viernes, 25 de mayo de 2012

ESTRENOS DE VIDEOCLUB: "UN LUGAR PARA SOÑAR"

TÍTULO: UN LUGAR PARA SOÑAR

DIRECTOR: CAMERON CROWE

REPARTO: MATT DAMON, SCARLETT JOHANSSON, THOMAS HYDEN CHURCH, ELLE FANNING, COLIN FORD, MAGGIE ELIZABETH JONES, PATRICK FUGIT

DURACIÓN: 121 min.

AÑO: 2011

GÉNERO: DRAMA

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • El martes, comenzábamos la crítica hablando de las slash movies, y hacíamos una breve mención de una serie de sub-géneros cinematográficos surgidos a raíz de una serie temáticas y características concretas presentes en diversos largometrajes. Con motivo del estreno en videoclub de esta semana, “Un lugar para soñar”, cabe hacer referencia a otro género particular de películas: las feel good movies, cuya traducción aproximada sería algo así como “películas para sentirse bien” o, utilizando una jerga más coloquial -como diría mi querido amigo Hyde-, “Pelis de buen rollo”. Los films que se incluyen en esta categoría se caracterizan por una ausencia total de villanos (y, en caso de haberlos, su comportamiento es de lo más suave y comedido), contener temáticas en el que los protagonistas se ven sometidos a situaciones complicadas de las que suelen salir airosos gracias a elementos tan diversos como el amor mutuo, el apoyo incondicional, o la unidad familiar, y que de forma más o menos discreta consiguen impartir diferentes lecciones de vida al público (que su mensaje resulte ser más o menos manipulador, ya es algo que cabe analizar de forma más detenida según el caso). “Un lugar para soñar”, la última película del director Cameron Crowe, que saltó a la fama con el éxito -un tanto discutible- de films como “Jerry Maguire – Jerry Maguire, 1996” o “Vanilla sky – Vanilla sky, 2001”, cumple perfectamente con los patrones de este sub-género.

    Benjamin Mee (Damon) es un padre de familia que, junto a sus dos hijos, el adolescente Dylan (Ford) y la pequeña Rosie (Jones), debe hacer frente a la muerte de su mujer, ocurrida seis meses antes. Su hermano, el bohemio Duncan (Church) trata de animarlo en la medida de lo posible para que rehaga su vida, aunque sus consejos suelen ser de lo más descabellados. Benjamin, tras considerar que tanto él como sus hijos necesitan un cambio de aires urgente, se mudan a una casa a las afueras de la ciudad, de la que quedan prendados nada más verla. Sólo tiene un pequeño inconveniente: el anterior propietario estableció que, quien comprara de nuevo la propiedad, debería hacerse cargo del mantenimiento de un viejo zoológico que colinda con la casa. Así pues, sin tener la más remota idea de cómo se gestiona y zoo, y en contra de lo que opina su hermano y su hijo mayor, Bernjamin decide que esa es la oportunidad de empezar una nueva vida, para lo que cuenta con la ayuda de la atractiva Kelly Foster (Johansson), una de las biólogas del zoológico, y de Lily (Fanning), la extrovertida sobrina de ésta.

    “Un lugar para soñar” es un film que está milimétricamente calculado para provocar unas determinadas emociones en el espectador en el momento preciso. Si esta manipulación se realiza con talento y acierto (como sucede, por ejemplo, en “Criadas y señoras – The help, 2011”), el espectador acaba disfrutando de la historia que le están contando. Por el contrario, si el intento de controlar las emociones del público queda condicionado a una historia simplona y con poca garra (tal y como ocurre con “Caballo de batalla – War horse, 2011”), o se ejecuta de forma torpe (caso de “Amistad – Amistad, 1997”, por seguir con el ejemplo de Spielberg), el resultado termina siendo catastrófico. En el caso de “Un lugar para soñar” cada capítulo en el que podría dividirse el largometraje contiene las dosis justas de “manipulación” para que el espectador siga el hilo emocional de los personajes sin sentirse incómodo. Ahora bien, esto no quiere decir que sea una buena película en absoluto. Es más, “Un lugar para soñar” acumula todos y cada uno de los tópicos de las producciones familiares de buenas intenciones, y que rayan tanto la irrealidad como lo absurdo -por mucho que, de forma oportuna dejen constancia de que los hechos están basados en una historia real-: que el cabeza de familia deje su trabajo para dedicarse a cuidar un cochambroso zoológico, que uno de sus hijos se descarrile tras la muerte de su madre, que el joven viudo reciba la ayuda de una joven por la que pronto empieza a sentirse atraído, que existan una serie de complicaciones para llevar a cabo el proyecto familiar y, por descontado, ese final ridículo y acaramelado a más no poder que no desvelaremos para no quitarles la sorpresa a quienes la vayan a ver.

