lunes, 26 de marzo de 2012

CINE CLÁSICO: "EL MAQUINISTA DE LA GENERAL"

TÍTULO: EL MAQUINISTA DE LA GENERAL

DIRECTORES: CLYDE BRUCKMAN & BUSTER KEATON

REPARTO: BUSTER KEATON, MARION MACK, CHARLES SMITH, RICHARD ALLEN, GLEN CAVENDER

DURACIÓN: 75 min.

AÑO: 1927

GÉNERO: COMEDIA

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • Es un verdadero placer poder reivindicar una mayor atención hacia el cine más clásico (del hecho mudo hecho en blanco y negro, para entendernos), ahora que parece que vuelve a estar de moda, gracias especialmente a esa maravilla que es “The artist – The artist, 2011” y, también en gran medida, al homenaje que Martin Scorsese dedica en su reciente “La invención de Hugo – Hugo, 2011” a la obra de Georges Meliés. Que estos largometrajes hayan interesado al público hacia sus temáticas y estilo narrativo es algo esperanzador para poder desempolvar otras viejas obras maestras, como es el caso del film que comentamos hoy: “El maquinista de la General”, la obra cumbre de un gran maestro del séptimo arte, Búster Keaton. En ella, el polifacético genio no solo se limita a actuar, sino que, como co-director del evento, también diseña algunas de las escenas más espectaculares que se habían rodado hasta el momento, encargándose asimismo de redactar un ingeniosísimo libreto en el que hay cabida para todo tipo de aventuras.


    Johnny Gray (Keaton) trabaja como maquinista, en una remota región del sur de Estados Unidos, en los albores de la Guerra de Secesión. Cuando ésta estalla, Johnny, aunque se alista en el ejército, se niega a entrar en combate, por lo que sigue desempeñando su función a bordo de la “General”, una gran locomotora. No obstante, a su novia, Annabelle (Mack) le parece una decisión de lo más cobarde, por lo que lo rechaza de forma tajante. Sin embargo, cuando una patrulla de soldados norteños secuestra la General y a Annabelle, que se encontraba a bordo, Johnny se las ingeniará para perseguir a los espías del norte, para rescatar tanto a su amada como a la máquina que conoce tan bien, teniendo que demostrar un valor y audacia extraordinarios.


    “El maquinista de la General” es una delicia de película. Absolutamente todo encaja a la perfección, desarrollando una historia con tanta emoción y aventura que casi resulta paradójico que se realizara hace tanto tiempo. No pretendemos con ello insinuar que la puesta en escena de otros cortometrajes o mediometrajes de artistas contemporáneos a Búster Keaton desmerezcan frente a este largometraje, para nada, puesto que cada una es una pequeña joya a su modo. Sin embargo, lo que sí cabe reconocerle a “El maquinista de la General” es una planificación y puesta en escena impresionante (máxime, insistimos, teniendo en cuenta las limitaciones existentes hace casi un siglo), como puede apreciarse ya no solo en la ambientación de la película -el diseño de vestuario y decorados, por ejemplo-, sino también en grandes escenas de acción: la mayoría a bordo de la locomotora (el secuestro y posterior persecución entre locomotoras, la recuperación de la General…), pero también fuera de ella (la voladura final del puente, o las secuencias de enfrentamientos entre tropas en las trincheras).


    Por consiguiente, no resulta extraño que, a día de hoy, aparte de ser considerada una obra de referencia obligatoria para todo cinéfilo que se precie, “El maquinista de la General” también es el largometraje más famoso de Búster Keaton, una gran producción en la que el cineasta combinó muy acertadamente el relato de aventuras con la comedia más simpática y talentosa. En resumidas cuentas, un film redondo, original y simpatiquísimo para disfrutar cuantas veces se desee.



  • MR. HYDE DICE

  • No sé si lo he dicho ya en alguna ocasión anterior pero, si no, os cuento que me parece admirable que más de una película, hecha hace la tira de años, siga pareciendo cojonuda vista hoy en día. Por supuesto, las de Chaplin son todas bestiales, de las que cuando pasan en algún canal más serio de la tele, no te importa volver a ver de nuevo. Pues con Búster Keaton pasa tres cuartos de lo mismo. A mí, la verdad es que Búster Keaton no me hace tanta gracia como las pelis de Charlot o Harold Lloyd. No sé si será porque el pollo siempre aparece más serio que un enterrador en sus películas (supongo que igual que el rasgo distintivo de uno es el bombín, el bigote y el bastón, el de Keaton será el de quedarse siempre serio) pero, aunque le reconozco el mérito, no es que tampoco me mate. Con una excepción: “El maquinista de la General”. Reconozco que, aquí, el buen hombre se lució y con creces, porque no sólo es una película divertidísima llena de aventuras y situaciones cómicas, sino que también es una película enorme para lo que solía ser lo normal en aquella época.


    La historia de “El maquinista de la General” tampoco es que sea el colmo de la originalidad (bueno, puede que ahora no lo sea, pero que lo petara hace casi cien años), pero lo que hace de esta película la genialidad que es tanto tiempo después, es la habilidad que tienen para, en poco más de hora y cuarto, apañárselas para hacer algo tan lleno de gags, situaciones de enredo (Keaton llega a poner a prueba la paciencia del más tranquilo con sus patanerías) y ocurrencias. Por supuesto, “El maquinista de la General” no sería lo mismo sin Keaton y su cara de pardillo, ni sin todo lo que le permite hacer ese tren tan mastodóntico y sus vagones. Pero ya os digo que, después de los primeros quince minutos en que se presenta a cada uno, el tío pisa el acelerador y no lo suelta hasta que acaba la función. Aparte, flipas aún más cuando te enteras de que todas las piruetas, volteretas, caídas y demás las hace personalmente Búster Keaton, sin dobles y a puro huevo, con un par, demostrando que no sólo es capaz de actuar, escribir, producir, dirigir y Dios sabe cuántas cosas más, sino que también le hecha un par y se curra él mismo todas las acrobacias –y ya os digo que hay bastantes, y de lo más chungas-.


    Momentos espectaculares los tiene, y a cascoporro, y todos tienen lugar en el tren. Desde cuando se le queda atrancada la cabeza dentro de un cañón –o cuando, haga lo que haga, éste lo encañona todo el rato- hasta cuando acaba en el morro de la locomotora, teniendo que quitar de la vía unas vigas enormes de madera que hay allí tiradas para no descarrilar. Y, por supuesto, todo lo de la voladura final del puente que está hecho de coña. En medio de todo eso, se demuestra por qué “El maquinista de la General” es una obra maestra del cine: no hay momento en que lo que aparece en la pantalla no sea necesario para la historia y, además, aunque sea muda, tampoco es que se echen demasiado de menos las palabras porque, una vez claro de qué va el tema, todo el resto se preocupa de hacer que la función convierta a Keaton en un héroe improvisado, recupere el respeto de sus compañeros, el amor de su amada y todo lo demás.


    En fin, que ahora que parece que el regustillo ese por las películas clásicas (y mudas) está a la orden del día, os invito a que veáis “El maquinista de la General”. No solo dura poco –para los más carcas a la hora de ver cine clásico-, sino que se te pasa en un plis, porque es entretenidísima, está hecha de perlas, y el argumento interesa hasta el final (cojonudo ese plano de Keaton besando a su novia mientras no para de llevarse la mano a la gorra para saludar a todos los solados que pasan frente a él). Lo dicho, un pedazo de clásico como la copa de un pino.