lunes, 12 de diciembre de 2011

CINE CLÁSICO: "MARY POPPINS"


TÍTULO: MARY POPPINS

DIRECTOR: ROBERT STEVENSON

REPARTO: JULIE ANDREWS, DICK VAN DYKE, DAVID TOMLINSON, GLYNIS JOHNS, KAREN DOTRICE, MATTHEW GARBER

DURACIÓN: 133 min.

AÑO: 1964

GÉNERO: COMEDIA

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • Dentro de los clásicos, en ocasiones, hay largometrajes que parecen destinados a convertirse en un referente para las generaciones posteriores. Bien cierto es que hay precedentes inmortales, como la práctica totalidad de la obra de genios como Charles Chaplin o Buster Keaton pero, en este caso, no estamos haciendo referencia al conjunto filmográfico de un artista en particular, sino a aquellas películas clásicas convertidas en mito, como lo pueden ser “Lo que el viento se llevó – Gone with the wind, 1939” o “Casablanca – Casablanca, 1941”. La particularidad es que, a diferencia de las anteriores, son muy pocas las películas que han logrado este reconocimiento tanto por parte del público adulto como del infantil. Sin lugar a dudas, “Mary Poppins” es una de ellas y, con casi toda probabilidad, la que mayor ternura, cariño e inocencia lleva provocando desde que se estrenara hace casi medio siglo. Ello se debe, en buena parte, a la acertadísima combinación de una serie de elementos que funcionan a la perfección conjuntamente: unos efectos especiales -revolucionarios para su época- capaces de combinar animación con acción real, unos inspiradísimos intérpretes (quién puede negar que tanto Julie Andrews como Dick Van Dyke hicieron los papeles de su vida), y una historia llena de bondad y buenos sentimientos. Todo esto, además, hizo de “Mary Poppins” no sólo una de las películas más taquilleras del momento, sino una de las más premiadas y reconocidas de su productora, la Disney, de toda la historia


    Jane y Michael Banks (Dotrice y Garber, respectivamente) son dos niños de lo más revoltosos e inquietos. Sus padres, George y Winifred Banks (Tomlinson y Johns, en sus respectivos papeles) a penas les dedican tiempo, por lo que éstos son siempre son encomendados al cuidado de niñeras. Sin embargo, cuando la última se despide por no poder soportarlos, aparece “como caída del cielo” una niñera muy especial llamada Mary Poppins, quien no sólo se encargará del cuidado de los niños, sino también de su educación y de proporcionarles tanto a ellos como a sus padres, los valores y el cariño que necesitaban para volver a ser una familia unida de nuevo. A ello contribuirá en gran medida Bert, (Van Dyke), un simpático deshollinador y artista en sus ratos libres, que conoce a Mary Poppins, y que participará con Jane y Michael en todas las aventuras en que participarán con la niñera mágica.


    “Mary Poppins” es una película sorprendente. Contiene el encanto de las cintas Disney que tan buenos recuerdos dejaron durante las décadas de los sesenta y setenta (todas aquellas películas sobre el coche “Herbie”, o comedias tan simpáticas como “Mi amigo el fantasma – Blackbeard’s ghost, 1968” o “Un candidato muy peludo – The shaggy D.A., 1976”, muchas de las cuáles fueron dirigidas también por el mismo Robert Stevenson), pero ampliándolo a un nivel técnico y artístico que ha sentado cátedra. De esta forma, la inserción de los numerosos números musicales durante la historia no la entorpece, sino que le da un dinamismo único (ver al respecto los números “Con un poco de azúcar” o la famosísima Chim Chim Cheree”, así como la secuencia desarrollada entre las chimeneas de la ciudad de Londres), y el cambio de estilos visuales a través de la combinación de animación con personajes de carne y hueso ayuda a que el interés y dinamismo del film no haga sino aumentar. Además, otro punto a favor de “Mary Poppins” es que trata a la inteligencia del público –tanto adulto como infantil- con respeto, puesto que tanto las partes animadas como los números musicales o las secuencias de tono más serio no caen en el error de recurrir al absurdo o al humor fácil para hacer atractivo al largometraje. De hecho, hay momentos dramáticos de lo más serio (la presentación de la señora de las palomas en las escaleras de la catedral de St. Paul, el extravío de Jane y Michael por los barrios marginales de Londres, o como cuando George Banks es requerido ante el consejo de administración del banco en el que trabaja tras el altercado producido por sus hijos) que se tratan con un tacto y respecto asombrosos.


