DIRECTOR: GEORGE MILLER
REPARTO: MEL GIBSON, BRUCE SPENCE, VERNON WELLS, MIKE PRESTON, VIRGINIA HEYKJELL NILSSON
DURACIÓN: 96 min.
AÑO: 1981
GÉNERO: ACCIÓN
Si a lo largo de las últimas críticas hemos tratado en varias ocasiones los sub-géneros cinematográficos dentro de un tipo específico de largometrajes (comedia romántica, thrillers policíacos, etc.), el film que hoy nos ocupa casi parece haber desarrollado un género propio: el de las películas futuristas post-apocalípticas. Cierto es que, dicho así, el término puede confundir y ser poco aclaratorio. Sin embargo, la estética de estos films es inconfundible. Para empezar, la mayoría de ellos tienen lugar en un futuro próximo, en el que la sociedad ha sido prácticamente devastada a favor de la anarquía, los clanes violentos y el caos. En medio de semejante panorama, donde sus protagonistas se las ven y desean para poder sobrevivir y aprovechar los pocos recursos naturales de los que aún disponen, suele hacer su aparición la figura del héroe que acabará protagonizando el relato, que da esperanzas casi de forma involuntaria al resto de secundarios, y que los guiará hacia una situación más esperanzadora. Así pues, dentro de este tipo de películas, en los años ochenta, quizás uno de los largometrajes más representativos de este sub-género sea “Mad Max 2: el guerrero de la carretera”, secuela del film original que se había estrenado dos años antes y que, no sólo le había servido como carta de presentación al actor de origen australiano Mel Gibson, sino que también se había convertido en una de las películas más rentables de la historia hasta ese momento.
En un futuro cercano, después de una serie de acontecimientos que han derivado en una tercera guerra mundial, el mundo tal y como se conocía, ha desaparecido. A través de un excelente prólogo en blanco y negro, se describe cómo la guerra por los combustibles fósiles ha convertido a la humanidad en depredadores desalmados capaces de hacer cualquier cosa con tal de disponer de unos pocos litros de gasolina. En medio de esta situación, el exagente de policía Max Rockatanski (Gibson), que sigue arrastrando el trauma derivado de no haber podido salvar la vida de su mujer y su hijo a mano de una banda de delincuentes motorizados, sobrevive como buenamente puede a los constantes ataques de los delincuentes de poca monta. Un día, llega a una especie de aldea fortificada en la que sus habitantes esconden un importante stock de combustible. Esto no pasa desapercibido a las bandas criminales locales, que se organizan con el fin de arrasar este poblado y robar el combustible. A cambio de cobijo y protección, Max se ofrece voluntario para organizar la resistencia de los aldeanos, desatando un importante enfrentamiento con los vándalos.
Tal y como se puede comprobar por su argumento, “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” es una película que presenta un futuro completamente devastado. Es curioso, sin embargo que, tratándose de una secuela, se aleje del tono que mantenía el título original (muchísimo menos apocalíptico), y se apueste aquí no sólo por mayores dosis de acción sino, también, por un enfoque diferente de la historia. Ahora, el personaje principal ya no es el padre amoroso y responsable de su deber que era antes, sino que se trata de una especie de mercenario en busca de redención que ayuda al semejante sólo para poder ayudarse él también. De esta forma, el protagonista se convierte en un antihéroe que acaba resultándole simpático al público a partes iguales por su sinvergonzonería y su disimulada lealtad.
Volviendo a la estética, también mencionábamos que “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” era uno de los máximos exponentes del cine de temática futurista y post-apocalíptica más representativo de los ochenta. Bien, pues ampliamos el marco temporal, ya que también lo es de la historia del cine. La estética tanto del diseño de producción (esos pueblos arrasados, coches calcinados en los arcenes de las carreteras, escenarios desérticos sin un ápice de vegetación) como de diseño de vestuario (por mucho calor que haga, los protagonistas se visten siempre con un montón de harapos –muchas veces de cuero, como es este caso-, que aumentan la sensación de devastación) y la caracterización de los personajes (muchos de los villanos ocultan su rostro tras máscaras, o con estrafalarias indumentarias, cortes de pelo, etc.) está perfectamente concebida para darle al conjunto esa sensación de desesperanza a la historia.
