lunes, 16 de abril de 2012

CINE CLÁSICO: "LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE"

TÍTULO: LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE

DIRECTOR: JOSHUA LOGAN

REPARTO: LEE MARVIN, CLINT EASTWOOD, JEAN SEBERG, RAY WALSTON, HARVE PRESNELL

DURACIÓN: 166 min.

AÑO: 1969

GÉNERO: COMEDIA MUSICAL

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • La realización de un proyecto como “La leyenda de la ciudad sin nombre” es un caso bien curioso. A finales de la década de los sesenta, parecía que los grandes musicales ya empezaban a estar de capa caída, tras haber vivido su época dorada desde hacía décadas, y después del estreno, en esa misma década, de largometrajes tan célebres como “My fair lady – My fair lady, 1964” o “Sonrisas y lágrimas – The sound of music, 1965”. Sin embargo, da la impresión de que, animados por el éxito que había cosechado “Oliver – Oliver!, 1968” el año anterior –que, además, se tradujo en cinco Oscar de la Academia-, se le quiso dar una nueva vuelta de tuerca al género, de forma que el film resultante no fuera ni un musical al uso, ni una simple comedia disparatada al más puro estilo de Blake Edwards o Stanley Kramer. De esta forma, planteada como una gran producción, “La leyenda de la ciudad sin nombre” contó con un inspirado trío de intérpretes, y con una historia tan dicharachera como estrambótica.


    Finales del siglo XIX. La fiebre del oro está en su apogeo. A un emplazamiento natural com muy poca explotación, acuden en masa buscadores de oro con el fin de hacerse ricos con la prospección. Entre ellos, se encuentra un viejo coronel del ejército estadunidense, adicto a la bebida, llamado Ben Rumson (Marvin), un joven e intrépido buscador al que todos llaman afectuosamente "Socio" (Eastwood), y Elizabeth (Seberg), una bella mujer. Los problemas empezarán cuando, en mitad de toda la explotación, los dos hombres se enamoren de la misma mujer, hecho que provocará toda una retaíla de divertidas situaciones, mientras la "Ciudad sin nombre" no para de crecer.


    “La leyenda de la ciudad sin nombre” es una película tan divertida como difícil de clasificar. Por un lado, la presencia de actores como Clint Eastwood y Lee Marvin hace pensar más en una aproximación al western, sobretodo si se tiene en cuenta el tipo de personaje al que cada uno interpreta. Por una parte, Eastwood es presentado como el elegante, sofisticado y seductor pero que, cuando la situación lo requiere, no duda en hacer uso de la fuerza bruta para imponer su criterio. Por su parte, Marvin encarna una vez más al eterno borrachín -según las malas lenguas, parece que no se tenía que esforzar mucho en interpretar este tipo de papeles-, pícaro y alborotador, mientras que Jean Seberg cumple a la perfección con el rol de “chica de la película”, sacándole todo el partido posible a las escenas que comparte con ambos actores.


    No obstante, es gracias a la dirección de Logan que “La leyenda de la ciudad sin nombre” funciona de forma tan efectiva. La puesta en escena, que no oculta en ningún momento el guiño a las grandes súper producciones (el diseño de producción y de decorados es deslumbrante), consigue sacar el mejor jugo posible a cada uno de los géneros que mezcla. Como obra musical, las canciones aparecen en el film en el momento justo para no interrumpir el avance de la acción, y sus melodías son tan pegadizas como agradables (atención al vozarrón de Lee Marvin en la versión original); como comedia, lo largo del film se suceden episodios que ponen de relieve continuamente el aspecto más cómico del mismo, como la pelea provocada entre Ben y "Socio" por ganarse el afecto de Elizabeth, la secuencia del revuelo causado por el escape de un toro, o la serie de sucesos encadenados que provocan que la ciudad se venga abajo; y, finalmente, como western, “La leyenda de la ciudad sin nombre” toma los elementos más básicos para desarrollar la historia, es decir, el marco escénico y la época en que tiene lugar la acción (ese Oeste casi crepuscular).


    Así pues, concebida aún hoy como una película que va a contracorriente de los cánones establecidos en su época, “La leyenda de la ciudad sin nombre” sigue siendo un largometraje terriblemente entretenido (a pesar de su duración), original y divertido, que no sólo consigue ese punto de frescura en su argumento, sino que permite a los principales protagonistas explotar una vena cómica a la que no nos tenían acostumbrados de una forma tan desinhibida. Tal vez no sea uno de los clásicos más populares del cine pero, sin duda, sí uno de los más singulares.



