domingo, 27 de noviembre de 2011

CINE EN CARTEL: "UN DIOS SALVAJE"


TÍTULO: UN DIOS SALVAJE

DIRECTOR: ROMAN POLANSKI

REPARTO: JODIE FOSTER, KATE WINSLET, JOHN C. REILLY, CHRISTOPHE WALTZ

DURACIÓN: 75 min.

AÑO: 2011

GÉNERO: DRAMA


  • EL DR. JEKYLL DICE:


  • Que un cineasta como Roman polanski, con la filmografía tan destacada que tiene a sus espaldas, estrene un nuevo largometraje, es casi motivo de celebración. Cierto es que el realizador polaco cuenta en su haber con obras maestras del cine como “Chinatown – Chinatown, 1974” o, incluso, otras películas de lo más destacables como “Tess – Tess, 1979” o “El pianista – The pianist, 2002”, por lo que llama la atención que, para su útlimo film tras las cámaras, se haya decantado por la adaptación cinematográfica de la obra teatral “Un dios salvaje”, escrita por Jasmina Reza. Y llama la atención no porque Polanski haya visto en la obra de Reza una oportunidad para experimentar con nuevas formas de lenguaje visual, o para dar rienda suelta a su evidente creatividad y destreza como director (algo que otros realizadores como, por ejemplo, Brian de Palma sí suelen conseguir al variar de estilo en cada proyecto), sino por la forma cruda y directa con la que retrata el brutal enfrentamiento dialéctico de dos matrimonios en un mismo escenario, gracias a una soberbias interpretaciones de sus cuatro actores principales.



    Penélope y Michael Longstreet (Foster y Reilly, respectivamente) invitan a su casa al matrimonio formado por Nancy y Alan Cowan (papeles interpretados por Winslet y Watlz). El motivo no es otro que la agresión perpetrada por el hijo de los Cowan al de los Longstreet. Sin embargo, lo que comienza siendo una charla amistosa y cordial, poco a poco se va convirtiendo en un tenso enfrentamiento entre los dos matrimonios e, incluso, entre los propios cónyuges.



    “Un dios salvaje” es una película de actores. Polanski realiza una impresionante labor como director de actores (su puesta en escena no puede ser más teatral), consiguiendo unos resultados fabulosos de todos los intérpretes, que dejan buena muestra de su calidad artística. No obstante, a pesar de ello, mención especial merece Kate Winslet, quien se adueña de la película con una facilidad pasmosa, incluso en aquellos momentos en que la acción parece estancarse, o perderse entre conversaciones intrascendentes que no ayudan a la progresión dramática del film (ver al respecto el momento en que, mientras discuten Michael y Alan, vomita sobre la mesa de los Longstreet). Por su parte, otra estupenda actriz como Jodie Foster parte con la desventaja de tener que encarnar a un personaje tan traumado interiormente como aflora a través de mordaces pero innecesarias réplicas (los instantes en que se empeña en utilizar determinadas coletillas para puntualizar determinados comentarios de los Cowan, o cuando se entromete en la forma en que éstos mismos están educando a su hijo no hacen más que reforzar este punto de vista), hecho que impide al público identificarse con ella todo lo que seía deseable –no olvidemos que los Longstreet son considerados las “víctimas” indirectas de la agresión sufrida por su hijo-.



    En lo que a las interpretaciones masculinas se refiere, éstas parecen, en ocasiones, condicionadas a las de sus parejas de reparto, que son quienes llevan la voz cantante de toda la función. Sin embargo, Christopher Waltz aporta de forma admirable un porte frío y calculador, tal y como hizo en la estupenda película de Quentin Tarantino “Malditos bastardos – Inglorious basterds, 2009” por la que obtuvo la aclamación de la crítica mundial. Y, en honor a la verdad, hay que reconocer que lo borda (sólo es es capaz de insultar a los Longstreet como lo hace para, acto seguido, pasar a elogiar la calidad del whisky que le sirve Michael –atención al momento en que ambos hombres discuten sobre cuál de los dos tiene un empleo de más categoría-). Por su parte, John C. Reilly cumple a la perfección con el rol de parte conciliadora, que procura que ambas partes alcance un entendimiento satisfactorio, a pesar tanto de las reticencias de los Cowan como de su propia mujer (atención al momento en que éste no puede contenerse más y explota, afirmando que, en realidad, él es un “hijoputa con muy mala leche”).



