TÍTULO: LA MUERTE TENÍA UN PRECIO
DIRECTOR: SERGIO LEONE
REPARTO: CLINT EASTWOOD, LEE VAN CLEEF, GIANMARIA VOLONTE, KLAUS KINSKI, LUIGI PISTILLI
DURACIÓN: 125 min.
AÑO: 1965
GÉNERO: WESTERN
A principios de los años sesenta, comenzó a destacar en el panorama cinematográfico italiano la obra de un particular director, cuyos primeros largometrajes ambientados en el Oeste norteamericano se consideran hoy mitos del séptimo arte, tanto por el modo en que están realizados, como por la fama que le supuso a su principal actor –Clint Eastwood-, como por la música del genio Ennio Morricone que las ambientaba. Su nombre era Sergio Leone, y esos films, los llamados “La trilogía del dólar”, entre los que se encontraban “Por un puñado de dólares – Per un pugno di dollari, 1964” y “El bueno, el feo y el malo – Il buono, il brutto, il cattivo, 1966”, a los que, en su conjunto, también se les acabaría conociendo por el término "spaghetti-western", al tratarse de co-producciones italoamericanas. Para el caso que hoy nos ocupa, “La muerte tenía un precio es el segundo largometraje de esta trilogía.
En mitad de una polvorienta región del centro de los Estados Unidos, dos hombres dedicados a la caza de delincuentes por la que ofrecen una suculenta recompensa, llegan a un pueblo en mitad de ninguna parte. Uno de ellos, apodado “El Manco” (Eastwood) únicamente pretende dar caza a uno de los maleantes más cotizados, El Indio (Volonte). Sin embargo, el otro, un coronel retirado del ejército americano llamado Douglas Mortimer (Van Cleef), parece tener otras motivaciones que lo impulsan a cazar a El Indio, aparte de la recompensa. Pronto, ambos caza-recompensas coinciden pero, lo que al comienzo parece un enfrentamiento entre ambos, acaba convirtiéndose en una curiosa colaboración, no sólo para dar caza a El Indio, sino también a toda su banda. Evidentemente, ni El Indio se entregará por las buenas, ni les pondrá fáciles las cosas a ambos justicieros.
"La muerte tenía un precio" es, por encima de todo, una película de autor, aunque no como tal y como se entiende hoy en día por tal denominación. En este caso, Sergio Leone creó un estilo propio que impregnaba todos y cada uno de los fotogramas de estos "spaghetti-westerns", y que se pueden identificar en momentos tan abundantes como esos primerísimos planos de los ojos de los personajes cuando están a punto de embarcarse en un duelo o disputa, o cuando pretende resaltar algún aspecto de la rudeza de los mismos. Asimismo, si por una parte hemos mencionado la cercanía de esos planos, Leone también recurre a justo lo contrario: a grandes planos panorámicos donde el protagonista no es más que una mota de polvo en el horizonte aunque, aun así, al público le es fácil identificarlo.
En cualquier caso, Leone, arropado por el equipo eficaz que lo acompañó durante la realización casi encadenada de la trilogía, adorna todo el conjunto con un ritmo incesante (ni siquiera las breves sencuencias en las que no suena un solo disparo decrece la tensión que ha ido acumulando), y un interés continuado a lo largo de todo el largometraje ya que, si bien sí que se conocen los motivos que llevan a El Manco a actuar como lo hace, tal objetivo no está tan claro en lo que respecta a la misteriosa figura del Coronel. Y, evidentemente, cuando llega el momento final del duelo, todo queda claro.
En fin, que sea como sea, más allá de la moda que marcaron estos "spaghetti-westerns", lo que nos queda, especialmente con "La muerte tenía un precio" es una estupenda película cuyos defectos -que los tiene- son suplidos por el increíble dinamismo de Leone, del ritmo trepidante del conjunto, y de un Eastwood tan inconmensurable como las melodías de Morricone que lo acompañan.
