DIRECTOR: KEVIN COSTNER
REPARTO: KEVIN COSTNER, GRAHAM GREENE, MARY MCDONNELL, ROBERT PASTORELLI, ROBERT A. GRANT
DURACIÓN: 188 min.
AÑO: 1990
GÉNERO: WESTERN
Revelada como uno de los éxitos sorpresa del año, el debut en la dirección del actor Kevin Costner supuso una revisión del género del western crepuscular, pero dotado de una gran sensación del espectáculo, que fascinó tanto al público de todo el mundo, como a la crítica especializada (el film fue galardonado con siete Oscar, incluyendo mejor película del año, por encima de títulos firmados por cineastas del calibre de Francis Ford Coppola o Martin Scorsese).
John Dunbar (Costner) es un condecorado teniente del ejército confederado, durante la Guerra de Secesión norteamericana que, tras un importante logro en campaña, solicita el traslado a un puesto fronterizo, alejado de las zonas de combate. Allí, esperando poder encontrar algo de pazo en su vida, establece contacto con una tribu de indios sioux, liderada por "Pájaro pateador" (Greene). Lo que empieza siendo una relación de desconfianza mutua, poco a poco se va convirtiendo en una relación amistad y respeto, alentada en gran medida por la presencia de una mujer blanca, adoptada desde pequeña por los indios, llamada "En pie con el puño en alto" (McDonnell), de quien Dunbar se enamora. Sin embargo, el resto de los soldados del ejército al que pertenece Dunbar, no tardarán en hacer su irrupción y poner en peligro la existencia de la tribu india.
"Bailando con lobos" deja claras, de entrada, dos cosas. La primer es que no es ningún secreto que Kevin Costner siempre ha sido un amante de los grandes westerns que ha dado la historia del cine. Su amor por este tipo de historias queda patente en cada plano de la costosísima puesta en escena del film, donde la cámara se encarga de mostrar todas y cada una de las maravillas del lejano Oeste, dentro de un ambiente ya crepuscular, maravillosamente retratado -años más tarde volvería a dar buen ejemplo de ello con la excelente "Open range - Open range, 2003"-. Costner no ha regateado en nada a la hora de captar cuanto más mejor de semejante espectáculo, logrando hacer de la densa novela de Michael Blake (adaptada para la gran pantalla por él mismo) un relato interesante y arrebatador sobre lo terribles que pueden ser los actos del ser humano pero, al mismo tiempo, del cambio que éste puede experimentar en su interior para ser mejor persona.
Lo segundo que queda evidente tras ver "Bailando con lobos" es que Costner también es un amante de los relatos épicos. Por supuesto, está claro que Costner ha estado atento mientras directores como Lawrence Kasdan o Brian de Palma lo dirigían en sus films, ya que la capacidad de ofrecer un gran espectáculo del primero (patente en la entretenidísima "Silverado - Silverado, 1985"), y la forma única de planificar la puesta en escena del segundo (no hay más que ver "Los intocables de Elliot Ness - The untouchables, 1987") están presentes en cada fotorgrama del largometraje. Sin ir más lejos, observar detenidamente el comienzo del film, en el que un herido Costner se aferra a su bota con tal de no perder la pierna para, acto seguido, mostrar su carencia de motivos para seguir luchando cuando se pasea a caballo casi inconsciente por el frente enemigo.
Afortunadamente, y a pesar de un metraje excesivo, Costner consigue alcanzar un equilibrio justo entre el espectáculo de las escenas más dinámicas y la progresión dramáticas de las más intimistas, consiguiendo hacer creíble la inmersión del personaje principal en una cultura y forma de vida que, hasta hacía poco tiempo, consideraba propias de salvajes. Asimismo, la hermosa historia de amor y descubrimiento que ofrece al espectador (excelente Mary McDonnell) es acogida por éste con los brazos abiertos, al conseguir introducir con gran acierto un aspecto que sirve de nexo entre ambas culturas, y que también le sirve al público para identificarse con la evolución del personaje.
Así pues, "Bailando con lobos" se presenta como un film poderoso, hipnotizante y con algunas de las secuencias más fascinantes del cine épico. En, en resumen, una historia de descubrimiento y redención que consigue hacer que el cine se vea como el gran espectáculo que es, a pesar de que el metraje, en este caso, sea ligeramente excesivo.