    Pero, evidentemente, por mucho que se le quiera dar el reconocimiento que merece a las cabezas pensantes del film, quienes convierten a “Mary Poppins” en una obra única son Dick Van Dyke y, muy especialmente, una insuperable Julie Andrews (Andrews ganó el Oscar a la mejor actriz por su papel en esta película). Así pues, el tándem Andrews -Van Dyke otorgan ese encanto tan particular que impregna de simpatía a la película desde el comienzo hasta el final. Asimismo, Andrews logra con éxito la difícil tarea de hacer creíbles todos y cada uno de los momentos de la película, haya o no magia de por medio, convirtiendo así un simple personaje en un icono irremplazable de la dulzura y el altruismo. Del mismo modo que Van Dyke funciona a las mil maravillas como el elemento menos serio y más cómico del largometraje, derrochando alegría y simpatía durante todo el metraje.


    Por todo ello, y por el recuerdo que graba casi a fuego en la memoria de los espectadores que han podido disfrutar con ella, “Mary Poppins” no sólo se erige como una película estupenda para disfrutar en familia durante los inminentes días de Navidad que se aproximan, sino para revisarla como clásico atemporal indiscutible del cine, así como una obra magnífica también a nivel de técnica fotográfica, decorados, vestuario, adaptación musical, etc. Un film mágico en todos los sentidos de la palabra, apto –y casi obligatorio- para todo tipo de público.



  • MR. HYDE DICE:

  • ¡Vaya tela, “Mary Poppins”! La de veces que la habré visto de crío… Creo que no sólo me sabía de memoria todas las canciones, sino que poco menos que los diálogos también. “Mary Poppins” es de esas películas que ves de pequeño y, cuando las recuerdas años después, no puedes hacerlo sin que una sonrisa tonta se te ponga en la cara, casi sin darte cuenta. Es una peli preciosa, llena de buenas intenciones y buenos sentimientos, pensada y hecha para que haya buen rollito entre todos. Es verdad que si la ves ahora, tiene un tufillo así como a viejo, pero es impresionante como hasta los dibujos animados que salen no han pasado de moda. Es como ver un episodio de esos de Tom y Jerry, que puede tener cuarenta años, pero te sigue pareciendo cojonudo. Pues aquí es más o menos lo mismo, cuando flipas en el momento ese en que se meten dentro de las pinturas del suelo, y salen cabalgando a lomos de un caballito de tiovivo (qué crack el baile de Dick Van Dyke con los pingüinos, jejeje).


    Además, aparte de las canciones, la música de la película es una pasada. Recuerdo en particular un momento en que el padre de los niños esos repelentes se pone a callejear por Londres después de que lo hayan despedido, pasando por algunos de los sitios más conocidos de la ciudad. Pues la música que suena entonces (no me preguntéis por qué justo la de ese trozo) la recuerdo como si la estuviera escuchando ahora mismo. Y si a eso le sumas lo cachondo que es el resto (el deshollinador es de lo mejor que se ha visto en mucho tiempo).


    Por otra parte, ya solo con ver un primer plano de Julie Andrews haciendo de Mary Poppins te alegra el día. No sé cómo será esta señora de verdad, pero es que tiene una cara de amabilidad en estado puro que te deja bobo perdido mientras la estás mirando. Y lo guapo del tema, como decía Jekyll antes, es que la tipa se pone a ordenar la habitación a punta de chasquido de dedos (quién pudiera…), sube y baja por la barandilla de la escalera como si fuera un ascensor, se mete en cuadros animados, se pone a sacar una habitación entera de un bolso (mi chica hace cosas parecidas con esto de los bolsos, aunque más para meter dentro que para sacar), o llega volando con un paraguas parlanchín, y todo te parece de lo más natural. Vamos, como si fuera algo que hiciéramos nosotros todos los días. Y todo ello por no mencionar que absolutamente todo el mundo fue capaz de decir Supercalifragilisticoespialidoso como si fuera una palabra que se dice todos los días… y lo mejor es que éramos capaces de saber lo que significaba!


    En fin, poco más puedo decir de “Mary Poppins” que no se haya dicho ya. Aparte de que es impresionante la forma que tiene la peli de colarte la moraleja del asunto (cómo con cariño y dedicación una familia puede ser feliz, y los padres ganarse el respeto y amor de sus hijos) de la que, por cierto, te das cuenta cuando ya has crecido porque, hasta entonces, lo único que ves es una niñera que hace cosas flipantes y que consigue que un padre refunfuñón y una madre que sólo piensa en polladas se ocupen de sus hijos como toca. Pero, que eso lo consigan a base de canciones y caritas sonrientes, y que le guste a todo quisque, tiene un mérito brutal. Para quitarse el sombrero. En resumen, “Mary Poppins” no solo es una película genial, sino que resulta de lo más agradable volver a verla cada cierto tiempo, para disfrutar de una peli inmortal, y volver a recordar todo lo bueno que sentimos cuando la vimos por primera vez. Un pasatiempo perfecto para toda la familia.