TÍTULO: EL ÚLTIMO HOMBRE
DIRECTOR: WALTER HILL
REPARTO: BRUCE WILLIS, CHRISTOPHER WALKEN, BRUCE DERN, NED EISENBERG, DAVID PATRICK KELLY, KARINA LOMBARD
DURACIÓN: 101 min.
AÑO: 1996
GÉNERO: ACCIÓN
En la meca del cine, desde luego son particulares a la hora de afrontar revisiones de películas antiguas. Si bien hay remakes que calcan plano por plano al original (la última –y vergonzosa- versión de “Psicosis – Psycho, 1960”), lo más normal es que cada nueva versión la lleve a su propio terreno, actualizando los contenidos, pero respetando el hijo argumental del largometraje en el que se basa. Sin embargo, hay otras ocasiones en que lo único que se aprovecha del original es su premisa argumental para, acto seguido, ambientarla en un contexto –personajes, escenarios, guión…- radicalmente diferente (más o menos como hizo Peter Hyams con “Atmósfera cero – Outland, 1981”, versión un tanto libre del clásico protagonizado por Gregory Peck “Sólo ante el peligro – High noon, 1952”). Así pues, cuando el director especializado en films policíacos Walter Hill planteó la posibilidad de realizar una versión moderna del clásico “Yojimbo (el mercenario) – Yôjinbô, 1961” dirigido por el maestro Akira Kurosaka, pareció tener claro que la forma de llevarlo a la pantalla debía ser totalmente distinta, de forma que las comparaciones que se pudieran hacer entre ambos largometrajes fueran lo menos odiosas posibles -al fin y al cabo, es de un clásico del cine japonés y de la historia del cine en general que estamos hablando-. Para ello, la acción del largometraje se trasladaba a principios del siglo XX, en pleno auge de la ley seca, en una pequeña región fronteriza con Méjico, y su principal protagonista pasaba de ser un samurai a un pistolero de pasado poco claro. Y, como no podía ser de otra forma, para el papel protagonista, Hill escogió a uno de los actores más acostumbrado a apretar el gatillo: Bruce Willis.
John Smith (Willis) busca un lugar tranquilo en el que desaparecer por un tiempo. Viajando en su coche por remotos parajes del sur de Estados Unidos, llega a un pequeño pueblo llamado Jericho. Sin embargo, nada más llegar, tiene un pequeño altercado con una banda de mafiosos, al fijarse desinteresadamente en la mujer del capo, y ante la total impasibilidad del sheriff local, Ed Galt (Dern). Cuando intenta solucionar ese altercado (a punta de pistola), Smith descubre que ese pueblo dejado de la mano de Dios está tomado por dos bandas mafiosas rivales, la de los irlandeses dirigida por Doyle (Kelly), y la de los italianos dirigida por Strozzi (Eisenberg), con ayuda de su mano derecha, otro pistolero llamado Hickey (Walken) que dispara primero y pregunta después. En medio de todos ellos, Smith decide trabajar a dos bandas para ganar cuanto más dinero mejor, pero sus planes no resultarán como él había esperado.
Es curiosa la forma en que está planteada “El último hombre”. La ambientación en un pueblucho arenoso recuerda mucho a los westerns crepusculares de finales de los años setenta, cuando el mito del salvaje oeste se presentaba más como un sueño pasado que como una realidad, y cuando la ley aún seguía siendo la del más fuerte, defendida a punta de pistola. De hecho, contiene todos los ingredientes propios de este género: sheriff impasible y corrupto, el clásico saloon reconvertido en un motel de mala muerte, el enterrador fabricando ataúdes de madera ante la continua clientela, y la calle principal semi desierta entorno a la que se edifica el resto del maltrecho pueblo. No obstante, sí que resulta llamativo el hecho de que Hill no haya querido trasladar la historia a esa época, sino que se haya decantado por un momento de la historia más propio de otras ubicaciones (el Chicago de Al Capone, o el Nueva York de los Corleone). Y, aún así, la decisión casi parece funcionar aún mejor, ya que ese ambiente decadente en el que mafia se entremezcla con duelos callejeros y bares atiborrados de botellas de whisky le da un toque especial a la película.
