lunes, 9 de julio de 2012

CINE CLÁSICO: "EL SALARIO DEL MIEDO"

TÍTULO: EL SALARIO DEL MIEDO

DIRECTOR: HENRI-GEORGES CLOUZOT

REPARTO: YVES MONTAND, CHARLES VANEL, FOLCO LULLI, PETER VAN EYCK, VERA CLOUZOT, WILLIAM TUBBS

DURACIÓN: 143 min.

AÑO: 1953

GÉNERO: SUSPENSE

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • Cuando se produce un terrible accidente en una explotación petrolífera de una región indeterminada de Sudamérica, la compañía selecciona a cuatro voluntarios para que, a cambio de una suculenta compensación económica, conduzcan dos camiones cargados de nitroglicerina desde la central de la empresa hasta el yacimiento siniestrado. Los elegidos son Mario (Montand) y Jo (Vanel), dos fugitivos franceses refugiados en la región, Luigi (Lulli), un emigrante italiano que trabaja como peón, y Bimba (Van Eyck), un alemán hijo de judíos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial. El camino que tendrán que emprender estará lleno de peligros que amenazarán constantemente la delicada carga, además de las tensiones que surgirán entre los hombres durante el viaje.

    "El salario del miedo" es un film clarísimamente estructurado en dos partes. En la primera (y que, para desespero de mi querido colega Hyde, ocupa más de una hora), Clouzot se limita a hacer un retrato demoledor de los personajes. Aunque pueda parecer una primera parte algo más lenta, en realidad, lo que Clouzot logra no deja de ser paradójico, pues realiza un retrato demoledor de los protagonistas, reduciendo a la nada sus valores morales y principios éticos, y centrándose en que al público le quede bien claro no sólo que no son personas de fiar, sino que únicamente velan por sus propios intereses, con independencia de lo que tengan que hacer para salvaguardarlos o salir beneficiados. No hay más que fijarse en breves momentos como aquel en que Jo se presenta en las oficinas de la compañía alegando que él conducirá el camión porque el otro compañero seleccionado "no ha podido presentarse". Asimismo, por si fuera poco, Clouzot, echa más leña al fuego convirtiendo al personaje principal -Mario- en un ser verdaderamente despreciable: menosprecia sin disimulo a la mujer que está enamorada de él en cuanto ésta le supone un estorbo, y no duda en pasar -literalmente- por encima de sus compañeros con tal de cumplir con el trabajo que le proporcionará una suculenta recompensa.

    Así pues, teniendo en cuenta que el realizador se empeña en que el espectador tenga claro qué tipo de anti-héroes son los protagonistas del film, "El salario del miedo" consigue algo inaudito: que el público, durante su segunda y magistral mitad, olvide los prejuicios que tiene contra los cuatro conductores, para centrarse en las numerosas penurias y momentos de tensión explosiva -valga el chiste fácil- a los que tienen que hacer frente (la secuencia en la que atraviesan un tramo de carretera conocida como "la chapa" en la que, de no mantener una velocidad constante, la mercancía vibraría provocando una explosión devastadora; aquella otra en la que se ven obligados a volar con una pequeña cantidad de la nitroglicerina que transportan una piedra enorme que se ha desprendido de una montaña y les cierra el camino; o el instante en que el camión queda atrapado en un charco de petróleo del que debe salir, aún a costa de la salud de uno de los conductores). Es más, Clouzot lo consigue incluso mientras ellos siguen demostrando la clase de cobardes y traidores que son, tal y como deja patente el instante en que Jo abandona a su suerte a Mario en una peligrosa maniobra que puede suponer su fin.

    Otro detalle que llama poderosamente la atención de "El salario del miedo" es que, Clouzot, muestra una total despreocupación por sus personajes. Da la sensación de que, ni siquiera a él, le caen bien. Así podría explicarse en repentino final que tienen dos de ellos, desapareciendo de escena con ruido pero sin la más mínima emotividad por parte ni del realizador (Clouzot no humaniza en absoluto este suceso) ni del resto de personajes, que lo consideran más una traba para poder llegar a su destino que no una pérdida humana a lamentar.

    De esta forma, lo que convierte a "El salario del miedo" en una película tan asombrosa es la habilidad del realizador para conseguir mantener al público con el alma en vilo durante el grueso del largometraje, a través de una puesta en escena que, si bien peca un tanto de anticuada hoy en día, no es menos cierto que contiene algunas de las secuencias con más tensión acumulada de la historia del cine. Si a esto se le añade unas interpretaciones algo sobreactuadas pero la mar de eficaces, no cabe duda de que "El salario del miedo" es una gran película a ver con calma y pasión por los detalles.

