lunes, 21 de mayo de 2012

CINE CLÁSICO: "AL ROJO VIVO"

TÍTULO: AL ROJO VIVO
DIRECTOR: RAOUL WALSH
REPARTO: JAMES CAGNEY, VIRGINIA MAYO, EDMOND O'BRIEN, MARGARET WYCHERLY
DURACIÓN: 111 min.
AÑO: 1949
GÉNERO: POLICIACO

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • En la historia del cine, ha habido –y sigue habiendo- actores y actrices a los que resulta imposible no verlos interpretando un determinado tipo de papel. Para muchos, Humprfey Bogart siempre será el duro detective al que nada ni nadie es capaz de atar; Clint Eastwood siempre será el vaquero más forajido de todo el Oeste; Sir Laurence Olivier el ejemplo del gentleman inglés por excelencia; Marylin Monroe el ideal inalcanzable de mujer sexy; y otras figuras más modernas como Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger, los héroes de acción indiscutibles. En el caso que hoy nos ocupa, James Cagney siempre fue el gángster más malvado y despiadado de toda la historia del cine. Al comienzo de su carrera, parecía no haber papel que interpretara el actor neoyorquino que no estuviera marcado por la violencia de las bandas armadas o con la delincuencia, participando así en míticos largometrajes como “El enemigo público – The public enemy, 1931”, “Ángeles con caras sucias – Angels with dirty faces, 1938”, o la que hoy nos ocupa, “Al rojo vivo”.
    Cody Jarrett (Cagney) es el jefe de una banda de delincuentes. Juntos, de forma muy precisa, ejecutan un importante golpe a un tren que transporta una fuerte suma de dinero. Tras repartirse el botín, se reparten lo conseguido y se dispersan, a la espera del siguiente golpe. Sin embargo, tras interceptarle durante su huida, Cody decide entregarse voluntariamente para cumplir una condena menor. Su plan es poder volver a estar libre en pocos meses para seguir delinquiendo, tiempo durante el cuál será su posesiva e inquisitiva madre (Wycherly) quien se ocupará del “negocio” familiar, manteniendo a raya a la oportunista esposa de Cody, Verna (Mayo). Será entonces cuando, estando en la cárcel, Hank Fallon (O’Brien), un policía especializado en infiltrarse en bandas de delincuentes, hará lo posible para entrar a formar parte del círculo de confianza de Cody.
    “Al rojo vivo” es una curiosa muestra del cine negro menos elegante. Conste que decimos lo de “menos elegante” porque, a diferencia de otros largometrajes clásicos protagonizados por Bogart o Glenn Ford, aquí el protagonista no es un villano de métodos limpios y concisos, sino que el Cody de Cagney es la muestra más evidente del psicópata compulsivo. El personaje al que el actor da vida es un sociópata tremendamente influenciado por la figura de su madre, de la que es fiel devoto y seguidor, haciendo cuanto está en su mano tanto para darle gusto como para hacer lo que ella ordena sin pensar en ninguna consecuencia, ni importarle los efectos que tales actos puedan tener. De hecho, la secuencia con la que finaliza el largometraje, incluyendo la famosa frase “¿Lo ves, mamá? ¡La cima del mundo!” es ya de las más famosas de la historia del cine, y la más clara muestra tanto de la locura del personaje como de su temperamento destructivo.
    Por su parte, el director Raoul Walsh realiza una puesta en escena excelente, al no primar la espectacularidad de las secuencias de mayor acción (el asalto al tren, la evasión de la cárcel, o el fallido atraco final) en detrimento de la misma historia y del guión que recitan sus intérpretes con una convicción asombrosa. Así lo procura con esos primeros planos de Cagney en la cárcel, o mientras estudia las diferentes posibilidades de salir airoso de las situaciones más complicadas (en un auto-cine cuando decide entregarse, o en su refugio antes de dar a conocer la ejecución del último atraco). Por su parte, el resto de elementos técnicos consiguen reforzar esa sensación de peligrosidad y carencia de miedo a la muerte del villano protagonista, tal y como lo demuestra el trepidante clímax del film (atención a la música de Max Steiner mientras Cody huye con el último de sus compinches) que, por derecho propio, ya es una secuencia inmortal de la historia del cine.

