sábado, 5 de mayo de 2012

CINE A DESCUBRIR: "EL GRAN AZUL"

TÍTULO: EL GRAN AZUL

DIRECTOR: LUC BESSON

REPARTO: JEAN-MARC- BARR, JEAN RENO, ROSSANA ARQUETTE, GRIFFIN DUNNE, PAUL SHENAR

DURACIÓN: 168 min.

AÑO: 1988

GÉNERO: AVENTURAS

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Antes de embarcarse en los proyectos que definirían su estilo personal como figura clave dentro del cine de acción y fantástico francés, el director Luc Besson realizó una de sus películas más famosas y, por qué no decirlo, de las más fascinantes que han contado con parajes naturales como un protagonista más de la historia. Para ello, esbozó un argumento original que le permitía centrar la historia en ese gran azul del título, que la cámara de Besson retrata con admiración y grandiosidad. No obstante, pocos años más tarde, el propio Besson realizaría el documental “Atlantis – Atlantis, 1991” El resultado, además de una memorable interpretación de Jean-Marc Barr como apasionado incondicional del fondo marino y, sobretodo, de Jean Rano como sensacional competidor eterno del intérprete principal.

    Jacques y Enzo (Barr y Reno, respectivamente), desde niños, han sido dos enamorados del mar, y han competido por ver cuál de los dos era capaz de contener mayor tiempo la respiración bajo el agua. De adultos, ambos acuden a un campeonato mundial de inmersión, donde los dos pondrán a prueba su increíble capacidad para la apnea. A ellos, que mantienen una distante relación de camaradería y rivalidad, se les une una periodista norteamericana llamada Johana (Arquette), quien está preparando un reportaje sobre Jacques, y del que se enamorará perdidamente. Sin embargo, la pasión de Jacques y Enzo por el mar es total, lo que les empuja a un malsano afán por permanecer en él todo el tiempo que puedan.

    “El gran azul” es una muerta de toda la belleza con la que puede recoger una cámara el mar. Ese gigantesco monstruo azul es casi acariciado por la cámara de Besson, quien no oculta en ningún instante su admiración y deleite por todas y cada una de las secuencias submarinas. Por ello, en ocasiones da la impresión de que “El gran azul” no es sino una excusa para rodar en dicho medio, lo que juega en contra de la propia historia. ¿Y de qué forma? Pues sirviendo de mera excusa para retratar algunas de las secuencias más hermosas vistas en una película comercial, y que tiene lugar bajo el mar. La historia acerca de la extraña competitividad entre ambos hombres es algo totalmente vacío (sólo se salva algún que otro apunte, como la divertida secuencia en que el equipo japonés se prepara para la inmersión ante la mirada estupefacta de Enzo), al igual que la secuencia que sirve de presentación para el personaje de Jacques (nos referimos a aquella en la que realiza un rescate asombroso en unas aguas gélidas).

    Sin embargo, Besson parece no darle excesiva importancia, ya que se las ingenia para componer todas y cada una de las secuencias acuáticas en un auténtico festival visual. En efecto, se sirve de cada uno de los momentos de inmersión de los personajes para que su cámara retrate las profundidades del mar con una calidez y colorido tan fascinante que el espectador, en ocasiones, puede olvidarse de la simpleza de la historia que le está contando “El gran azul”. Evidentemente, el film también es consciente de que debe ser algo comercial, por lo que se introduce el elemento romántico de turno entre el personaje de Jacques y la periodista que (atención a la belleza descomunal de la secuencia en que nadan con los delfines), contra todo pronóstico, sirve para reforzar aún más el amor incondicional que los dos protagonistas masculinos sienten por el mar -de ahí la secuencia final, antes de que Jacques se sumerja por última vez con ayuda de Johana-.

    Ahora bien, también es cierto que buena parte del público pueden considerar a “El gran azul” como una excusa tediosa y aburrida al preferir decantarse por los extraordinarios planos conseguidos por el director de fotografía galo Carlo Varini. No obstante, “El gran azul” es mucho más que eso. Además de ser una oda bellísima al mar, es uno de los ejercicios fílmicos más brillantes de su director, quien aprovecha todos y cada uno de los recursos posibles (el blanco y negro para el prólogo, el formato panorámico para los descensos en competición, los originales giros argumentales para aumentar el interés del largometraje –la estrategia de Jacques para sacarle más ventaja a la marca de Enzo en una de sus inmersiones-, etc.) y la belleza absoluta hasta en los momentos más distendidos (Enzo tocando un piano de cola blando al borde de un mar increíblemente azul). Así pues, aunque “El gran azul” no cuente con el dinamismo de las producciones de acción que Luc Besson realizó a continuación –tanto en calidad de director como de guionista-, sí que es uno de sus trabajos más admirados. Y, por supuesto, digna de las mejores composiciones, la hermosísima y sugerente partitura compuesta por Eric Serra.