    Por lo demás, lamentablemente, “Un dios salvaje” parece perderse entre las líneas de un afilado texto cuya puesta en escena (ni su contenido) consigue trascender nunca la importancia que sus intérpretes se empeñan en querer otorgarle. Ello explica que el público –disculpen la generalización- se muestre siempre distante desde que la discusión se sube de tono, no consiguiendo ni emocionar al espectador, ni haciendo que se decante a favor de ninguno de los cuatro personajes. En resumen, es un intento fallido por parte de Polanski de querer ir más allá de lo que había realizado hasta la fecha, y de sus excelentes actores, cuyos esfuerzos caen en saco roto. “Un dios salvaje” es una película totalmente innecesaria. No mala, pero sí prescindible.




  • MR. HYDE DICE:


  • No sé muy bien cómo empezar a hacer la crítica de “Un dios salvaje”. No es que sea una mala película, que no lo es para nada. Pero me parece totalmente inútil. Me explico: ver “Un dios salvaje” es ver cómo cuatro personas se parten la cara –metafóricamente- durante una hora y cuarto. Punto. Ya está, no hay nada más. A partir de un problema serio, y de un intercambio de opiniones de lo más normal, la cosa se desmadra hasta que te ponen a prueba la paciencia. De hecho, hay un momento que Jodie Foster dice algo así como “¿Pero qué necesidad tenemos de estar aquí?” Pues fíjate que yo pensaba exactamente lo mismo. Y, repito, no es que sea mala. De hecho, los actores (los cuatro), lo bordan. Pero es que más allá de verlos actuar, la peli no tiene ningún interés en absoluto. Si aún dijeras que Polanski se ha salido rodándola, o que ha revolucionado algo de grabar en un mismo escenario, o alguna cosa de esas, aún lo podría comprender. Pero pasarte una hora y pico viendo como cuatro capullos –porque, al final, se portan como tales- se dicen de todo menos bonito, pues qué queréis que os diga… que para eso me alcanza cuando discuto yo, y que no necesito ver cómo lo hacen los demás.



    Además, hay cosas que me ponen un poco de los nervios. En primer lugar, cualquier persona con dos dedos de frente, se habría ido de casa de los padres del crío al que han zurrado a los diez minutos de haber llegado. Pero claro, no habría peli, así que vale, entiendo que, como decía Freddy Mercury, the show must go on. Bien, seguimos. En cuanto a los personajes, dos me caen bien, y dos mal. Los que bien son el que hace de marido de Jodie Foster, y Kate Winslet. Porque a los otros dos, te dan ganas de meterles dos yoyas y dejarlos serenos. El marido ves que intenta apaciguar a ambas partes, quitarle hierro al asunto y procurar que tanto el chaval que ha desdentado a su hijo como los padres se excusen. Perfecto, eso es de lo más normal y comprensible. Después, Kate Winslet hace el mismo papel, pero como madre, es decir, que comprende que su hijo se ha pasado cuatro pueblos y quiere tranquilizar a los padres del otro chaval prometiéndoles que castigará a su hijo y que éste se excusará.



    Pero ahí acaba la sensatez, porque luego entra en juego Jodie Foster y que hacía de nazi de “Malditos bastardos” y la cagan (no ellos, repito, sino sus personajes). ¿Y por qué? Pues, de entrada, Jodie Foster hace de mujer coñera a tope -lástima que últimamente siempre veamos a Foster haciendo dramones, con lo bien que nos lo hizo pasar en esa comedia tan entretenida que es "Maverick - Maverick, 1994"-. A esta señora, no le basta con las disculpas y la reprimerda, sino que poco menos que quiere saber con pelos y señales de qué forma van a castigar los otros a su nene, cuántas veces pedirá perdón, cómo lo piensan educar y bla bla bla. Que a los diez minutos que se pone a hablar en plan histérica, te preguntas dos cosas: la primera, cómo la puede aguantar su marido; la segunda, por qué ninguno de los otros tres le cierra la boca (os juro que yo soy el padre del otro crío y mando a cagar a la buena señora).



    Y después, le toca el turno al que hace de marido de Winslet. El hombre pasa olímpicamente de todos los demás, y se dedica a sus movidas de trabajo –el pollo se pasa la película interrumpiendo las conversaciones de los demás cuando le suena el móvil y se pone a hablar-. Todo ello, por no decir que le importan un carajo su hijo, el de los otros, su mujer, y absolutamente todo lo que tiene que ver con lo que está pasando. Es más, no duda en coñearse de todos (su mujer incluída) a la mínima ocasión que tiene.



    En fin, que “Un dios salvaje” no es, ni por asomo, lo mejor de Polanski –cuando alguien ha sido capaz de hacer “La semilla del diablo” o “Chinatown” cuesta entender qué coño hace rodando esta chufla-, cosa que te deja un poco despagado, sobretodo cuando crees que por ser una peli suya, y tener a los actorazos que aparecen, estás a punto de ver un peliculón y no es así. Así que mi valoración es que ni fu ni fa, aunque más bien fu.