYDE DICE:
  • A este hombre, igual le daba servir para un roto que para un descosido, es flipante. Con la misma facilidad con la que hace que Gary Cooper pase a la historia haciendo de sherrif que le echa un par de huevos al asunto ("Sólo ante el peligro - High noon, 1952"), se curra una de las pelis de guerra clásicas ("De aquí a la eternidad - From here to eternity, 1953") que más me han gustado con otra secuencia que también ha pasado a la historia -la de Burt Lancaster y Deborah Kerr dándose el filete en la orilla de la playa-, o te hace una peli policíaca sobre uno de los asesinos más famosos del pasado siglo ("Chacal - The jackal, 1973"). Pues a todo eso, hay que sumarle otro peliculón como la copa de un pino: "Un hombre para la eternidad". A ésta se le ha dado mucho bombo porque se la toma como ejemplo perfecto de defensa del catolicismo, de ensalzamiento de los valores de un mártir y no sé cuántas cosas más. A mí todo eso me parece muy bien; de hecho, no tengo nada en contra de que una peli dé para hacer cuantos debates quieran después, al contrario. Pero yo os voy a hablar de lo que a mí me parece "Un hombre para la eternidad" como película. El que quiera darle otras interpretaciones, ya lo hará por su cuenta.

    Como decía, "Un hombre para la eternidad" no es de ese tipo de pelis clásicas de época en que todo son bailes de salón, torneos medievales y cerdos asados. Sí que hay un poco de ese espíritu, sobretodo en la primera mitad de la peli, pero no van por ahí los tiros. Si hay algo que de verdad llama la atención de "Un hombre para la eternidad" es el pedazo actuación tan impresionante que hace Paul Scofield. Pocas veces he visto a un actor interpretar con más convicción un papel como hace este hombre con el de Tomás Moro. Una sola mirada hace que se te hiele hasta la sangre, sobretodo cuando se monta todo el pollo en torno a las acusaciones que lo tachan de traidor, donde casi parece que ni se inmuta cuando lo sientan delante de todos los que lo acusan y se burlan de él. Pero bueno, vayamos por partes.

    Ya os he dicho que Scofield se merece todos los premios habidos y por haber por el papelón de Tomás Moro. La putada de esto es que, como no podía ser de otra forma, deja al resto de los actores y actrices a kilómetros de distancia, a pesar de que ellos también saben sacarle el jugo a sus papeles: Robert Shaw hace de un Enrique VIII cabrón y putero como él sólo (me encanta el momento en que hace lo posible por ir de buenas con Tomás Moro y conseguir su aprobación para, acto seguido, estallar hecho una furia); Orson Welles hace de cardenal repelente como sólo él sabe hace cuando quiere conseguir caerle a la peña como una patada en los riñones; y Wendy Hiller hace de sufrida mujer de Tomás Moro, dando una penica enorme al comprender los motivos por los que su marido actúa así, pero haciendo lo posible porque no lo maten.

    En cuanto al resto, la forma en que está hecha la peli, cómo está contada, es una pasada. Como os decía al principio, "Un hombre para la eternidad" no es el típico bodrio de época donde lo que importa es dejar bien claro la pastuza que se han dejado en vestuario y decorados -que también-, sino que te quede bien claro que te están contando la historia de un sacrificio, de un pobre hombre que por defender sus creencias es juzgado y ridiculizado a lo bestia (fijaos en todo el despliegue brutal que hacen de ministros, políticos, curas y demás, y de cómo ponen a Tomás Moro más solo que la una delante de ellos, como si se lo fueran a comer). No soy muy experto en si un guión está bien hecho o no (para eso ya está el pedantillo de arriba), pero os aseguro que toda la parte del juicio no tiene precio. Y los cataplines que le echa Tomás Moro cuando están a punto de cortarle el pescuezo tampoco (impresionante el momento en que perdona a su verdugo y le da unas monedas, os juro que para levantarse y aplaudir).

    Así que dejando de lado inclinaciones religiosas y movidas entre católicos, anglicanos y demás, os recomiendo en serio que veáis "Un hombre para la eternidad", porque es un peliculón de los que os acordáis pasado el tiempo. No se hace nada larga, es interesantísima, y está hecha de categoría. Y, insisto, con una de las actuaciones que más me han impresionado de todas las que he visto.