El guión, por su parte, está repleto de tópicos propios del mundo del western al que hacíamos referencia. De hecho, si en lugar de mafiosos los protagonistas fueran vaqueros, el resultado sería casi el mismo. Lo que no evita que, como decimos, los diálogos sean un tanto redundantes, y considerados como meras excusas para apoyar las coreografías de tiroteos y muertos que se suceden casi sin interrupción. Al respecto, destaca, por ejemplo, la secuencia en la que Smith decide liberar a la mujer de Doyle de su cautiverio, pasando literalmente por encima de todos los guardianes que la custodian. O como cuando, de nuevo, Smith hace acto de presencia en “cuartel general” de Doyle para cobrarse su particular vendetta (son casi diez minutos de disparos sin descanso, en el que no queda títere con cabeza). Por supuesto, Willis da lo mejor de sí mismo en todas y cada una de las secuencias de acción (no en vano tiene una larga experiencia en papeles similares), dejando que sean sus compañeros de reparto quienes se preocupen por la actuación y limitándose él a poner su semblante serio de pocos amigos. La lástima es que otro actor estupendo como Christopher Walken, capaz de helar la sangre con una sola mirada, tampoco parezca esforzarse demasiado por darle más profundidad a su personaje (ver la secuencia en que liquida a un jefe de policía mejicano que ha traicionado a su jefe).
Por lo demás, “El último hombre” es una película que entretiene por las enormes dosis de acción que tiene, aunque éstas se limiten, como decimos, a los tiroteos constantes que se suceden desde su temprano comienzo. Más allá de esto, lo que queda es una película que entretiene lo justo, pero que se queda muy lejos de la trascendencia que tuvo la obra de Kurosawa en la que se basa. Para pasar el tiempo y poco más.
¿Para pasar el tiempo y poco más? ¡Ay, lechón, pero qué poca idea tienes de lo que es pasárselo bien! Pues mirad, es así de fácil, a los que os gusten las películas de acción en plan tiros y balas a cascoporro estáis de suerte, porque “El último hombre” es vuestra peli (y lo del título es casi del todo cierto, porque no veáis cómo queda el patio después de que el amigo Willis se pasee por ese pueblucho asqueroso). Es cierto que no es cualquiera de las partes de “La jungla de cristal”, y que Bruce Willis va de un lado a otro con una cara de perro que asusta. ¿Pero a quién coño le importa eso? Al fin y al cabo estamos hablando de una películas de acción que lo único que pretendes es hacer que te lo pases pipa durante un rato y que, cuando acabe, tengas claro que no tiene más sentido que el de distraer y hacer que te olvides del mundo por unos minutos.
Lo bueno que tiene, es que tampoco es una película de tiros a lo loco, como lo que le pasa a Antonio Banderas cuando se viste de mariachi y se pasea por Méjico. Aquí, al menos se molestan en contar una historia sobre rivalidades de bandas mafiosas, cosa que le da un toque de distinción al asunto, sobretodo cuando Willis se pasa de uno a otro como quien cambia de chaqueta. Por otra parte, lo chulo es que la violencia tampoco se limita a ver cómo a un tío le pegan un tiro, sino que ves cristales y peña saltando por los aires como si fueran canguros. Y, si no me creéis, esperad a ver el momento ese en que Willis se enfrenta rollo duelo del oeste, al panoli que le rompe el faro del coche: de la lluvia de balas que le mete, el tipo sale disparado del motel hasta estamparse en la calle –vale que esté un pelín exagerado, pero se sale-.
Otra cosa que también me pareció un tanto original por lo poco frecuente que suele ser en una peli de este tipo, es que al supuesto héroe (el amigo Bruce), le den una somanta de palos que lo dejen para el arrastre. Más que nada porque cuando hablamos de una peli de acción, al bueno le hacen un par de rasguños y eso es todo (James Bond ni se despeina). Pero aquí, a Willis, hay un momento en que le repasan las costillas una a una, y eso no es nada habitual en una peli de éstas. Por lo demás, lo que ofrece “El último hombre” es una película súper entretenida, bien hecha, con una trama que resulta interesante desde que te hueles por dónde va el tipo, y con momentos de acción de la buena que hacen que te lo pases pipa. A mí me encantó la peli cuando la vi, y recientemente tuve la ocasión de comprármela en Bluray, con lo que los tiroteos tienen que ser de cágate lorito. Por supuesto, no es una peli que le pondría a mi chica para pasar una noche romántica, aunque sí para esos días en que quiere ver una peli “de no pensar”: ellas se conforman y nosotros nos lo pasamos teta. Ojo al dato.
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