Por mucho que diga el listillo de arriba, yo creo que las pelis de uno bueno contra doscientos malos empezaron con John McLane en las de “La jungla de cristal” –y cuidado, que esa peli me encanta-. Y, también, por mucho que digan los que creen que todas las pelis del Oeste son iguales, “La muerte tenía un precio” y las otras parecidas en las que sale Clint Eastwood pegando tiros por Almería, no tiene nada que ver con las pelis de John Wayne, aparte que todas están ambientadas en el Far West. Y quienes hayan visto alguna de estas pelis (me refiero a las de “la trilogía del dólar” que mencionaba antes el colega Jekyll), sabrán que aquí no tiene nada que ver ni el séptimo de caballería, ni los indios al galope con sus coronas de plumas, ni todas esas chuflas que hemos visto ya quinientas veces en las pelis del Oeste. Aquí, aunque parezca mentira, lo que pasa es lo mismo que le sucedía a Bruce Willis en los rascacielos, a Antonio Banderas en México vestido de mariachi, a Steven Seagal en un portaviones, etc. Es decir, que el bueno se tiene que enfrentar a un huevo y medio de malos, a los que da matarile a punta de pistola, no dejando títere con cabeza. Así que supongo que es lo que podíamos llamar las machomovies de hace cuarenta años, pero ambientadas en el Oeste.
A mí me han encantado todas las de Clint Eastwood en Almería (lo que ya no sé deciros es por qué el listo de arriba ha querido empezar por ésta, y no por “Por un puñado de dólares” que, al fin y al cabo fue la primera; en fin, movidas suyas…), y ésta en particular. Cuando la peli empieza, no tienes muy claro quién es el bueno –si Eastwood o Van Cleef-, y qué quiere cada uno de ese pueblo cochambroso al que van a parar. Pero la historia tiene ese “algo” que te engancha y hace que crezca el interés por averiguarlo. Además, la forma que tiene Sergio Leone de hacer la peli está chulísima (con cada duelo, aunque das por hecho que a los supuestos buenos no les va a pasar nada, estás sin parpadear ni un solo segundo) y, hasta cierto punto, hasta te conmueve (fijaos en la parte final, cuando El Indio se enfrenta al Coronel Mortimer, y suela la melodía esa de los relojes de bolsillo que a los dos les recuerda a la chica muerta; son casi dos minutos -cancióncita del reloj incluída- en que aguantas la respiración con ellos).
Por lo que respecta al resto, “La muerte tenía un precio”, quitando esos momentos, ya os digo que está chulísima. Es como si vieras una peli de acción de las de Stallone y demás, pero en mitad del Oeste ya que, a fin de cuentas, los dos protagonistas principales son caza-recompensas… y ya sabemos todos lo que quiere decir eso. Tiene disparos y muertos a mansalva, tiroteos a cascoporro, trampas de los buenos a los malos y persecuciones como cualquiera de estas otras pelis modernas que os estoy diciendo. A mí, por ejemplo, me encanta el momento ese en el que tanto El Manco como el Coronel se unen para cargarse a la banda de El Indio, y se pasean pro el pueblo cepillándose a todos esos tontainas que no saben con quién se las están viendo. Y, en mitad de todo ello, Eastwood con su cara de estar chupando un limón todo el rato (será por la pestuza que tenía que salir del caliqueño ese asqueroso que chupeterreaba todo el rato), y su poncho mugriento, y Lee Van Cleef con cara de “chaval no te metas conmigo que te reviento de dos sopapos”. Y, por supuesto, mucha acción –de la de entonces, por supuesto, pero acción al fin y al cabo- y emoción al ritmo de la música de Ennio Morricone (cojonuda en todas las pelis de la serie).
En resumen, “La muerte tenía un precio” es un clásico del Oeste que no debería ser considerado una peli más de indios y vaqueros –que no lo es-, y darle una oportunidad para disfrutar en algo más que no sean las infumables tardes de “Cine del oeste” que ponen en algunas cadenas de televisión. Si podéis verla, hacedlo, porque os aseguro dos cosas: que veréis que no todas las pelis clásicas del Oeste son iguales, y que éstas de Clint Eastwood son la caña, ¡y nunca mejor dicho!
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