sábado, 17 de diciembre de 2011

CINE A DESCUBRIR: "LOS CHICOS DEL CORO"


TÍTULO: LOS CHICOS DEL CORO

DIRECTOR: CHRISTOPHE BARRATIER

REPARTO: GÉRARD JUGNOT, FRANÇOIS BERLÉAND, KAD MERAD, JEAN -BAPTISTE MAUNIER, JACQUES PERRIN

DURACIÓN: 95 min.

AÑO: 2004

GÉNERO: MELODRAMA

  • EL DR. JEKYLL DICE:

  • En 2004, un modesto film francés, llamado “Los chicos del coro”, estrenado en el país galo casi entre una marea de producciones de mucha más envergadura, se convertía en un impresionante éxito de taquilla, obteniendo el aplauso unánime de la crítica mundial, y consiguiendo algunos de los premios y reconocimientos más importantes de la industria cinematográfica: ocho nominaciones a los César, dos a los Oscar, tres a los BAFTA, dos a los Globos de Oro, y al Goya como mejor película extranjera. Lo cierto es que no es para menos, ya que “Los chicos del coro” no sólo da una tremenda lección de buen cine sino que lo hace proponiendo una historia bonita, hermosamente rodada, con un guión y, sobretodo, con unas actuaciones de todo su reparto y una banda sonora de las que se recuerdan tiempo después de haber visto la película. Ah, y un pequeño detalle: se trata de la opera prima de su director: Christophe Barratier.


    Clément Mathieu (Jugnot) es un maduro compositor de música que, a mediados del siglo XX, acepta un trabajo como profesor de música en un reformatorio para niños descarriados, para poder salir adelante en esos años difíciles. Una vez que llega al reformatorio, Clément queda asombrado por la dureza y deshumanización con la que son tratados todos los niños –todo ello promovido por Rachin (Berléand), el director del centro-, los cuales, por su parte, aprovechan la mínima ocasión para dar rienda suelta a su comportamiento rebelde. De entre todos los alumnos de Clément, destaca particularmente un niño llamado Pierre (Manuier), quien posee una habilidad vocal excepcional para el canto. Animado por la posibilidad de poder aportar una visión de la vida a estos chavales a través de la música, Clément comienza a enseñarles música, formando un coro infantil que, poco a poco, irá ganando una importante reputación en toda la región, a la vez que los muchachos irán transformando su comportamiento en uno mucho más civilizado.


    “Los chicos del coro” es una maravilla en cuanto a construcción de la historia. Absolutamente ningún elemento aparece forzado, ni presentado con insistente persistencia para resultar emotivo o conmovedor. Aquí, Barratier se limita a presentar una línea argumental de lo más simple, en la que el buen hacer de su reparto, a ritmo de una insuperable adaptación musical, consigue que el espectador se sienta inmediatamente atraído por aquello que le están contando. Evidentemente, el guión contiene los suficientes giros argumentales como para no resultar repetitivo (los casi constantes enfrentamientos entre Clément y Rachin, la imposibilidad de corregir al “nuevo” alumno brutote e incapaz de comportarse de forma civilizada –tremenda el momento en que Rachin lo abofetea sin miramientos, o lo que sucede tras la secuencia del incendio del reformatorio-). En este sentido, “Los chicos del coro” se diferencia de otros largometrajes de temática similar como “El club de los poetas muertos – Dead poets’ society, 1989” o, incluso, la excelente “Profesor Holland – Mr. Holland’s Opus, 1995” con la que el film que hoy nos ocupa tiene más de un punto en común.


