domingo, 5 de febrero de 2012

CINE A DESCUBRIR: "LOS RÍOS DE COLOR PÚRPURA"

TÍTULO: LOS RÍOS DE COLOR PÚRPURA

DIRECTOR: MATHIEU KASSOVITZ

REPARTO: JEAN RENO, VINCENT CASSEL, NADIA FARÉS, DOMINIQUE SANDA, DIDIER FLAMAND, JEAN-PIERRE CASSEL

DURACIÓN: 102 min.

AÑO: 2000

GÉNERO: THRILLER

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • De todo el cine que se realiza fuera de las fronteras de estadounidenses, quizás el francés sea el más parecido en cuanto a forma de producción, puesta en escena de las historias, y confección de los largometrajes cosa que, en ningún momento, debería ser considerada como un inconveniente, sino más bien todo lo contrario. Realizadores más populares como Luc Besson o, el ahora de moda Michel Hazanavicius han demostrado sobradamente que no tienen nada que envidiar a los norteamericanos y que, puestos a rodar películas que requerirían de una comodidad y despliegue más parecido al de aquellos, son perfectamente capaces de hace un film igual de bueno o mejor de lo que se suele hacer al otro lado del océano. Si a esto se une que, al igual que sucede con casi todos los mercados, también adaptan algunos de sus best-sellers más célebres, y que también les conceden oportunidades a jóvenes talentos de la industria para que den el salto definitivo del cine más independiente a las grandes súper producciones, el resultado, a priori, es más que alentador. En el caso de "Los ríos de color púrpura", adaptación de la novela homónima del escritor galo Jean-Christophe Grangé, ha contado con dos de las caras más famosas del panorama cinematográfico francés -Jean Reno y Vincent Cassel-, y con la puesta en escena de Matthieu Kassovitz, quien unos años antes había sorpendido a propios y extraños con su impactante "El odio - La hâine, 1995".


    El comisario de policía Pierre Niemans (Reno) es llamado para investigar un extraño caso en la zona alpina de Guernon, donde se ha encontrado un cuerpo mutilado colgado de una rocosa cordillera de complicado acceso. Por su parte, el inspector Max Kerkerian (Cassel), se hace cargo de un aparente caso de profanación de una tumba en un barrio periférico de París. Cuando ambos policías, cada uno por su lado avanza en su investigación, verán como sus caminos convergen en un caso de asesinatos en serie, donde mucho tendrá que decir una experta en montañismo de carácter tan fuerte como reservado llamada Fanny (Fares), como el decano de la universidad que se encuentra en lo alto de una zona estudiantil de Guernon (Flamand) y que parece esconder más de un secreto.


    "Los ríos de color púrpura" no trata de disimular en ningún momento que se trata de una gran producción, realizada con todo lujo de detalles para resultar tan convincente como cualquier película de buena factura norteamericana. Es más, hay secuencias en que, incluso, las supera con creces. En primer lugar, la realización de Kassovitz, quien no dejaba de ponerse por primera vez al frente de una película de estas características, es firme y segura, brindando algunos de los momentos más aterradores y perfectamente planificados del cine de suspense de los últimos años. Sirva como ejemplo, el cara a cara del inspector Niemans con el asesino tras caerse por unas escaleras, en el instante en el que éste coge su pistola y dispara alrededor del agente, sólo con la intención de asustarle; o, por poner otro caso, el descubrimiento de una importantísima pista durante la autopsia al primer cadáver que han encontrado. Son instantes pequeños, pero diseñados y planificados con un acierto enorme que consigue que la audiencia casi ni pestañee.


    En el apartado técnico, el resultado tampoco puede ser mejor: el director de fotografía es el excelente Thierry Arbogast (colaborador habitual de Besson), que aporta un grado de tensión espectacular a cada una de las secuencias más misteriosas e, incluso a las de acción -caso de la persecución entre el coche de Niemans y el de un desconocido agresor mientras éste baja al pueblo desde la universidad-. Por otra parte, la banda sonora ha corrido a cargo de Bruno Coulais (célebre especialmente a raíz de su partitura para "Los chicos del coro - Les choristes, 2006) y que, con "Los ríos de color púrpura" realiza una soberbia obra musical que acompaña a la perfección a cada imagen, siendo en buena medida la responsable de que el resultado de la película sea tan acertado.


    No obstante, en el apartado de los peros, habría que incluir dos elementos mínimos pero que le pasan una factura importante al largometraje. Mi querido colega Hyde se decanta más por su desconcertante final, pero un servidor de ustedes quisiera señalarles antes otro par de motivos. El primero es que, a pesar de que la historia esté llevada con una corrección envidiable, los motivos por los que se origina todo el "caso" son demasiado increíbles como para ser aceptados sin un pequeño esfuerzo. En efecto, todo lo relacionado con los estudios (nos referimos a los "otros" estudios, que dan título al film) y con un determinado suceso que tuvo lugar décadas atrás se trata con demasiada facilidad, cuando en realidad el espectador necesita una justificación algo más realista para poder creerla con facilidad. El segundo es que, en su intento desesperado de ser una mezcla explosiva de thriller con una serial killer movie, "Los ríos de color púrpura" cae en la equivocación de querer resultar demasiado tramposa en un par de ocasiones (aquí es donde tendría sentido introducir el final al que antes hacíamos referencia, o todo lo relacionado con el decano de la facultad y su hijo).