Con "Bailando con lobos" me pasa algo parecido a lo que decía el otro día cuando hablábamos de "El paciente inglés - The English patient, 1996", y es que es demasiado larga. Hay películas, como ésta, a la que si les cortas media hora (o una hora entera), el resultado sería una maravilla, y no una peli que está chula pero que, de tan larga que es, se vuelve un poco rollo. A mí me gustó "Bailando con lobos", no os equivoquéis, pero es que la pobre es larga de cojones -y eso que todavía pulula por ahí en ediciones especiales una versión de más de cuatro horas-. Hay pelis como, por ejemplo, "Braveheart - Braveheart, 1995" que, aunque duren lo suyo, no se te hacen nada aburridas. Hasta una película como la versión que hizo Kenneth Branagh de "Hamlet", y que dura más de cuatro horas, me dejó con la boca abierta, y tres cuartos de lo mismo se podría decir de "Érase una vez en América - Once upon a time in America, 1984". Pero es que Kevin Costner, por mucho que se lo haya currado con su peli de indios y vaqueros, no es ni Sergio Leone y la capacidad narrativa de Branagh. Así que, sí, "Bailando con lobos" es una peli buena, chula, pero demasiado larga, haciendo que las tres horas y poco que dura se noten y, al final, acaben cansando un poco.
Por suerte, este es casi el único de los peros gordos que le veo yo a la peli. Porque, cuando os digo que me parece demasiado larga, no me refiero al hecho de que dure mucho (la última de "El señor de los anillos" se me hizo infinitamente más larga que ésta), sino a que dedica demasiado rato a cosas que se podría haber ahorrado o que no te cuentan nada nuevo. Comprendo que el hombre este se habrá gastado una pastuza en hacer la peli, o que le gustan mucho esos paisajes del Oeste americano, y querrá que salgan cuanto más tiempo mejor. Pero al pollo se le va la mano con puestas de sol, movimientos de cámara entre las tribus indias y todo eso. Por poner un caso, desde que el teniente llega a ese puesto de control militar que está por donde Sansón perdió el flequillo hasta que pasa algo realmente interesante con los indios, pasa casi una hora. Entre que llega al sitio, se instala, inspecciona la zona, se pone a hacer el chorra con el fuego, y se le acercan los primeros indios, se tira la friolera de una hora. Me diréis que no podría haberle dado un poco más de brío y aligerar un poco el tema. Y, cuando ya está con los indios, pues más de lo mismo: mucho descubrimiento mutuo, aprecio y demás, pero se tira cuatro años para contarte algo que podría haber resumido en quince minutos.
Pero bueno, tampoco quiero dejaros con la impresión de que "Bailando con lobos" es una película que no merece la pena, porque no es así. Es todo un espectáculo hecho a lo grande, y con la intención de ser así de enorme. Además, para ser la primer vez que un actor se pone detrás de la cámara, es un debut de lo más currado, porque se nota que ha cuidado hasta la exageración cada detalle. De entrada, olé los cataplines del que ha sido capaz de hacer en película una historia como esta porque, si la peli no estuviera bien hecha, sería una castaña monumental. Por suerte, las imágenes espectaculares están en sintonía con lo que van contando de la historia. En el recuerdo tengo trozos como ese del principio en el que Costner se va con los bártulos al puesto fronterizo, con ese viaje que hace y donde te das cuenta del pedazo de terrenos que tienen por allí, los primos del otro lado del charco (muy chula, por cierto, la música de John Barry y la fotografía de Dean Semler), cuando Kevon Costner está en medio de un campo como de trigo, que acaricia las espigas mutantes esas o, incluso, el momento en que se va a cazar búfalos cuando ya se ha hecho coleguilla de los indios. Son todos esos trozos, junto con una historia en plan descubrimiento de personas y reconciliación los que hacen que "Bailando con lobos" sea una película así de recordad y de buena.
Lo que también me llama la atención es que tenga los huevos de sacar a los soldados americanos como los malos que se cargan a los indios porque sí cuando, lo normal hasta ese momento, es que cuantos más pieles rojas mandara a criar malvas, más machote y más como héroe se presentaba al protagonista (que se lo pregunten, si no, a John Wayne, que no andaba con tonterías a la hora de mandar al otro barrio a todos los toro sentado que podía). Aquí, Kevin Costner prefiere dejar claro que si los indios eran así de cafres -también es cierto que algún destarifado habría por ahí, que tampoco serían todos angelitos del Señor- es porque el hombre blanco les había dado antes por la retambufa a base de bien. Vale que es demasiado extremo, y que ni todo es blanco o negro, pero me pareció una forma diferente y original de verlo. Y, ya de paso, si el protagonista tiene tiempo para enamorarse, descubrirse a sí mismo (como les gusta decir a todos estos que se ponen así en plan metafísico y trascendentales) y cambiar de actitud para ser más tolerante y comprensivo pues mejor. Ahora, como os digo, si lo hubiera hecho en sesenta minutos menos, yo, personalmente, se lo hubiera agradecido. Aparte de eso, os recomiendo "Bailando con lobos", que es una película que, al menos una vez, merece la pena verse.