DIRECTOR: WES CRAVEN
REPARTO: ROBERT ENGLUND, HEATER LANGENKAMP, JOHNNY DEPP, JOHN SAXON, RONEE BLAKLEY, AMANDA WYSS
DURACIÓN: 91 min.
AÑO: 1984
GÉNERO: TERROR
A mediados de los años ochenta, el director estadounidense Wes Craven, quien había conseguido unos años antes una notoria repercusión dentro del cine fantástico y de terror gracias a la violenta "La última casa a la izquierda - The last house on the left, 1972" -su debut en la realización de largometrajes- y "Las colinas tienen ojos - The hills have eyes, 1977", escribió y rodó la que acabaría por convertirse en un referente indiscutible del cine de terror: "Pesadilla en Elm Street", e inmortalizando a uno de los villanos por excelencia del género: el temible Freedy Kruegger.
Nancy Thompson (Langenkamp) es una joven adolescente a la que, desde hace un tiempo, le cuesta conciliar bien el sueño. El motivo no es otro que un repetitivo sueño en el que, precedido de una cancioncilla infantil, aparece un desagradable individuo con la cara quemada y con un guante dotado de afiladas cuchillas en los dedos. Cuando se lo comenta a sus padres, éstos reaccionan quitándole hierro al asunto. Los problemas aparecerán cuando más muchachos, compañeros de clase de Nancy -entre los que se encuentran su amiga Tina (Wyss) o Glen (Depp)- también empiecen a sufrir las mismas pesadillas, y muriendo salvajemente tras soñarlas.
A pesar de la originalidad de su argumento, lo cierto es "Pesadilla en Elm Street" pasó un tanto desapercibida entre el público en el momento de su estreno. El motivo cabría encontrarlo en el hecho de que ya se encontraba en marcha otra franquicia que también había alcanzado considerables cotas de popularidad y cuyo personaje principal, aunque salvando las distancias, tenía más de un punto en común con Freddy Kruegger. Evidentemente, nos estamos refiriendo a las continuaciones de "Viernes 13", y a su homólogo malvado Jason Vorhees. Sin embargo, "Pesadilla en Elm Street" tiene un valor añadido de lo más importante: las escenas oníricas. Mientras que otros asesinos en serie habían realizado sus fechorías hasta el momento en la vida real (caso tanto de Jason como del Michael Myers creado por John Carpenter), las acciones de Kruegger tienen lugar en un escenario en el que absolutamente todo es posible: desde que un teléfono saque una lengua por el auricular, hasta que al villano se le alarguen los brazos hasta la exageración para poder atrapar a sus víctimas, o que el novio de una de las protagonistas se convierta en involuntaria víctima de una auténtica carnicería.
En efecto, cada una de estas secuencias quedan recogidas por la cámara de Craven con una claridad e impacto tan chocantes que el espectador no puede sino sentir una importante parte del pánico que transmiten sus protagonistas. Además, Craven acierta de pleno al dotar a "Pesadilla en Elm Street" de un ritmo in crescendo, de forma que mientras, al comienzo del film tan sólo se limita a insinuar la presencia de un ser terrorífico, conforme avanza la acción la presencia y actos de éste son tan evidente como deliberadamente explícitos (ver la terrible muerte que sufre el personaje interpretado por Johnny Depp).
En resumidas cuentas, "Pesadilla en Elm Street" representa un tipo de cine de terror que ni el mismo Craven consiguió revitalizar una década más tarde con su serie de "Scream". No es por restarle méritos a la primera de estas partes (sobre el resto, mejor corramos un tupido velo), pero el grado de misterio e intriga en combinación con importantes dosis de terror no lo ha conseguido concentrar Craven en el resto de sus largometrajes con la misma intensidad y resultados que en esta primera "Pesadilla en Elm Street" -mención especial merece la correctísima e interesantísima "Vuelo nocturno - Red eye, 2005", un título estupendo a reivindicar-. Lástima que una serie desafortunada de continuaciones haya mermado el recuerdo que el público podría mantener hoy en día de este entretenido film aunque, por lo menos, siempre quedará la parte original para disfrutar de la experiencia de pasar un rato la mar de distraído y, por qué no, asustado.
Aún recuerdo el acojone que me dio la primera vez que vi esta película. Es cierto que, vista ahora, ya no da tanto cague, pero tengamos en cuenta que salió hace casi treinta años y que, por aquel entonces, ni estábamos acostumbrados a ver películas de terror de este tipo, ni se habían puesto de moda las historias de niñas japonesas especialistas en aparecerte por la espalda mientras un ¡tachán! suena a toda paleta para hacer que pegues un brinco. Lo que me llama la atención, a di a de hoy, de "Pesadilla en Elm Street" es la originalidad no sólo se de su argumento, sino de la forma de rodar los momentos de las pesadillas, porque muy pocas veces antes habían sido capaces de trasladar esas obsesiones y ese miedo propio de los sueños a imágenes con gente de carne y hueso. Por supuesto, al tratarse de sueños, la historia puede hacer que parezca real hasta lo más imposible, y es ahí donde "Pesadilla en Elm Street" resulta más original.
Para empezar, todos los momentos de sueños son impresionantes. La cosa empieza más sugiriendo que enseñando (Freddy apareciendo en relieve por una pared, como si ésta fuera de tela, o asomando la zarpa dentro de la bañera donde se ha quedado sopa la protagonista). Luego, ya empiezan a calentar motores, con las muertes de algunos chavales y, a partir de ahí y hasta el final, es como si hubieran acelerado a tope y cada momento hasta tú mismo dudaras de si lo que están viendo es verdad o forma parte de una pesadilla.
Desde ese momento en que os digo que empiezan a meterle caña a la historia con el tema de las pesadillas, es cuando más acojone da la peli, tanto porque no tienes ni idea de cómo van a poder cargarse "algo" que sólo tiene su efecto cuando la gente está dormida, como por las secuencias de muertes -las más violentas de toda la función-. Como ejemplo de esto último, sólo hay que recordar la muerte del chaval ese al que encierran en un calabozo (mola ver como Freddy atraviesa los barrotes como, años más tarde, haría también el T-1000 para perseguir a John Connor), la del chico al que interpreta un novato Johnny Depp en su cama convertida en una mezcla de agujero negro y géiser de sangre, o la de la chica que empieza a subirse por las paredes y techo de su habitación mientras se desangra y su novio lo ve todo flipando desde una esquina.
Puede que, después de tantos años, y de una serie infumable de segundas partes (alguna tiene un pase pero, en general, mira que son malas las jodidas...), "Pesadilla en Elm Street" haya perdido muchos puntos. Y más aún, como os decía antes, después de que otra serie de pelis de miedo como las de "Saw" o esas mierdas pinchadas en un palo -pero que tienen su apoyo por parte de un público al que me cuesta de entender a veces- que son "Paranormal activity" lo hayan petado como máximos exponentes de lo que se entiende ahora por cine de terror, pues es obvio que ésta no va a tener el mismo efecto que cuando salió por primera vez. De todas formas, "Pesadilla en Elm Street", en comparación con los truños que dicen que son de miedo que pululan por ahí, sigue teniendo ese puntito original que la hace ser una especie de clásico ochentero de terror a reivindicar para volver a ver alguna que otra noche y pasar una buena dosis de susto. Al fin y al cabo, para eso la hicieron, y por eso se hizo tan famoso el cara-colilla de la zarpa afilada, ¿no?