miércoles, 6 de julio de 2011

CINE DE LOS 90: "UN DÍA DE FURIA"


TÍTULO: UN DÍA DE FURIA

DIRECTOR: JOEL SCHUMACHER

REPARTO: MICHAEL DOUGLAS, ROBERT DUVALL, BARBARA HERSHEY, RACHEL TICOTIN

DURACIÓN: 115 min.

AÑO: 1992

GÉNERO: DRAMA

  • EL DR. JECKYLL DICE:


    • A pesar de las intermitentes tentativas y modas que parecen tentar de vez en cuando a más de un productor de Hollywood, no resulta fácil encontrar una producción cinematográfica que trate un tema tan espinoso como la crítica demoledora de determinados aspectos de la sociedad norteamericana, y cuyo resultado comercial se encuentre a la altura del artístico. Así pues, se pueden señalar intentos correctos aunque fallidos de suscitar polémica con un largometraje ("American psycho - American psycho, 2000"), burdas propuestas que se quedan en meros intentos ("Asesinos natos - Natural born killers, 1994"), o laureadas interpretaciones que no consiguen quitar el halo de frialdad que rodea al conjunto ("Monster - Monster, 2003").

      Sin embargo, a mediados de la década de los 90, irrumpió con más polémica que fuerza un largometraje dirigido por el versátil Joel Shumacher, que supuso un auténtico revés al sistema de vida norteamericano, al mostrar no sólo la hipocresía de una sociedad que parece demasiado encantada de haberse conocido, sino también un metafórico dedo acusador de temas y situaciones que, en muchas ocasiones, se consideran tabúes en la mayoría de círculos sociales. Por suerte para el espectador, el resultado de la propuesta de Shumacher es un film sólido, contundente y excelente.

      "Un día de furia" no puede comenzar de una forma más gráfica. Bill Spencer (Douglas) se encuentra atrapado en un monumental atasco en una de las principales autovías de Los Ángeles. El estrés producido por esa inmovilidad, junto con el calor asfixiante, el ruido de las obras de la carretera y el temperamento nervioso del protagonista, hace que éste decida súbitamente abandonar su coche y proseguir su camino a pie. Su destino no es otro que la casa donde vive su ex-mujer -de quien tiene una orden de alejamiento- para poder asistir al cumpleaños de su hija pequeña. Sin embargo, una serie de desafortunadas circunstancias hace que Foster acabe perdiendo los nervios, y se enfrente a una banda de pandilleros, al dueño de una tienda de ultramarinos e, incluso, a todo un establecimiento de comida rápida. Por su parte, la policía, alertada por el comportamiento perturbado de Foster, le encarga el asunto al desmotivado detective Pendergast (Duvall -en un guiño al famoso personaje de las novelas de Douglas Preston y Lincon Child-), quien considera éste su último caso antes de jubilarse.

      Si hay algo que destaca, por encima de todo, en esta película es, en primer lugar, la soberbia actuación de Michael Douglas y, en segundo lugar, los apuntes críticos que se encuentran detrás de cada secuencia. Acerca de la actuación de Michael Douglas, simplemente decir que supone una prueba más de la gran facilidad del actor de transformarse en los variopintos personajes a los que da vida. En el caso de Bill Foster, Douglas humaniza a este desquiciado personaje siendo capaz de darle parte de razón en aquello que critica y pretende erradicar, aunque para ello utilice medios desacertados por completo. En lo referente a la crítica social, sólo basta recordar los principales momentos del largometraje para sacar conclusiones: el abuso de los pequeños establecimientos -e inmigración ilegal- al consumidor (aquella secuencia en que Foster necesita cambio para hacer una llamada telefónica); la inflexibilidad de horarios establecidos de forma férrea (el episodio en que quiere desayunar en un establecimiento de comida rápida); la delincuencia juvenil de las calles (el encontronazo con los dos chavales que quieren atracarlo), convertida en auténticas mafias de la calle (el fallido intento de asesinato de Foster que se salda con los cazadores cazados). Todo ello, por no señalar la facilidad para hacerse con un arma en suelo norteamericano, o de lo ineficaces que son algunas leyes.

      En resumen, "Un día cualquiera", a pesar de tratarse de una película dura y con ciertas dosis de violencia, no deja de ser un film casi de obligada visión pues, en ocasiones, no conviene olvidarse de todos aquellos acontecimientos que suceden en nuestro día a día, y ante los cuales preferimos mirar hacia otro lado por la imposibilidad aparente de creer que podemos erradicarlo. Por supuesto, la forma desquiciada y extrema que escoge Foster no es la adecuada, ni mucho menos. Aunque, lo triste del asunto, es ver que, en el fondo, no carece de cierta razón.


      • MR. HYDE DICE:
      Joder nenes, qué película... Y conste que no lo digo como algo malo, más bien al contrario. "Un día de furia" es de las que te dejan pensando después de verla, pero más que por cómo se le va la pinza al tío, por aquello que él señala y tiene razón (la explicación metafísica la ha señalado ya el rollero de arriba, así que yo me salto ese trozo).

      Michael Douglas se sale por los cuatro lados. Qué pedazo de actor, colega. El amigo se mete de lleno en el papel hasta tal punto que te acaba helando la sangre. Desde que empieza la peli, con ese plano de él metido dentro de un coche y la sensación de agobio y asfixia que inunda toda la secuencia (mosca cojonera dando por saco dentro del coche incluida), hasta el final en el puerto, uno casi acaba por sentir la necesidad de desesperación del prota. Lástima que la olla se le escape tanto porque, seamos sinceros, ¿a cuántos de nosotros no nos ha dado por culo una obra en una carretera cuando te cortan casi todos los carriles y ves que los que están "currando" allí, lo que en verdad hacen es tocarse los cataplines? ¿O a cuántos no jode a base de bien que te puteen todo lo que pueden y más, pero con una sonrisa en la cara? Pues algo así es lo que siente el Foster este, hasta que decide poner recto a todo quisque.

      Bueno, que no me quiero alargar mucho. "Un día de furia" es una peli estupenda. No es una comedia ni una peli de acción, aviso. Pero en serio que es de esas que merece la pena ver, aunque sea para luego mantener una animada conversación entre amigos y conocidos, y discutir los diferentes puntos de vista que se plantean a lo largo de las casi dos horas que dura. ¡A ver si ahora sólo se va a poder hablar de fútbol con los colegas!