TÍTULO: EL ÁRBOL DE LA VIDA
DIRECTOR: TERRENCE MALICK
REPARTO: BRAD PITT, JESSICA CHASTAIN, SEAN PENN, HUNTER MCCRACKEN, LARAMIE EPPLER, TYE SHERIDAN
DURACIÓN: 134 min.
AÑO: 2011
GÉNERO: DRAMA
Son pocos los directores que, actualmente, sean capaces de tener en vilo a la crítica de medio mundo con cada nuevo proyecto que anuncian. En el caso de Terrence Malick, un director que tan sólo ha estrenado cinco largometrajes desde su laureado debut hace casi cuarenta años con "Malas tierras - Badlands, 1973", pero han sido suficientes para que la crítica especializada se rinda a sus pies, y que la inmensa mayoría de los actores y actrices de Hollywood se mueran por trabajar con él. Desde luego, esto no es algo que cualquier director sea capaz de conseguir. Ahora bien, ¿realmente son tan únicos sus largometrajes? ¿Es tan revolucionario el planteamiento de cada uno de sus proyectos? ¿Es "El árbol de la vida" una obra maestra, tal y como se predica por doquier? Pues, aunque luego comentemos estos temas, casi responderíamos que "no", "sí" y "me temo que no", respectivamente.
Jack (McCracken) es el primero de los tres hijos de los O'Brien. Su padre (Pitt) es un ingeniero industrial lleno de talento que educa a sus hijos con mano férrea, con la intención de que, el día de mañana, sean capaces de valerse por sí mismos, y en contra de cualquiera que se interponga en su camino. Por el contrario, su madre (Chastain) es pura dulzura, capaz siempre de tener una palabra agradable o un gesto de cariño hacia sus hijos. Tanto la educación recibida, como un trágico suceso con uno de sus hermanos, hará que Jack (Penn, en la edad adulta) crezca con una serie de traumas de su infancia que aún no ha logrado superar.
Después de ver "El árbol de la vida", la primera valoración que viene a la mente es que se trata de un film lento e introspectivo. Quizás demasiado, ya que la mayor parte del guión pertenece a voces en off de los protagonistas que acompañan a imágenes verdaderamente arrebatadoras por su belleza y planificación, sin que exista una conexión lineal entre lo que se escucha y lo que se ve. En "El árbol de la vida", argumento y guión van por caminos separados ya que, mientras el primero se limita a las pocas ocasiones en que los personajes interactúan entre ellos, el segundo resulta ser algo más profundo, como una serie de reflexiones de cada personaje hacia ellos mismos, o hacia un ser superior (podría ser perfectamente Dios, pero tampoco se deja claro) al que se le preguntan y cuestionan determinadas circunstancias trascendentales de la vida: el por qué de ciertos sucesos, cuál es el origen de cada uno, de dónde nace la culpa, etc.
Así pues, retomando brevemente las cuestiones planteadas en la introducción, cabría decir que Terrence Malick (más conocido por su recogimiento y negativa a promocionarse o conceder ningún tipo de entrevista a los medios) es un director que vive más de su reconocimiento que del legado fílmico con el que cuenta. Comparativamente, Stanley Kubrick fue un realizador que también se tomaba su tiempo entre proyecto y proyecto, sin ser tampoco muy amigo de posar para los medios de comunicación, pero que sí revolucionó la historia del cine con más de una auténtica obra maestra irrepetible. Malick, por desgracia no. Si bien, en su momento, films como "Malas tierras" o "Días de cielo - Days of heaven, 1978" lograron el aplauso unánime del público, sus más recientes obras, no son más sino una mera repetición del mismo estilo.
Por el contrario, sí que es cierto que, visualmente, "El árbol de la vida" es una maravilla. El director de fotografía Emmanuel Lubezki es capaz de captar con apenas un halo de luz imágenes tan bellas que no es necesaria la incursión de ninguna palabra para disfrutar de ellas. Ahora bien, que esto suceda en alguna secuencia del largometraje tiene un pase, pero que la película dependa por completo de la belleza plástica de sus imágenes es una decisión que pone a prueba la paciencia del público. Y es que, al igual que sucedía con otro film de Malick, "La delgada línea roja - The thin red line, 1998", el director deja que la cámara se recree con los paisajes y siluetas de los personajes, sin que la historia parezca avanzar lo más mínimo, y con voces de fondo que reflexionan sobre los más variados temas.
