martes, 24 de julio de 2012

CINE DE LOS 80: "TERMINATOR"

TÍTULO: TERMINATOR

DIRECTOR: JAMES CAMERON

REPARTO: ARNOLD SCHWARZENEGGER, MICHAEL BIEHN, LINDA HAMILTON, LANCE HENRIKESEN, PAUL WINFIELD, RICK ROSSOVICH

DURACIÓN: 102 min.

AÑO: 1984

GÉNERO: ACCIÓN

  • EL DR. JEKYLL DICE:
  • A mediados de los años ochenta, un joven realizador canadiense, que se había introducido en la industria del cine como asistente del veterano Roger Corman, estrenaba un curioso film, mezcla de acción y ciencia ficción, cuya enmarañada trama no era impedimento para que su personaje principal se convirtiera, con el paso de los años, en uno de los iconos decisivos del cine. Con un modesto presupuesto para las características de un largometraje de este tipo, repleto de trucajes con robots y animatronics, complicados efectos visuales y la recreación de un futuro desolado, James Cameron estrenó sin demasiado ruido “Terminator”, la primera entrega de una de las películas más célebres de la historia, y en la que se sentaban las bases de la segunda base, que se convertiría en un auténtico bombazo en taquilla, y en toda una revolución en el campo de los efectos visuales. Asimismo, el film sirvió para lanzar a su principal estrella, el austríaco Arnold Schwarzenegger, quien debe al personaje de asesino robot T-800 toda su fama posterior.

    Año 1984. En un oscuro callejón, aparece de la nada Kyle Reese (Biehn), un soldado proveniente del futuro que ha sido enviado a ese momento concreto para evitar que un cyborg de la serie Terminator (Schwarzenegger) acabe con la vida de Sarah Connor (Hamilton) quien, según Kyle, en unos años dará a luz al futuro liberador de la humanidad en la guerra contra las máquinas, cuando éstas adquieran conciencia de sí mismas y se rebelen contra los hombres. Así pues, da inicio una carrera contrarreloj entre Kyle y el Terminator por proteger a Sarah –el primero- y por liquidarla –el segundo-.

    “Terminator”, a pesar de que, vista hoy en día, es un film que ha acusado el paso del tiempo mucho más que su laureada segunda parte, es un film que sigue manteniendo fresco el dinamismo de su argumento. Cierto es que la película que dio a conocer el potencial de James Cameron contiene algunos de los tópicos más simples del cine de acción ochentero de bajo presupuesto (el acoso inicial de unos policías a Kyle al tomarlo por un maníaco, la persecución de coches entre Kyle y Sarah, huyendo del Terminator…), lo cierto es que Cameron coreografía todas esas secuencias con una habilidad remarcable. De esta forma, consigue que esta apariencia sencilla –en ocasiones más propias de una serie B-, capte la atención del espectador y que éste, una vez interesado por la historia, se enganche a la trama.

    Asimismo, también llama la atención el elevado nivel de violencia explícita para un film de acción de aquel momento. Secuencias como la de los primeros asesinatos de las mujeres que se llaman Sarah Connor a manos del Terminator no escatiman en primeros planos del impacto de las balas en el cuerpo de la víctima, o en sangre saliendo en cada disparo. Algo similar sucede con una de las secuencias más impactantes del film: aquella en la que el Terminator, tras un enfrentamiento con Kyle debe reparar una serie de circuitos dañados en su brazo derecho y en uno de sus ojos. Aquí, Cameron consigue sacarle todo el uso posible a los animatronics del robot asesino, consiguiendo unos resultados asombrosos (el primer plano del Terminator con la luz roja en uno de sus ojos es ya un clásico).

