DIRECTOR: THOMAS ALFREDSON
REPARTO: KARE HEDEBRANT, LINA LEANDERSSON, PER RAGNAR, HENRIK DAHL, KARIN BERGQUIST, IKA NORD
DURACIÓN: 114 min.
AÑO: 2008
GÉNERO: TERROR
Es una delicia dejarse sorprender, de vez en cuando, por un film menor que, sin ser ninguna maravilla, ni revolucionar el género al que pertenece, consigue descubrirte nuevas y originales historias, e ir más allá en su intención de ser una mera excusa para desarrollar un tipo de argumento que ya ha sido tratado con mucha frecuencia. En el caso del film "Déjame entrar" es gracias a la estupenda puesta en escena del director sueco Thomas Alfredson que el público puede disfrutar de una hermosísima historia de amistad entre dos niños, condicionada por factores pertenecientes tanto a la realidad cotidiana (la separación de unos padres -o inexistencia de progenitores-, la violencia escolar...) como a la ficción (la existencia de vampiros), los cuáles consiguen combinarse a la perfección en un film tremendamente sólido y diferente.
Oskar (Hedebrant) es un niño de doce años que vive en un pequeño pueblo sueco. Allí, sufre el acoso de una serie de abusones de su escuela lo que, junto con la separación de sus padres, lo ha convertido en una persona reservada y tímida. Una noche, al apartamento contiguo en el que Oskar vive con su madre, se muda una extraña pareja, formada por una persona de edad avanzada, y una niña pequeña llamada Eli (Leandersson). Eli no tarda en hacerse amiga de Oskar quien, gracias a su falta de prejuicios consigue ganarse su confianza. Paralelamente a la llegada de Eli a pueblo, empiezan a sucederse una serie de asesinatos de lugareños, a los que se les extrae misteriosamente la sangre. Será entonces cuando Oskar, extrañado por el peculiar comportamiento de su nueva amiga, descubra que Eli, en realidad, es una vampiro, hecho que pondrá a prueba su curiosa amistad.
"Déjame entrar" está repleta de pequeños detalles que hacen de esta pequeña producción nórdica un largometraje tan original. No solo por la evidente falta de interés en mostrar a los no-muertos en acción -los ataques de Eli son tan rápidos y contundente que el público a penas tiene tiempo de darse cuenta de lo que está sucediendo... casi lo mismo que sucede con las víctimas-, sino por la manera de capturar las consecuencias de encontrar un personaje tan peculiar en la vida ordinaria del resto de personajes (atención al instante en que Eli, tras averiguar en qué habitación del hospital se encuentra el hombre que cuidaba de ella, trepa por la fachada del hospital hasta llegar a su cuarto; o ese otro momento en que una víctima que sobrevive al ataque de Eli, decide poner fin a su tormento antes de convertirse en vampiro, pidiendo a un enfermero que abra la cortina de su habitación y deje entrar la luz del día).
Asimismo, sucede lo mismo en aquellas otras secuencias que se encargan de relatar los problemas de Oskar con los "matones" de su escuela. Así pues, si ya llama la atención la reacción de Oskar ante la provocación de uno de estos abusones (espectacular la conversación previa entre Oskar y Eli en la que ésta le aconseja que se defienda con las mismas armas), no resulta menos impresionante lo que sucede cuando éstos deciden vengarse de Oskar, ahogándolo en la piscina de la escuela. Esta secuencia resulta mucho más impactante por lo que no se ve que por lo que sí (presten especial atención al plano fijo de Oskar najo el agua mientras "algo" sucede en el exterior de la piscina).
En resumidas cuentas, "Déjame entrar" es muchísimo más que un film de vampiros. Es un cuento de amistad bellísimo entre dos niños, que demuestran ser lo suficientemente adultos para dejar a un lado sus diferencias y completarse el uno al otro a través de una relación de comprensión y aceptación de lo más hermosa. Si, a ello, se le une la intriga propio de los relatos de terror acerca de no-muertos, y sus consecuentes investigaciones policiales (no hemos dicho nada del episodio que tiene lugar en el apartamento de Eli cuando un amigo de las víctimas de la pequeña vampiro le sigue la pista hasta allí), el resultado no puede ser más satisfactorio.