Por último, en lo que se refiere a "El árbol de la vida" como película, me temo que es más el aúpe que se le ha dado al tratarse de una nueva aportación a ese género tan particular del "dramatismo reflexivo" -si me permiten la invención del término-, que por lo que la película es en sí misma. Es evidente que, en el plano artístico, Chastain brilla con luz propia, que Pitt se limita a hacer su papel con corrección aunque sin deslumbrar, y que Penn no necesita ni siquiera pronunciar una sola palabra para transmitir esa sensación de soledad. Por lo demás, "El árbol de la vida" es un film que comete el pecado de ser demasiado ambicioso y pretencioso (no se explica de otra forma que más de treinta minutos estén dedicados a la explicación de cómo se creó el universo), hecho que acaba le acaba pasando factura, pues tanta lentitud y carencia de acción lo convierten en una obra más aburrida que memorable.
¡Qué coooooooñazo de película! ¡Joder, no es más soporífera porque no puede! En serio, os lo prometo, me ponen a parir las películas en que todo tiene que ser leeeeento y aburrido hasta morir sólo para demostrar la soledad de una persona, o lo tarados que son los personajes, o cualquier chufa por el estilo. Hace un tiempo, nos tocó ver "Melancolía - Melancholia, 2011", de Lars Von Trier (otro que tal Pascual), que me pareció un peñazo de cojones. Vale, pues aquella y ésta, primas hermanas. Solo que donde una aún tenía un mínimo argumento, "El árbol de la vida" no tiene ninguna historia, sino que se limita a enseñar fragmentos de la vida de un crío que se siente presionado por su padre -que es un burro de cuidado-, y poco más. Se ve que todo eso lo trauma que te cagas porque, cuando crece, el pavo se convierte en un Sean Penn que se pasea por los sitios más inesperados con la misma cara que si le acabaran de pisar un juanete.
Seguro que con esta forma de destrozar "El árbol de la vida" me gano la enemistad de más de uno que piensa que es una obra de arte, una expresión descomunal de los sentimientos humanos y bla bla bla. Bueno, pues me la pela. Si veo una peli, aunque sea mala, al menos espero que me distraigan y que no me haga revolver en el asiento treinta veces, o mirar el reloj para calcular cuánto puede faltar. "El árbol de la vida" no es mala (al igual que tampoco lo era "Melancolía"), pero es un tostón de padre y muy señor mío. Y lo peor no es eso, sino que no tenga sentido más allá de dos o tres momentos. Porque, vamos a ver, ¿qué huevos hace Sean Penn paseándose arriba y abajo en un ascensor, o perdido por un desierto de puras rocas? ¿Qué puñetas tiene que ver el origen de la Tierra (sí sí, os lo prometo, con dinosaurios incluidos y todo) con la historia del crío traumatizado? ¿A qué viene tanto primer plano mareante sólo para ver al niño arriba y abajo mientras juega por su barrio? ¿Qué coño de mensaje tiene todo eso? Pues nada de nada. Vamos, que mi primo pequeño coge su cámara y te rueda catorce películas del mismo estilo y con mucho más mensaje que este tostón.
Las actuaciones, tampoco es que sean el no va más: la mujer lo hace relativamente bien, al igual que los críos; Brad Pitt vuelve a poner ese careto bífido que tuvo durante toda la peli de Tarantino y se limita a repartir cuatro collejas y dos abrazos; y de Sean Penn, pues qué decir, aparte de que si no apareciera durante toda la película nadie lo echaría de menos (el tío no tiene un una línea de diálogo -lo único que se le oye decir es en off-), porque para verle con esa pinta de catatónico, pues se lo podrían haber ahorrado.
De todas maneras, si nos hemos aburrido como ostras viendo "El árbol de la vida" es por nuestra culpa, tal cuál. Porque, si después de haber visto dos veces "La delgada línea roja" (que sí, que me la he papado dos veces), aún esperábamos que el director éste nos podía enseñar algo que no fueran unas fotos muy bonitas, o una película mínimamente interesante, pues estábamos de lo más equivocados. Igual que hizo en esa otra peli, en "El árbol de la vida", durante las más de dos horas y cuarto que dura -creedme si os digo que parecen muchas más-, lo único que ves son instantáneas preciosas (eso sí, hay que reconocerlo, la fotografía es una pasada) a ritmo de música clásica. Vamos, que casi al mismo nivel que los documentales de animalitos de la 2. Así que ya sabéis, si alguna noche os cuesta conciliar el sueño, os ponéis este bodrio y en menos de diez minutos ya estáis planchando la oreja. Garantizado.
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