    Por lo demás, como ya mencionábamos, no conviene desvelar mucho más sobre este fascinante largometraje, ya que todo elemento nuevo que se descubre ayuda a disfrutarlo aún más. Tan sólo, antes de terminar, comentar un par de referencias curiosas: aquellos de ustedes que hayan visto la oscarizada “Cinema Paradiso – Nuovo Cinema Paradiso, 1988” seguro que encuentran más de un punto en común con el comienzo de “Los chicos del coro”. Y, la segunda, es que presten una atención especial al personaje de Pepinaud, uno de los niños más inocentones de todo el reformatorio, y que se adueña del corazón de los espectadores desde que aparece en pantalla por primera vez hasta que cierra la película con una inesperada reacción por parte de Clément. En resumen, una “Los chicos del coro” es una película sensacional y bonita a rabiar que merece la pena ser disfrutada con todos los sentidos. Y, por supuesto, atención a su banda sonora. Irrepetible la partitura compuesta por Bruno Coulais.



  • MR. HYDE DICE:

  • Cuando Jekyll me propuso que hoy habláramos de “Los chicos del coro”, lo primero en lo que pensé al recordar la peli fue lo cierto que parece a veces eso de que la música amansa a las fieras. Y de cómo, con cuatro duros –quitando la ambientación de mediados del siglo pasado, ya os digo que no se han gastado mucho más- y una historia que hemos visto ya mil veces en otras películas (el tópico del profesor que va a un centro nuevo en el que los que mandan son unos capullos integrales estirados, y los alumnos poco menos que delincuentes y futuros convictos), los gabachos han sido capaces de hacer una de sus mejores películas. Y lo mejor, utilizando una música preciosa como excusa para contárnoslo todo, cosa que no suele ser lo habitual –por no decir que en el noventa y nueve por ciento de los casos en que se juntan estudiantes y música, lo único que se oye es rap de ese infernal-.


    Pero si hay algo que llame la atención en “Los chicos del coro”, aparte de su banda sonora, es la forma que tienen de contar la historia. Bueno, más bien, de presentar a los personajes. Menos un chaval pelirrojo al que dan ganas de cruzarle la cara de un guantazo (y, eso, siendo comedidos), el resto de los que salen son gente estupenda. El profesor, es un buenazo total; el chavalín pequeño al que parece que nadie quiere, es un bragado genial, y el niño principal, aunque un poco mamonete, también termina cayéndote bien. Vamos, hasta el director ese que parece que tenga un palo de escoba metido por el culo te acaba resultando simpático (es divertido el momento ese en que se pone a hacer avioncitos de papel mientras baila encima de su mesa). Como os digo, lo bonito del tema es que da la sensación de que son una serie de personajes que van perdidos sin saber muy bien qué hacer con su vida, hasta que un profesor insignificante decide poner un poco de orden, como quien no quiere la cosa, y siempre desde el respeto y la educación. Por eso me gusta, porque da la sensación de que uno de los mensajes que pretende transmitir “Los chicos del coro” es si quieres predicar, hazlo con el ejemplo (que a más de uno que conozco debería quedarle esto claro).


    En cuanto al resto de la peli, pues está bien, pero tampoco descubre América. Lo que pasa es que esa sensación de buen rollo hace que cosas más normales y flojuchas (el rechazo al nuevo profesor nada más llega al centro, el enfrentamiento entre él y el director que es mucho más chapado a la antigua, la forma de entablar relación con los chavales que pasan del tema, etc.) te parezcan cojonudas. Y, entre ejemplo y ejemplo, pues sesión de cántico infantil que hacía que toda la gente se quedara muda con la música que eran capaces de hacer esos chavales con sus voces.


    En fin, que “Los chicos del coro” es un ejemplo perfecto de cómo un mismo tema que ya nos han contado en muchas otras pelis puede ser tratado desde un punto de vista totalmente diferente, haciendo que el público se sienta a gusto con la historia, que los actores (sobretodo los infantiles) lo hagan de coña y que, cuando acaba, te sientes bien. Supongo que es una sensación que sólo consiguen provocar en la gente las películas buenas. Y ésta lo es.






    2 comentarios:

    Anónimo dijo...

    Es de las películas más encantadoras y bien hechas que conozco. Ahí aparece todo: música, humanidad, ternura, buen corazón. Creo que pasará a la historia como una de las películas que merece ser recordada

    Anónimo dijo...

    Estoy completamente de acuerdo con el anónimo anterior.
    En pocas palabras, es bella.
    Alejapendeja