  • MR. HYDE DICE:

  • ¡Ostras Pedrín, qué peli más rara es ésta! Empieza siendo una especie de película de esas de cuando el Oeste ya está casi medio muerto, con las aventuras y desventuras de los buscadores de oro. De la aventura, se pasa a la comedia más o menos gamberra (gamberra para la época), con todo lo que tiene que ver con la fundación de la ciudad esa en la que viven los buscadores. Y, en medio de todo eso, de repente, todo se vuelve un musical gigantesco. ¡Menudo popurrí que se cascan los colegas! “La leyenda dela ciudad sin nombre” mola si te la tomas a broma, o sea, que no pretendas que la historia sea muy seria sobre ninguno de los temas que trata porque, si vas en ese plan, ya te digo yo que pensarás que la cosa no es más mala porque no tiene tiempo. Ahora bien, si la ves con ganas de divertirte, pensando que todo es un cachondeo, y dejándote llevar por las cosas que se les ocurren a todos los personajes (cada uno, más chiflado que el anterior), seguro que “La leyenda de la ciudad sin nombre” hará que te lo pases teta.


    Para empezar, es curioso ver a Clint Eastwood tomándose medio a cachondeo su papel de pistolero que tan famoso le había hecho antes en los spaguetti western, porque aquí no sólo hace de galán (cosa impensable en las otras que os digo), sino que además el tío canta y baila como si nada. Dicho sea de paso, también tengo que confesaros que esto me pareció lo más cutre de la película, porque vamos, ver al amigo Clint cantando junto a un seto lleno de flores queda muy pero que muy gay. Pero vamos, que tampoco es para tanto.


    En fin, detalles julandrones aparte, hay varias cosas que yo os diría de “La leyenda de la ciudad sin nombre” para que tengáis claro antes de empezar a verla. La primera, es que la peli es larga (dura más de dos horas y media), pero no se hace nada pesada. Puede que la parte más lenta sea el principio, con todo lo que tiene que ver con los buscadores de oro que llegan a la zona donde levantan su famosa ciudad, porque entre que te presentan a cada personaje, y empieza a avanzar la historia –con sus correspondientes números musicales y canciones- ya te digo que te van tres cuartos de hora con mucha facilidad. Pero cuando ya toma velocidad, el resto es muy gracioso.


    La segunda cosa que os diría es que el guión tiene una mala leche de cuidado. Se pitorrea de todos los principios morales y de comportamiento habidos y por haber y, además, no duda en burlarse de los que los defienden con un poco de cordura. Pero no lo hace ofendiendo ni insultando, sino con gracia, por lo que no te queda otra que reírte a ti también. Por ejemplo, me acuerdo del momento en que llega al pueblo el predicador de turno, queriendo establecer un poco de orden moral entre toda la gente, y la conversación que mantiene con la chica protagonista, descubriendo que vive con dos maridos (Eastwood y el otro borrachín). ¡Las caras del pobre cura conforme avanza la conversación no tienen precio!


    Y lo último, es que aunque mezclan todos los géneros habidos y por haber, “La leyenda de la ciudad sin nombre” es, por encima de todo, una película muy divertida. Hay momentos que son un despiporre, como ese en el que un toro se escapa de donde lo tienen encerrado, y se mete por todos los túneles de las minas, recorriéndose medio pueblo y metiendo cornadas a diestro y siniestro. Puede parecer un momento tonto, pero yo os juro que me partía el culo de la risa de ver las expresiones de los que ven salir a un toro de la nada, pirándose luego en plan mariquita el último. Y, por supuesto, el colofón final, cuando parece que, entre todos, y de forma involuntaria, acaban reventando literalmente todo el pueblo.


    En fin, que a pesar de que te casquen las cancioncitas de turno entre secuencia y secuencia, “La leyenda de la ciudad sin nombre” es una película entretenidísima, graciosa con ganas, y que se toma a broma casi todo lo que cuenta, pero con la calidad suficiente para no convertirla en una mierda pinchada en un palo, sino en una estracanada de lo más simpática.