Ahora bien, independientemente de toda la ambientación que hace de “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” un film de referencia, lo cierto es que la puesta en escena de esta segunda parte es mucho más espectacular que la primera si cabe. Si el título original se había hecho famoso por la sucesión de impresionantes secuencias de persecuciones por las gigantescas carreteras australianas, en esta secuela se incrementa la espectacularidad de estas persecuciones aunque, curiosamente, no en cantidad sino en calidad. En efecto, mientras en la primera parte las secuencias de acción eran constantes durante todo su metraje, en “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” disminuye la cantidad de estas secuencias, aunque la persecución final (espectacular de principio a fin ese asedio al camión cisterna que conduce Max), ocupe más de quince minutos del tercio final del film. Por supuesto, el nivel de violencia tampoco disminuye mucho en la secuela, aunque sí hacen que se concentre más en las carreras y persecuciones automovilísticas en vez de hacerlo en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Por lo que respecta al resto del largometraje, éste contiene un tono muy similar al de producciones más propias del western clásico como “Río Bravo – Rio Bravo, 1959” (toda la parte centrada en el asedio e intentos de asalto a la fortaleza destartalada en cuyo interior esconden el combustible) aunque, por supuesto, salvando las distancias.
En definitiva, “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” es un film entretenido, hecho de forma efectiva, y referente claro del cine de acción futurista apocalíptico. No es que éste sea un género demasiado apreciado por el grueso de espectadores aunque, no obstante, tampoco ello es motivo de negarle los aspectos positivos a este correcto largometraje, que no pretende sino ser un divertido pasatiempo.
Joder Jekyll, te habrás quedado a gusto… ¡Pero qué rollero eres, macho! En fin, ya no sé qué más decir que no haya cascado ya este tío castaña. A mí no es que me maten mucho esas pelis en las que todo está hecho una mierda, roto y tirado por el suelo. Básicamente porque siempre me ha costado entender por qué la gente tiene que vivir como guarros porque la guerra haya petado medio mundo. A ver, una cosa es que no tengas tarifa plana de Internet, y otra que no te puedas dar un baño o enjuagarte un poco la boca para que los piños no se te queden como los del cuñao. En fin, son tonterías, lo sé, pero tonterías que pueden hacer que vayas o no vayas a ver una peli por la pinta que tiene. A mí, la primera “Mad Max” tampoco es que me chiflara mucho. Vale que las carreras de esos coches trucados tenían su punto, pero me esperaba algo con más acción (tampoco me quedé mucho con que si la peli era violenta o no), así que cuando vi “Mad Max 2: el guerrero de la carretera”, teniendo en cuenta que, además, todo era en plan apocalíptico, al principio tenía el morro un poco torcido.
Después de verla, tampoco es que me haya parecido la maravilla del siglo, pero debo reconocer que es mejor de lo que imaginaba. No cambia nada eso de que todo el mundo esté como si la basura hubiera llovido del cielo, o que la inmensa mayoría de los “humanos” sea una panda de cafres de mucho cuidado. Pero tiene algo que se agradece en una peli de este tipo: es entretenida. Con toda la historia esa de conseguir / proteger gasolina, y con las persecuciones que hay en “Mad Max 2: el guerrero de la carretera”, casi te da un poco igual la estética esa catastrófica, ya que se deja de rollos sobre la crítica de la sociedad y tal, y se preocupa más por ser una película de acción más o menos interesante.
De películas así en plan fin del mundo, no es que sea mi preferida (es más, ahora que lo pienso, creo que no tengo ninguna preferida de esta clase), porque se parece un montón a otras tipo “Soy leyenda – I am legend, 2007” e, incluso, a una de hace ya años que creo que se llamaba “El último hombre… vivo – The omega man, 1971” en la que creo que salía Cartón Heston. Y, por supuesto, a esa especie de versión pasada por agua que es la igualmente entretenida –y menospreciada e infravalorada a partes iguales- “Waterworld – Warterworld, 1995”. Lo único que yo le veo de más original a “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” es la chulería en plan guay de Mel Gibson, que hace de tío duro, pero simpático (no como Kevin Costner, que se pasa la peli del agua con cara de cabreo). Gibson sabe de sobra el tipo de peli que es y que, ahí, él es el que manda, como demuestra en trozos como en ese en que espera el momento oportuno para proponerles a los pringados del poblado ser él quien se encargue de transportar el camión cisterna fuera de esa especie de fuerte cutre. El tío se lo dice desde el suelo, repantigado como si estuviera en el sofá de su casa, más chulo que un ocho.
Por lo demás, “Mad Max 2: el guerrero de la carretera” es una película de esas que ves y te hace pasar el tiempo, pero que no te pirras por volver a ver, al no ser que te haya calado profundo (que no es mi caso). Pero si te van esas pelis en las que el mundo civilizado –si es que alguna vez lo ha sido- se ha ido a tomar viento, desde luego, no te la puedes perder. Para el resto, ya sabéis de qué va la cosa.
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