lunes, 26 de septiembre de 2011

CINE CLÁSICO: "GILDA"


TÍTULO: GILDA

DIRECTOR: CHARLES VIDOR

REPARTO: RITA HAYWORTH, GLENN FORD, GEORGE MACREADY, JOSEPH CALLEIA

DURACIÓN: 110 min.

AÑO: 1946

GÉNERO: POLICIACO

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • Hay películas que son auténticas obras maestras de la historia del cine. Cada secuencia, cada plano, o cada gesto de sus intérpretes contiene una perfección tal que es imposible no hablar de ellas sin que uno sienta la necesidad de cuadrarse ante ellas y mostrarles la mayor de las admiraciones. Por otra parte, hay películas que, sin entrar a formar parte de tan selecto club, contienen momentos mágicos e irrepetibles dentro del séptimo arte, capaces de dotar a dichos films de una reputación que va más allá de la propia calidad de la cinta. "Gilda" pertenece, por derecho propio, a este segundo grupo.


    "Gilda" cuenta, a través de la narración de Johnny Farrell (Ford) cómo éste, tras dedicarse a trampear en las mesas de juego, salva a un peligroso gangster llamado Ballin Mundson (Macready) de una situación de lo más comprometida, sin tener la más mínima idea de quién es aquél. En agradecimiento, Mundson le ofrece a Johnny un puesto de importancia dentro de su banda, que éste acepta. Sin embargo, los problemas no han hecho más que empezar para Johnny ya que, un día, se entera de que la esposa de su jefe no es otra que la seductora Gilda, con quien Johnny tuvo sus más y sus menos en el pasado, y cuya relación no sólo no terminó nada bien, sino que Johnny aún guarda profundas cicatrices en su interior. Cuando Gilda se vuelva a sentir atraída por Johnny, él se verá obligado a elegir entre la lealtad a su jefe o dar rienda suelta a su pasión por Gilda.


    El largometraje dirigido por Charles Vidor es y será siempre recordado por la secuencia en la que una arrebatadora Rita Hayworth canta Put the blame on Mame, mientras se despoja de uno de sus larguísimos guantes. La fuerza de esa secuencia, combinada con el poder de seducción de la actriz, y con la sabia dirección de Vidor -nunca aquello de "más vale insinuar que mostrar" tuvo una representación más clara que en esta película- es única e inimitable. El resto del film se mueve entre las aguas de lo correcto y lo intrascendente (no en vano, hay quien considera la relación de los personajes de Gilda y Johnny Farrell una especie de repetición de la que existía entre los Rick e Ilsa de "Casablanca - Casablanca, 1942").


    No obstante, en honor a la verdad, sería injusto no admitir que los momentos más logrados de la película son, precisamente, aquellos en los que Gilda y Johnny se enfrentan cara a cara. Y dedimos enfrentan porque, si bien ambos personajes hacen lo posible por convencerse de que cada uno está mejor sin el otro (traducido en un manifiesto odio entre ellos a lo largo de casi todo el largometraje), lo cierto es que el público no duda en ningún instante que tanto desprecio no es sino un síntoma inequívoco del amor que se ambos están condenados a ocultar. A este respecto, cabe mencionar otra de las secuencias magistrales del film: aquella en la que Johnny le propina a Gilda una tremenda bofetada en la cara tras una de sus discusiones. Tanto la reacción de Johnny antes y después del golpe, como la de Gilda no hace otra cosa que reforzar esa idea, presente en el largometraje, gracias a la acertada dirección de Vidor, desde que se ven los dos por primera vez hasta que acaba la cinta.


    En resumidas cuentas, "Gilda" es una película-icono, si se quiere entender de esta forma, necesaria de ver para poder conocer la génesis de lo que ha sido la presencia de la femme fatale en la historia del cine. Desde el momento en que Hayworth hace acto de presencia en la pantalla con ese movimiento seductor de pelo despejándoselo de la cara con un movimiento de su cuello, pasando por los movimientos y reacciones de indiferencia en las secuencias que comparte con Gelnn Ford, y terminando en la ya citada secuencia del baile, "Gilda" se convierte en un exponente clarísimo de la fuerza que puede aportar un personaje al total de una película y de cómo, en ocasiones, basta un simple movimiento, casi imperceptible, o una mirada, para decir muchísimo más de lo que podría expresarse con miles de palabras.



  • MR. HYDE DICE:

  • Me hace gracia pensar en cómo ahullaría la peña como coyotes al ver a la Hayworth, toda buenorra (para la época), quitarse un guante o pasearse por ahí en albornoz. Supongo que, salvando muuuuuucho las distancias, sería como los de mi generación cuando vieron a Jessica Alba en "Sin City. Ciudad del pecado - Sin City, 2007", vestida de cowgirl mientras hace su show en un escenario (los que no sepan de qué hablo, que busquen pitando una foto de la muchacha en Internet y me entenderán en cero coma). La buena señora, aparte de ser muy guapa, sabía lo que era hacer de mujer fatal como Dios manda (en este caso, no tan fatal y sí mucha mujer).


    Ahora bien, aparte de Rita Hayworth, el resto de la peli, pues está bien pero tampoco es para tirar cohetes. Distraida y poco más, pero no tiene nada, aparte de lo obvio y repetido ya mil veces, que la distinga de las otras tantas parecidas que se hicieron en la época. La historia del típico "chico malo" que acaba dividido entre su antiguo amor -también, mira tú que es pequeño el mundo...- y su trabajo está bien llevada, aunque no es de las que acabas recordando con entusiasmo cuando pasa el tiempo. De hecho, hace ya unos cuántos años que la vi (cuando aún pululaban por el mundo los VHS), y no recuerdo especialmente ninguna escena o momento que me dejara pasmado (aparte del de otra canción que baila Gilda, Amado mío), porque me pareció muy en plan Bogart. O sea, la clásica película de gangsters y matones, pero con el añadido de tener a una señora que estaba como queso en mitad de la función.


    Pero vamos, aún sin recordarla demasiado bien, recomiendo a los que no la hayáis visto que, si tenéis la oportunidad, la aprovechéis para ver una peli que tiene uno de los momentos más famosos de la historia del cine y que, a fin de cuentas, acaba siendo una distracción de lo más recomendable.