Ya echaba yo de menos una historia de vampiros que quisiera ser diferente, y que estuviera hecha como Dios manda. Nada de las mierdas esas descaradas de "Crepúsculo" ni de vampiros en edad del pavo y repletos de feromonas. Eso no solo es un insulto hacia el género de terror sino una demostración clara de que, o viene Coppola a hacer una película de vampiros como toca, o necesitamos más ideas originales como la de "Déjame entrar" para que las historias de chupasangres dejen de ser algo ridículo y consigan emocionar. Eso sí, cuando hablamos de "Déjame entrar", lo hacemos de la versión sueca, no de la versión americana que sacaron hace poco y que no he visto (ni ganas, teniendo en cuenta que la original es lo suficientemente buena como para sobrar).
"Déjame entrar", aunque sea una historia de vampiros, no tiene nada que ver con las películas de terror en las que un no muerto se transforma en bicho y se va cargando a la peña hasta que un abuelo con acento raro le mete una estaca en to'l pecho. En esta peli no hay nada de eso. Sí que hay un vampiro -bueno, en realidad es "una"-, pero la cosa acaba siendo más un cuento de amistad entre dos críos muy diferentes que consigue superar cosas más serias como la violencia adolescente, la falta de atención paternal, y el hecho de sentirse diferente, independientemente de que uno esté vivo o que necesite pegarse sus buenos atracones de glóbulos rojos. Esto es, precisamente, lo que hace de "Déjame entrar" una peli tan chula.
La película empieza teniendo un tono de misterio bastante importante, con ese chavalín rubio desahogándose con una navaja y un árbol (luego te cuentan por qué), y con esos vecinos tan raros que van a vivir a un bloque de fincas de esos que parecen piezas de dominó y que son todos iguales, en una ciudad sueca de las que la inmensa mayoría del tiempo, aparte de un frío de huevos, es siempre de noche. La intriga sigue cuando ves a uno hacer cosas más propias de un asesino en serie que de una persona normal pero, cuando empiezas a pensar que se trata de la enésima versión de un loco al que tiene que atrapar un policía, resulta que aparece una niña con carita así en plan inocentona, y que entabla con el niño rubio una amistad preciosa, libre de todas las cosas que podríamos decir que son más malas de cuando las personas crecen y se van haciendo adultas. En crío rubio, ve todo lo que pasa a su alrededor de una forma bien distinta a como lo haría un adulto, dejando que su amistad con la nueva vecina sea algo más puro, encontrando uno en otro un apoyo del que carecen al no tener nadie a quienes les importan de verdad.
Pero, por suerte, la historia no se limita a dejarlo ahí, viendo como un niño con cara de no haber roto un plato en su vida se pasea con una vampiro de diez años. ¡Qué va! Ahí está lo bueno, que cuando ya te queda claro quién es cada uno, empieza lo que hace de "Déjame entrar" una peli tan original. En primer lugar, que ese tono de historia de misterio con el que empieza todo, vuelve otra vez para centrarse en la investigación de los asesinatos de personas que aparecen desangradas, y que apunta a la cría como posible responsable y, después, todo lo relacionado con los problemas de acoso infantil que tiene que sufrir el chavalín rubio por culpa de los cuatro matones de turno de su colegio. Tanto en una cosa como otra, ya os digo que la peli tiene momentos que te hacen no quitar los ojos de la pantalla, y no porque den miedo (que no lo dan), sino por la tensión de cada uno: atención a la entrada de uno de los amigos de una víctima en el piso en el que está durmiendo durante el día la niña-vampiro y, por otro lado, lo que pasa cuando, después de darle el crío rubio un guantazo a uno de los abusones, éstos se la quieren devolver jugándole una mala pasada en la piscina olímpica. Ya os digo que son momentos que te dejan clavado a base de bien.
Por lo demás, insistir en que veáis "Déjame entrar" porque no tiene nada que ver con las historias de vampiros que habéis visto antes. Eso es una especie de cuento en el que la amistad entre dos críos es más fuerte que la necesidad de dejar que la violencia (por parte de él) y la necesidad de matar para alimentarse (por parte de ella) los destruya sino que, por el contrario, los ayuda a sobrevivir mutuamente, y a hacerse bien. Ah, y atención al final, que no e lo esperas para nada pero, al menos a mí, me pareció muy bonito.
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