  • MR. HYDE DICE:

  • Pues en mi opinión, si sumas y “Atraco perfecto – The killing, 1956” y “El precio del poder – Scarface, 1983”, con unas gotitas de “Infiltrados – The departed, 2006”, el resultado es “Al rojo vivo”. Bueno, eso teniendo en cuenta que estas dos pelis son bastante posteriores a la otra, pero vamos, que os sirve para haceros una idea. “Al rojo vivo” tiene cosas muy chulas y otras un pelín más mejorables aunque, en líneas generales, la película me ha gustado. Reconozco que tiene más años que el jabón, pero a mí aún me sigue pareciendo más falso que un billete de tres euros que los protagonistas de las películas apunten con sus pistolas y disparen de esa forma, así con brazo pegado al cuerpo, y casi sin inmutarse, rollo Bogart. Pero bueno, es el estilo de aquellas películas, así que tampoco hay que darle muchas vueltas al asunto. Lo que sí que no podía dejar de preguntarme al acabar de ver “Al rojo vivo”, es lo guapa que podría estar la peli si hicieran una versión moderna hoy en día. Con la forma de hacer películas que hay ahora mismo, fijo que la nueva versión que hicieran lo petaba. Pero bueno, estamos hablando de un clásico, así que haremos como con las novias de los amigos: se mira pero no se toca.
    Estoy seguro de que, hace un porrón de tiempo, cuando se estrenó “Al rojo vivo”, tuvo que dejar flipada a la gente por la violencia que tiene. Lo bueno que le veo yo a esa violencia, es que es tanto física (bastante disimulada, hasta para ser una película clásica –no se ve ni gota de sangre, y no se recrean para nada en cada muerto-) como, sobretodo, psicológica. Y si no, no tenéis más que echarle un vistazo a qué es lo que le hace actuar así al malo: su madre. Es como si la influencia de la señora ésta, cual Norman Bates cualquiera, volviera tarumba al delincuente éste, para seguir haciendo todo lo que hace, y ser así de bestia y despiadado. Eso está contado en la película de maravilla, hasta el punto que es casi más interesante la influencia de la vieja que no los atracos que quiere planear el hijo. Por ejemplo, no os perdáis el momento en que el gángster tiene uno de sus ataques salvajes de migraña y la madre no sólo lo ayuda a tranquilizarse, sino que se preocupa porque el resto de su banda no lo vea así de débil. O como cuando se van del sitio donde se han escondido después del atraco al tren y la madre le recomienda al hijo que se cargue al lisiado de la banda al que han abandonado en la caseta para que no hable. Os aseguro que la cara de degenerado que pone él no tiene precio, que casi parece que disfruta cuando la madre le dice que sea así de bestia.
    Por suerte, “Al rojo vivo” hace que la historia te enganche hasta el final, gracias a su variedad. Empieza con un asalto de lo más currado a un tren, sigue con la huida de la banda y con toda la parte de la cárcel, con la fuga, la venganza y la preparación del último atraco. Y todo en menos de dos horas. Aquí es donde yo le veo otra cosa buena a “Al rojo vivo”, que la historia del policía infiltrado entre tanto malo, y la preparación del golpe en el que no va a tener más remedio que participar (con el riesgo dentro y fuera de la cárcel de que alguno lo descubra), hace que aumente la intriga de la peli. Además, me gusta la forma en que se las ingenian para salvar esos momentos (cuando el poli infiltrado se tiene que vacunar en la cárcel o cuando, antes de dar el golpe, se mete en el camión cisterna antes de que uno de los malos le pueda ver la cara.
    Por lo demás, “Al rojo vivo” es una película policíaca como cualquier otra. Lo único, aparte de lo interesante de la historia, que yo destacaría de ella es la actuación tan cojonuda del malo. Se nota que el tío disfruta haciendo de cabrón desalmado, y que las escenas más violentas en las que debe pegar a alguien o cargárselo, casi parece que esté a punto de levitar. Puede que, a causa de querer contar tantas cosas –lo que os decía antes de que varía mucho de temática-, se acabe perdiendo un poco en una especie de confusión, al no saber si tomarse como una película de atracos, drama carcelario, o psicológico (con todas las movidas de la madre). Pero, aparte de eso, reconozco que es evidente que a “Al rojo vivo” la tomen uno de los iconos del cine clásico de atracos. Sólo por ver la cara de tarado total que pone el malo, y lo mala malísima que es la madre, ya merece la pena. Ah, y por supuesto, por ese final tan a lo bestia –un tanto exagerado, todo haya que decirlo- que tiene. Que yo sepa, ninguna película (aparte de un poco de “El precio del poder” que os decía antes), ha terminado así. Casi na.