    En definitiva, “El gran azul” es una película para disfrutar con uno de los mayores regalos y misterios que nos ha regalado la naturaleza. El resto de lo que contiene, no son más que meras excusas para servir a este propósito.

  • MR. HYDE DICE:
  • Para ser sincero, la primera vez que vi “El gran azul”, de pequeño, me pareció un tostón del quince. Supongo que porque imaginaba que sería una peli sobre animalitos, aventuras con delfines y tal. Y claro, cuando ya llevas una hora, y de delfines nada, pues como que te la pela el resto. Pero, cuando la volví a ver, ya un poco más mayor, me hizo gracia darme cuenta de que la peli es chulísima y de que no me gustara de nano. Por supuesto, no es la típica película para críos, por mucho que pase en el agua, y por mucho que los delfines tengan algo que ver en la historia. Pero es un pasada. El argumento, reconozco que, aunque un pelín monótono, es original porque, que yo pueda recordar ahora mismo, nadie había hecho antes una película entera sobre la apnea (para los de la E.S.O., “apnea” = “esa movida de aguantar la respiración debajo del agua”), y mucho menos combinándola con una pasión brutal por el mar.

    De todas formas, es chunguete decir si “El gran azul” es una película de aventuras, un drama, o una historia de amor porque, en realidad, es un poco de todo. La aventura de los dos hombres que, desde chavalines, ya se pican para ver quién aguanta más debajo del agua, y que crecen para volver a competir en un campeonato mundial, con sus estrategias y demás; un drama por la obsesión casi enfermiza del prota por poder pasarse la vida debajo del agua, y por un par más de cosas que pasan y que no diré para no cagaros la sorpresa; y una historia de amor por todo lo que tiene que ver con el rollete que se monta con la periodista yanqui que va a hacer un reportaje sobre todo esto. Aún así, a “El gran azul” no le pasa como a otras pelis, que se hacen la picha un lío porque no tienen claro hacia qué lado de todos quieren tirar. Aquí, la cosa está clara y, por encima de todo, lo que quieren hacer es una película sobre gente que adora el mar, y sobre lo bonito que pueden ser las sensaciones de libertad que significan para ellos.

    Además, hay un par más de cosas en “El gran azul” que se salen por la puerta grande. La primera es la fotografía, y la segunda es la música. Sobre la fotografía, no tengo ni papa de quién es el director, pero es una pasada cómo retrata el mar, tanto por lo que pasa dentro como fuera. Y la música de Eric Serra (que, de normal, su música me parece bastante bodrio), es una chulada que le va a las escenas como anillo al dedo. De las actuaciones, por supuesto, lo mejor es Jean Reno, que consigue hacer de una especie de rival súper cachondo (no os perdáis el momento en el que invita a su oponente a casa de su madre, que ha preparado comida como para un ejército entero, y le regaña a su hijo por no comer como es debido).

    La parte que menos me convenció de “El gran azul” es todo lo que tiene que ver con las rayadas mentales del protagonista (lo llamo así porque no recuerdo cuál es su nombre en la película), sobretodo a partir de una cosa chunga que pasa en una de las pruebas de buceo. Tanto eso como lo que se supone que es el desenlace de la historia de amor es un poco deprimente, y demasiado complicado –y digo “complicado” por no decir que el prota se acaba comportando como un auténtico tarado, gilipollas de cabo a rabo-. Pero bueno, supongo que de algún modo tenían que acabar la historia y, teniendo en cuenta por los derroteros que ha ido la peli hasta ese momento, cualquier final podría valer.

    En fin, que “El gran azul” es una película muy guapa. Y creo que su mayor ventaja es que consigue interesar a quien le atrapa su historia y, a quien no, pues siempre puede disfrutar con todos los momentos que pasan junto al mar y debajo de él. Al menos, como postal animada del fondo marino a ritmo de una música preciosa, “El gran azul” sí que es una pasada.