sábado, 7 de julio de 2012

CINE A DESCUBRIR: "DOBERMANN"

TÍTULO: DOBERMANN

DIRECTOR: JAN KOUNEN

REPARTO: VINCENT CASSEL, TCHEKY KARYO, MONICA BELLUCCI, ANTOINE BASLER, DOMINIQUE BETTENFIELD, PASCAL DEMOLON, STÉPHANE METZGER

DURACIÓN: 98 min.

AÑO: 1997

GÉNERO: ACCIÓN

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • No son pocas las veces en que hemos tenido ocasión de alabar abiertamente la inmensa mayoría de largometrajes franceses que hemos criticado en las diferentes secciones. De hecho, tanto mi querido y polémico colega Hyde como un servidor de ustedes somos unos completos enamorados de la cinematografía gala, y consideramos todo un logro que el país vecino sea capaz de realizar una amplia variedad de películas que, tanto dentro –sobretodo- como fuera del mercado nacional, se convierten en grandes éxitos de público y crítica. Sin embargo, cuando nos topamos con una producción de las características de “Dobermann”, no puedo sino llevarme las manos a la cabeza horrorizado por el bochornoso espectáculo que éste representa. Lejos de poder considerarse un film de acción en la línea de las mejores producciones de Luc Besson (seamos sinceros, por mucho que Besson haya reducido al mínimo sus participaciones como realizador, su faceta como guionista se ha multiplicado exponencialmente a lo largo de los últimos años, dando lugar a numerosos largometrajes tan intrascendentes como terriblemente entretenidos), “Dobermann” es un ejemplo perfecto de la chabacanería más burda hecha celuloide. Ni siquiera la presencia de buenos intérpretes como el (casi)siempre excelente Tcheky Karyo, Vincent Cassel o la sensual Monica Bellucci consigue salvar del desastre y a esta desconcertante película. A pesar de ello, Hyde ha insistido en que habláramos hoy de ella, así que, en esta ocasión, toca darle el capricho al niño.

    Yann (Cassell) es uno de los delincuentes más peligrosos de París. Desde que su padrino le regalara su primera pistola cuando a penas era un bebé, se ha dedicado a atracar con suma violencia cualquier tipo de entidad bancaria, y al tráfico indiscriminado de drogas. Dado que los métodos policiales tradicionales parecen no haber surtido efecto, la dirección de policía francesa pone al frente de la misión a Cristini (Karyo), un policía muy quemado al que apodan “La Hiena”, cuyos métodos para nada ortodoxos exceden cualquier tipo de protocolo o reglamento. A partir de aquí, se inicia una caza salvaje entre la banda de Dobermann formada, entre otros, por su novia sordomuda Nathalie (Bellucci), el descontrolado Jean-Claude (Basler) y el poco espabilado Elie “El Abad” (Bettenfeld).

    Desde su desconcertante comienzo, “Dobermann” no oculta en ningún momento la exageración de su puesta en escena, eso sí, perfectamente acorde con el estilo videoclipero del que hace gala Kounen durante todo el metraje. Así pues, que a un recién nacido le regalen una pistola más grande que él, no tendría que sorprender más que el hecho de que uno de los miembros de la banda de atracadores sea un abad (que se viste como sacerdote y todo), o que el policía que persigue a esa banda de criminales descontrolados sea casi una amenaza más grande para la seguridad ciudadana que los propios delincuentes. No obstante, esto son consideraciones que el espectador no debe hacerse mientras ve “Dobermann”, puesto que, aquí, al igual que en el siguiente largometraje dirigido por Kounen, “Blueberry, la experiencia secreta – Blueberry, 2004” la lógica y sentido común brilla completamente por su ausencia. En lugar de ello, en “Dobermann” el público asiste a una apología de la violencia gratuita, del sentido del humos más chabacanero y de, a pesar de lo divertido que pueda resultar para determinado tipo de público, una demostración absoluta de lo que no debe ser el cine policíaco. No obstante, a quienes agrade este tipo de cine sin mayores pretensiones, seguramente podrán encontrarlo interesante.