    ¿Hacen estos factores que “Un lugar para soñar” sea una mala película? No, por suerte, no. Pero que el largometraje de Camero Crowe sea un entretenimiento aconsejable, tampoco. La película, como distracción inofensiva, funciona sin problemas, aunque cae en el baúl de los recuerdos con la misma facilidad con la que se ve. Lo que sí cabe agradecerle a Crowe es que no caiga en la trampa de otras feel good movie y pretenda remarcar cada escena supuestamente emotiva con las martilleantes melodías de la banda sonora, con planos tramposos de puestas de sol (aunque hay alguna secuencia –la decisión de sacrificar a uno de los tigres- que roza lo absurdo), o con relaciones sentimentales que convierten el film en un auténtico culebrón.

    En definitiva, “Un lugar para soñar” es una película cien por cien intrascendente y prescindible aunque, si la ven, tampoco lamentarán mucho la pérdida de tiempo. Al fin y al cabo, viniendo de quien destrozó el “Abre los ojos” de Amenábar, podría haber sido mucho peor.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Menuda pedorrada de película! Dice el de arriba que si no sé qué de géneros nuevos y otros rollos. Ni géneros nuevos ni pollas, “Un lugar para soñar” es un bodrio que, a los diez minutos, ya sabes qué pasa durante la hora y media restante. Se supone que la historia es muy profunda, que los sentimientos de los protagonistas tienen que conmoverte y que sentir lástima por el pobre hombre que tiene que rehacer su vida después de que se le haya muerto la madre de sus hijos. Vamos a ver, hagamos como Jack el Destripador y vayamos por partes.

    Para empezar, el padre es un capullo integral. ¿Me queréis decir quién coño deja su trabajo para irse así, a la aventura, cuando tu mujer ha muerto y tienes que mantener a tus dos hijos? Y, ya puestos, ¿qué el tío vaya y se compre un zoo? ¿Está de coña o qué? Para continuar, resulta que uno de sus hijos es el típico gamberro al que expulsan del instituto y el padre, en vez de quitarle la tontería de un soplamocos, le suelta un discurso sobre lo mucho que le decepciona. ¡Por favor! Y, ya puestos, que con los cuatro duros que tienen (y los que les caen del cielo –literal-) decidan jugársela a montar un zoo, ya es la leche en bote. Eso por no mencionar que, casualmente, así como quien no quiere la cosa, va y te topas con Scarlett Johansson haciendo de pobre chica abandonada por un ex que se pone a trabajar a tu lado y te pone ojitos. Claro, claro, eso es algo que pasa todos los días. Ah, pero eso sí, el hijo podrá ser un malcriado de cojones y la familia estar casi arruinada, pero que se ponga enfermo un tigre es el drama más chungo del mundo mundial.

    En fin, que me vi “Un lugar para soñar” porque era la única película que pensé que le podía gustar más o menos a mi chica (y, la verdad sea dicha, porque pensaba que iba a ser un poco más… emocionante o carismática). Pero mira tú por dónde que va en la línea total de las pelis de después de comer que te ponen en cualquier cadena de televisión que no esté con documentales de animales o el tour de Francia. Así que, si la elegís este finde para sacarla del videoclub, que sepáis de qué palo va el asunto y de que, cuando llegue el final (o sea, los últimos dos minutos), sentirás bastante vergüenza ajena de cómo deciden acabar la peli. Para los que os guste este tipo de pelis, con “Un lugar para soñar” os ponen en casa.