    Por lo demás, “Terminator”, más allá de su compleja historia es una película que, aún siendo víctima de la moda de la época, consigue entretener a la audiencia. Cierto es que ese final incierto –que cobra todo su sentido con la realización de su espléndida segunda parte-, puede dejar un cierto regusto amargo en el espectador. Por consiguiente, la mejor forma de disfrutar de una película como “Terminator” es tomarla como la pequeña parte de un todo, necesaria para entender la historia que se completa con las entregas posteriores de la saga

  • MR. HYDE DICE:
  • Mira tú, da la casualidad de que hace poco pasaron “Terminator” por la tele, y no sé si porque no había nada mejor o porque sentí un poco de morriña, me la volví a papar enterita. Y me quedaron claras un par de cosas en que, cuando la vi en su día, no me había fijado. La primera es que, aunque su argumento es bastante facilito, consigue engancharte. La segunda es que, vista a día de hoy, “Terminator” se ve vieja de pelotas. Sobretodo si se compara con esa segunda parte tan cojonuda, por la que parece que no pasa el tiempo. Pero bueno, eso no quita para que fuera suficiente para crear a uno de los personajes más famosos de la historia del cine (habrá a quien le guste más o menos, pero prácticamente todo quisque sabe quien es “Terminator”).

    Volviendo a la peli, es chunguete hablar de “Terminator” sin que te venga a la mente la segunda parte, tanto porque la historia que empieza en una continúa en la otra como porque la otra es aún más famosa que la primera. Pero bueno, lo intentaremos. En cuanto a la primera “Terminator”, yo diría que es una película de acción entretenida, y poco más. Distrae y hace que te pases casi dos horas distraído. Y ahora viene el pero: pero se la ve súper vieja. Para empezar la ambientación (la forma en que se viste un súper robot del futuro, los decorados…) en plan moda ochentera hace un poquito de pupa a la vista. Además, se nota un montón que la peli está hecha de esa forma en que hacían películas de acción hace treinta años, con los clásicos coches de policía americanos, los ruidos de los disparos y toda esa mandanga. Es más, incluso los momentos de la peli que tienen lugar en el futuro, eso parece más un barrio punki de cualquier ciudad medio chunga que el resultado de un mundo postapocalíptico. Y eso por no hablar de cómo es esa especie de discoteca en la que se esconde Sarah antes de que el Terminator entre y empiece a repartir estopa. Pa cagarse.

    Pero ahí es donde veo yo que Cameron se lo curra y hace algo diferente. En medio de toda esa súper moda ochentera, el tío mete un maquillaje bastante novedoso para el momento, y el robot que aparece no tiene nada que ver con los robotitos amables y simpaticotes que salían en las típicas pelis familiares, sino que aquí es una máquina de matar encabronada que te deja de piedra cuando se arranca la piel del brazo de metal para reparárselo. Y con el ojo tres cuartos de lo mismo (esa escena en la habitación occhambrosa de un hotel da bastante repelús). Claro, que igual que hay momentos de ese trozo que te pone los pelos de punta, luego se nota un huevo que no es un actor, sino una réplica mecánica de la cara de Chuache (tanto cuando se arranca el ojo como cuando le están disparando dentro de la comisaría de policía).

    Aparte de eso, donde “Terminator” consigue engancharte creo que es en las dos cosas siguientes: en la historia rayante sobre el futuro (toda la pesca de que el hijo de la prota es quien mandará al soldado al pasado para que proteja a su madre), y en que quieres saber como sea cómo consiguen matar a una cosa a la que las balas no le hacen nada. Toda la parte final con la persecución del Terminator dentro de un camión cisterna (que James Cameron bordaría en la segunda parte) y luego en la fábrica esa donde están las prensas tiene un montón de intriga y te hace estar bien pendiente de lo que pasa –acordaos del momento en que el brazo arrancado del robot está a punto de cargarse a Sarah Connor-.

    En fin, que se nota que ha llovido desde entonces y que la segunda le da mil patadas a la primera “Terminator”. Pero, aún así, no deja de tener su gracia ver cómo empezó uno de los grandes mitos del cine de acción y, por supuesto, escuchar ese primer volveré que Chuache le suelta a un poli que no tiene ni idea de la que se viene encima. Peli para pasar un rato entretenido, pero poco más.