DIRECTOR: DANNY BOYLE
REPARTO: EWAN MCGREGOR, KERRY FOX, CHRISTOPHER ECCLESTON, KEN SCOTT, KEITH ALLEN
DURACIÓN: 92 min.
AÑO: 1994
GÉNERO: THRILLER
Alex (McGregor), Juliet (Fox) y David (Eccleston) son tres amigos que comparten piso. Dado que a todos ellos les vendría bien un dinero extra, que el piso es muy grande, y que disponen de una habitación que ninguno utiliza, deciden poner un anuncio buscando un nuevo compañero de piso. El elegido es Hugo (Allen), un hombre tan enigmático como celoso de su intimidad. Al cabo de unos pocos días, Alex, Juliet y David encuentran a Hugo muerto en su cuarto. Aparentemente, la causa ha sido una sobredosis de heroína. Sin embargo, antes de avisar a la policía para denunciar el suceso, bajo la cama de Hugo encuentran una gran maleta repleta de dinero. Será entonces cuando los tres amigos deberán tomar una importantísima decisión: avisar a la policía y entregarles el maletín con el dinero, o hacer desaparecer el cuerpo quedándose con todo el efectivo.
Comparativamente –y teniendo en cuenta la particularidad de estilo fílmico y personalidad de cada uno de ellos-, Danny Bolye se engloba dentro del grupo de directores surgidos durante la primera mitad de los años noventa, en el que cabría incluir también a otros talentosos directores (y, con elevada frecuencia, también guionistas) como Quentin Tarantino o Guy Ritchie. Todos ellos, a través de su particular tratamiento de la violencia y de la manera que tienen de plasmarla en sus largometrajes, han desarrollado una capacidad narrativa fresca, original y renovada. En lo que al debut de Boyle se refiere, “Tumba abierta” contiene una buena parte de los elementos que se encontrarán presentes a lo largo de la mayoría de sus films posteriores (el enfrentamiento de un individuo normal y corriente a situaciones comprometidas que le obligan a reaccionar de una determinada forma –tal y como acontece, por ejemplo, en “28 días después – 28 days later, 2002”-, o la transformación progresiva de la mentalidad de dicho individuo conforme se van sucediendo los hechos que lo llevan al límite –como también ocurre en “La playa – The beach, 1999” y, en mayor medida, en “127 horas – 127 hours, 2010-) pero que, aquí, brillan particularmente gracias a la acidez de su guión y a la rabiosa y poderosa puesta en escena.
“Tumba abierta” consigue impresionar porque habla de gente de la calle, como cualquier espectador del público que, de repente, se ve forzado a tomar decisiones difíciles que no sólo ponen a prueba su propia moralidad, sino que también van a condicionar lo que suceda a continuación. En el film esto queda claro desde el momento en que Juliet acude a la biblioteca en la que David prepara un caso para convencerle de que el plan ideado por Alex es la mejor opción. Por supuesto, el espectador, que no es tonto, ya intuye que esto no va a resultar tan sencillo, y que las cosas se les van a complicar a los protagonistas, aunque desconociendo hasta qué punto. Por ello, conforme avanza la acción y se van precipitando los hechos (el descuartizamiento y entierro del difunto, la aparición de los individuos que preguntan por el inquilino fallecido, la investigación de la policía, etc.), más se va enredando la historia y más involucrado se siente también dicho espectador. Ello es gracias a la realización de Boyle, que acierta al no exagerar más de la cuenta estas situaciones, dosificando la acción de forma que ésta experimenta un in crescendo progresivo que deriva en la explosión de violencia concentrada en los últimos quince minutos de metraje.
Por fortuna, “Tumba abierta” no juzga en absoluto el comportamiento de sus protagonistas, sino que se limita a mostrar la reacción a una acción. Y, también por suerte, se reserva una sorpresa final para el epílogo, donde la historia no deja ningún cabo suelto (dicho sea de paso, la resolución es la más coherente para la dirección que ha tomado la historia). Así pues, aunque sea el primer largometraje tanto para su director como para el hoy mucho más conocido Ewan McGregor, y no cuente con el grado de sofisticación de los últimos films de Boyle, de lo que no cabe duda es de que “Tumba abierta” es una película muy recomendable, llena de sorpresas y giros inesperados, buena muestra de lo que un director con talento es capaz de hacer cuando dispone de los medios necesarios.
¡Chulísima! Me la he visto ya tres veces, pero seguro que no es la última, y eso que la peli es burra con ganas. Ahora, es una especie de burrera que mola, y que hasta le queda bien a la cosa. Es un poco como “Trainspotting - Trainspotting, 1996”, en el sentido de que el tema no es como para echarse a reír, pero está hecha de forma que te atrapa y te gusta por muy violenta que sea. Aquí, el argumento es más simple que el mecanismo de un botijo, de forma que lo que importa no es lo que te cuentan, sino cómo lo cuentan y con qué mensaje te quedas. Por eso, “Tumba abierta” –que, por cierto, vaya título de mierda que le han puesto en español, que casi parece que estés hablando de una de zombis- mola tanto, porque no sólo te pasas la hora y pico que dura sin apartar los ojos de la pantalla, sino que te da qué pensar sobre qué hubieras hecho tú de encontrarte en una situación parecida.
“Tumba abierta” acerita, ya de entrada, en no hacerse la picha un lío con la historia y los personajes. Éstos son tres chavales jóvenes de lo más normales y corrientes, cada uno con su carácter particular, pero nada estrambótico o que no sea creíble. Después, el desarrollo que le quieren dar al planteamiento del asunto también está clarinete: qué hacer con un cadáver que viene acompañado con un regalito de muchísima pasta. Y, por supuesto, con todo el tema moral que viene detrás: si hacer de tripas corazón, o avisar cagando leches a la policía. Pero lo mejor es que no se quedan aquí, sino que el paso más hacia delante que dan es el que tiene que ver con todo lo del cambio de comportamiento entre ellos mismos, cuando se vuelven medio paranoicos (el tío de gafas haciendo agujeros en el techo para espiar a los otros dos), violentos (lo que pasa al final entre los mafiosos y los tres chavales, o entre la chica y el guaperas), y egoístas (cada uno piensa en dar gato por liebre a los otros dos para poder quedase con la pasta).
Es cierto que, en “Tumba abierta”, mientras que la primera parte se centra más en el descubrimiento del potaje (del fiambre y la maleta llena de pasta) y la segunda en qué hacer y cómo lo hacen al final, lo que podríamos llamar como “tercera parte” se centra más en las consecuencias de esa decisión, lo que hace que los protas ya no te caigan tan bien -por no decir que te empiezan a caer realmente mal- y que empiecen a hacer cosas que, de habérselo dicho al principio, no se hubieran creído (la chica “ofreciéndose” al tarado de gafas para fugarse los dos con la pasta y que el tercero en discordia cargue con el mochuelo, el “gafas” dispuesto a cualquier cosa –literalmente- con tal de no pringarla y quedarse con todo el dinero…). Por eso, y por el tono que tiene toda esa última parte (sin contar el epílogo, que es cojonudo) es la que más flojita parece, al menos en comparación con lo que has estado viendo hasta ese momento.
De todas formas, de lo que no cabe duda es de que “Tumba abierta” es una película muy guapa que te da bastante qué pensar. Si quieres, puedes decir que es un retrato brutal sobre lo que es capaz de hacer la avaricia (un equivalente parecido podría ser la española “La comunidad, 2001”), pero lo que no se puede negar es que, a pesar de ello, “Tumba abierta” es emocionante hasta el último minuto, a pesar de que la violencia pueda ser un poco exagerada, que no gratuita.
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