  • MR. HYDE DICE:
  • "El salario del miedo" es una peli que tiene una primera hora que es un bodrio soporífero, y una segunda hora que, casi sin pasar nada, te hace estar todo el rato en tensión. Por qué está todo tan descompensado es algo me parece que no sabré nunca, pero así es. Los más listillos (el de arriba, por ejemplo), dicen que es porque eso hace que el director pueda describir mejor a los personajes, y no sé qué filosofías baratas de la naturaleza humana. A mí, la verdad, es que todo eso me la trae bastante al pairo porque, a fin de cuentas, lo que me importa es que la película esté chula y me entretenga. Por eso, cuando veo una peli como "El salario del miedo", con tantísima reputación, y de la que hablan tan bien dondequiera que leas un poco, pues me espero un peliculón clásico de esos que están guapísimos aunque tengan tropecientos años. Pero, si en lugar de eso, te pasas media película bostezando y la otra media atento, pues en fin...

    Vaya por delante que "El salario del miedo" no me ha disgustado. Tampoco me ha parecido que sea la leche en bote, pero digamos que tiene el interés suficiente como para que te estés las casi dos horas y media que dura viéndola. Sé que puede parecer exagerado cuando digo que la primera mitad de la peli, pero no es coña ni una forma de hablar. Es que, si la película dura dos horas y media, te pasas casi hora y cuarto entre ji-ji, ja-jás, bli-bli y bla-blás, y donde no te cuentan nada que no se pudiera resumir en quince minutos. ¿Que quieres dejar constancia de que todos los tíos que salen con unos parásitos y unos desgraciados que apuñalarían a su propia madre por dos duros? Vale, ningún problema. ¡Pero macho, no te estés media vida demostrándolo, que con que lo sacaras un par de minutos ya nos había quedado claro! Es más, voy a concretar, con que hubieran dejado el momento ese en que el gordo italiano y el que se las da de duro se encabronan en la taberna, ya hubiera sido suficiente. Pero, en vez de eso, tienes que ver cómo llega, lo hijoputa que es el tal Mario (trata a la chica que está loca por él como si fuera un trapo, y utiliza al amigo italiano como le da la gana) va y viene por el pueblo, cómo no hay nada que hacer en ese pueblo cochambroso perdido en el culo del mundo, o cómo lo más interesante que hacen estos dos es pasear, hacer comentarios trascendentales sobre lo chungo que es escapar de ese sitio, y lo dura que es la vida de fugitivo. Lo dicho, que con un ratico breve para explicarlo hubiera quedado la mar de claro -parece que nadie le dijo aquello de que "lo bueno, si breve, dos veces bueno"-.

    Ahora, eso sí, cuando se dejan de tonterías y empiezan con el viaje ese suicida, la cosa ya cambia. Ahí sí que vuelve todo el interés que tanto echas de menos en la primera mitad. Y lo curioso del caso es que no lo consiguen llenándolo todo de explosiones y tal, como harían hoy en día (por otra parte, me encantaría que alguien con el suficiente talento como para entretener -Tony Scott, por ejemplo- hiciera una versión moderna, porque fijo que iba a al grano y lo petaba), sino que todo el interés depende de cómo hacen que te creas que, de verdad, están transportando no sé cuántas toneladas de nitroglicerina y que, al menor estornudo, se va todo a hacer puñetas. Es toda esa segunda parte de la peli donde estás bien atento, y donde sabes que en cada esquina se van a encontrar o una trampa o un impedimento que pone a prueba su destreza e inteligencia (os juro que a mí en la vida se me hubiera ocurrido lo que a uno de ellos para reventar un pedrusco enorme que se ha desprendido y les bloquea la carretera por la montaña) y, precisamente por ello, "El salario del miedo" se vuelve ahí tan interesante.

    Pero vamos, en líneas generales, digamos que "El salario del miedo" es una peli que ya he visto para toda mi vida. Reconozco el enorme mérito que tiene rodar una película como ésta, donde la mitad de la pasas atrapado en un poblacho sudamericano de mala muerte, y la otra mitad haciendo que la peña se emocione con una historia que, básicamente, depende de que cuatro locos consigan no volar por los aires. Así que, sí, os la recomiendo pero, igual que os digo otras veces que la peli es una caña, pues en este caso no pasa lo mismo. Lo que no tiene por qué quitarle ningún mérito, dicho sea de paso.