    Sin embargo, aunque se le puedan señalar estas pequeñas consideraciones susceptibles de ser mejoradas, la verdad es que "Los ríos de color púrpura" es una película de intriga excelente, que merece la pena ser vista con la máxima atención y con ganas de pasar un buen "mal" rato. O, por lo menos, casi dos horas de tensión e intriga muy bien llevados.



  • MR. HYDE DICE:

  • A primera vista, "Los ríos de color púrpura" podría parecer una copia de "El silencio de los corderos - The silence of the lambs, 1991", tanto por el tema del asesino en serie al que dos policías tratan de encontrar buscando pistas aquí y allá, como por el tono así medio morboso de los crímenes. De todas formas, y aunque a veces parezca que lo intenta, "Los ríos de color púrpura" no es la peli de Hannibal Lecter, y tampoco le hace falta, porque su historia está hecha de categoría y te atrapa desde las letras del principio hasta los minutos finales. Y, por supuesto, como toda peli de canguelo y fiambres que se precie, con su sorpresa final cuando te tienen que decir quién es el malo de turno (aunque, en este caso, puede que alguno se quede un poco despagado con la solución -yo mismo, sin ir más lejos.).


    "Los ríos de color púrpura" está hecha al milímetro para hacer que te agarres fuerte al sillón desde su comienzo, con las letras saliendo mientras la cámara hace primeros planos de "algo" medio en descomposición que no tardas mucho en saber lo que es. Pero lo guapo del asunto es que no recrea en los asesinatos (podría hacerlo perfectamente, teniendo en cuenta cómo suelen ser los libros de Jean-Christophe Grangé, que es quien escribe la novela original en la que se basa la peli), sino que prefiere jugar muchísimo más con la intriga y con el que está sin parpadear viéndolo todo desde su casa. Por eso, cuando ves "Los ríos de color púrpura" sientes que eres uno más de la investigación, que acompaña a los policías mientras van descubriendo las pistas y hablando con los sospechosos. Desde luego, te mete en la historia a lo burro, de forma que casi te corta la respiración. Y, evidentemente, cuando pasa alguna muerte o escena de acción.


    Para quienes la hayan visto, sabrán perfectamente que ese misterio empieza con el descubrimiento del primer cadáver, cuando te enteras de que lo han encontrado colgado como un jamón a no sé cuántos metros de altura en un pico rocoso que te cagas. El mal rollito sigue cuando Jean Reno se entrevista con una monja que te pone los pelos de punta (no se puede decir mucho más de lo que pasa en el convento para no cagar la sorpresa) y, por supuesto, tiene uno de sus momentos más impresionantes cuando visitan la casa del médico por segunda vez (agüita con lo que se encuentran, y todo lo que pasa después; casi ná). Por suerte, también tiene alguna que otra parte de acción más en plan persecuciones y disparos (lo que sucede en la carretera que baja desde la universidad), pero juega mucho más con el canguelo y el suspense de atrapar a un tarado que mata a la gente como si fueran juguetes rotos.


    Entonces, si "Los ríos de color púrpura" es tan cojonuda, ¿dónde está el fallo? Pues en un par de cosillas mínimas, pero que traza la línea que separa a esta peli -cojonuda igualmente- del grado de perfección de la de los corderos que os decía antes. En primer lugar, hay algunas cosas demasiado exageradas como para querer insistir en ese ambiente de intriga como, por ejemplo, lo que pasa en el convento con la monja (casi suena a falso). Además, hay momentos en que no entiendes que ninguno de los policías reaccione como lo hace, ya sea para demostrar que es el que más huevos tiene (¿a qué cojones viene la pelea con los neonazis esos? ¿Y qué coño pintan ellos en toda esa historia?) o que puede enfrentarse al asesino en igualdad de condiciones (cuando uno de ellos corre detrás del malo, se pasa como cinco minutos detrás al galope, cuando lo más fácil hubiera sido sacar la pistola y pegarle un tiro). Y, por supuesto, el final. No es que éste sea malo, pero es que da la sensación de que han querido ser demasiado originales y sorprenderte con algo que no te pudieras esperar, pero se pasan un pelín demasiado, por lo que no te lo acabas de creer del todo.


    Pero, de todas formas, eso no tiene nada que ver para que "Los ríos de color púrpura" no sea una película acojonante en casi todos los sentidos. No es de miedo, ni lo pretende. Pero sí que te pone los pelos como escarpias cada vez que se encuentra una nuevo fiambre, o que te da la sensación de que los dos policías se están acercando demasiado a algo importante. Por lo demás, es una película que está hecha de coña, con una música brutal, y con el gusto que es ver a un actor como Jean Reno haciendo que te diviertas como un enano. Así que, por mi parte, tampoco tiene mucho sentido pedirle más.