  • MR. HYDE DICE:
  • ¡Cómo se le va la pinza a esta peña! ¡Juas! Si no es una de las películas más locas que he visto en mi vida, poco le faltará. De todas formas, os doy un aviso antes de empezar a hablar de ella. Hay dos formas de ver “Dobermann”: una, esperando ver una película de acción con sus policías y delincuentes, con personajes que tienen sus principios y sentido común (sean buenos o malos) y con dosis de acción calculadas para resultar emocionantes; otra, no esperando nada en absoluto, y dejándote llevar por la locura que te cuentan, saber que la violencia descarada que sale en la peli sólo quiere hacer aún mayor la estracanada, y tratar de pasártelo bien con las cosas que se les ocurre a esa panda de descerebrados que salen bambando por ahí. Los que opten por la primera opción, a los diez minutos ya habrán apagado la tele, y pensarán que menuda mierda de película. Los que prefieran la segunda, verán en “Dobermann” una peli loca de arriba abajo, violenta que te rilas, y con la convicción absoluta de que el director y actores han tenido que trabajar bajo la influencia de alguna droga dura porque, de lo contrario, no hay quien se explique cómo han podido hacer algo así. Yo, ni qué decir tiene, que me quedé con la segunda alternativa (a diferencia de Jekyll, que creo que es más que evidente que se decantó por la primera) y, cada vez que veo “Dobermann” –sí, ya la he visto unas tres veces-, me lo paso pipa.

    Yendo por partes, os digo que “Dobermann”, por mucha coña que tenga y muchas tonterías que hagan los protas, es una de las películas más violentas que he visto. En serio. Menos mal que lo disimulan con momentos de delirio total porque, si no, sería chungo ver tanta burrada junta. Y menos mal que le meten trozos en los que no te queda otra que reírte, así que supongo que es por eso que “Dobermann” te acaba rayando así, porque te ríes con salvajadas y con cómo las hacen: cómo uno de los de la banda del Dobermann traca de consolar a una vieja mientras revientan una sucursal bancaria en mitad de un atraco, el colocón que se pilla el tío enorme ese después de que le dé la depre porque ha muerto su perrito, cómo Monica Bellucci –que no dice una palabra en toda la peli porque hace de muda- avisa a un pobre inútil que se ha quedado atrapado en las puertas de seguridad de un banco antes de soltar un pepinazo monumental con un lanzamisiles (te juro que ahí te partes, porque el tipo no para de decirle que no, que no dispare, y ella que sí que sí. ¡Juas!), etc. Y ya puestos, por si a alguien le queda duda de que se pasan por el forro lo que pueda decir la crítica, hay otro momento en que uno de los tarados de la banda del Dobermann, cuando le entran ganas brutales de plantar un pino, como no tiene papel a mano, se limpia el culo con las páginas de la revista Cahiers du cinéma, que es una de las revistas de cine más prestigiosas que hay en el mundo. ¡Con un par!

    Otra cosa que te hace flipar en colores de “Dobermann” es que no te queda muy claro si son más peligrosos los delincuentes o los policías que quieren atraparles. Por poner un caso, hay un momento en que, con tal de averiguar dónde se esconde la banda del Dobermann, el policía ese tarado y drogadicto no duda en hacer chantaje a uno de los miembros dejando que su hijo pequeño juegue con una granada, o en darle una paliza a la novia del Dobermann para atraerle hacia él. Y eso, por no hablar de cuanto entra a lo bestia en la discoteca esa llena de drag queens para detener a la banda, y se lía a tiros con el primero que se le cruza por delante (tiro en los huevos incluido para uno de los “malos”). Claro que, para no quedarse atrás, los de la banda del Dobermann (protagonista incluido) reparten estopa hasta quedarse finos: le meten una granada en el casco a un motorista que les está persiguiendo después de un atraco, le meten una bala en todo el coco a uno de los policías que llega al banco que están atracando y, sobretodo, no os perdáis lo que le hace Dobermann al policía psicótico al final, cuando están peleando dentro de un coche –sólo dos palabras: “cara” y “asfalto”-.

    En fin, que, como os digo, menos mal que, aunque es violenta a todo meter, tiene un punto de humor que la hace mucho más resistible que si hubieran ido con toda la maquinaria por delante. “Dobermann” no es una buena película, y ni he dicho que lo fuera ni creo que lo sea. Pero es de esa clase de pelis que tiene un algo (igual es que la primera vez que la vi estaba en plan cachondo y por eso me gustó) que hace que te distraigas a tutiplén el rato que dura. Así que, aunque yo os la recomiende, ya sabéis de qué va el tema. Ahí, ya vosotros diréis qué os parece.