DIRECTOR: KEVIN REYNOLDS
REPARTO: KEVIN COSTNER, MORGAN FREEMAN, ALAN RICKMAN, MARY ELIZABETH MASTRANTONIO, CHRISTIAN SLATER, NICK BRIMBLE, MICHAEL WINCOTT, GERALDINE MCEWAN
DURACIÓN: 135 min.
AÑO: 1991
GÉNERO: AVENTURAS
A principio de los años noventa, Kevin Costner ya era toda una estrella en el panorama cinematográfico del momento. Tras haber participado en uno de los mejores films policíacos de la década anterior -nos referimos, por supuesto, a "Los intocables de Elliot Ness - The untouchables, 1987"-, y de haber logrado siete Oscar (incluyendo a la mejor película y director) con su debut tras la cámara con "Bailando con lobos - Dances with wolves, 1990", Costner no tardó demasiado en decidir qué proyecto protagonizar a continuación. Así pues, mientras se preparaba para el papel de fiscal Jim Harrison en el tenso drama de Oliver Stone "J.F.K. - J.F.K., 1991", antes prefirió encarnar a uno de los héroes más famosos del cine de aventuras, convirtiendo por segunda vez consecutiva una película protagonizada por él en uno de los éxitos indiscutibles del año.
Robin de Loxley (Costner) regresa a su Inglaterra natal tras escapar del cautiverio que sufría en manos moras, como consecuencia de su participación en las cruzadas. En su huída, Robin libera a un preso árabe llamado Azeem (Freeman), que jura devolverle el favor de salvar su vida. Sin embargo, cuando Robin llega a las tierras de su padre, descubre cómo el sheriff de Nottingham (Rickman) se ha hecho con todas las propiedades de Loxley tras haberle acusado falsamente de herejía. Así pues, considerado un proscrito dentro de sus propias tierras, Robin se ve obligado a enfrentarse al sheriff y sus hombres, con la ayuda de una serie de hombres y mujeres que viven en un frondoso bosque, mientras procura recuperar lo que le ha sido arrebatado, y conquistar a Lady Marian (Mastrantonio), hermana de uno de sus mejores amigos, y dama prometida con el sheriff.
Al igual que sucedería al año siguiente con los largometrajes acerca de Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, y como ha pasado recientemente a lo largo del presente año con el cuento de Blancanieves, a principios de los noventa, "Robin Hood, príncipe de los ladrones" no fue el primer film acerca de Robin Hood que se estrenó casi de forma simultánea (el otro fue el más televisivo "Robin Hood, el magnífico - Robin Hood, 1991"). No obstante, era más que evidente cuál de las dos propuestas apostaba no sólo por un presupuesto mucho más superior que la otra, sino también cuál tenía la intención de convertirse, aparte de en un gran éxito de público, en una de las mayores súper producciones del año. Los secretos de semejante resultado son varios.
En primer lugar, la puesta en escena. No es que "Robin Hood, príncipe de los ladrones" sea un ejemplo de planificación y ejecución escénica. De hecho, la puesta en escena de Kevin Reynodls (responsable de las muy superiores "La venganza del conde de Montecristo - The count of Montecristo, 2002" o "Tristán e Isolda - Tristan & Isolde, 2006", por poner dos ejemplos) es bastante más simple de lo que cabría esperar. A excepción de las escenas de acción -tras las que, casi siempre, se suele esconder la figura del director de segunda unidad-, y de dos o tres secuencias destacables (la cámara siguiendo el punto de vista subjetivo de una flecha lanzada por Robin Hood, o el duelo final de espadas entre Robin y el sheriff), el peso del resto del largometraje recae sobre los hombros de los protagonistas y del grado de realismo aportado por un correcto diseño de producción (excelente en el caso de las entrañas de la ciudadela, y algo más flojo en cuanto a los decorados del bosque). Ahora bien, mientras que Costner también resulta ser mucho más un caso de presencia que no de actuación, son otros intérpretes como Freeman y Rickman los que convierten a sus personajes en vivos ejemplos de lo que es una performance convincente, simpática y elegante.
Ahora bien, dejando de lado las pretensiones artísticas de la película, "Robin Hood, príncipe de los ladrones", como producto de fácil consumo, se deja ver y disfrutar con tremenda facilidad. Afortunadamente, los algo más de ciento veinte minutos que dura, no pesan en ningún momento, gracias al ritmo dinámico que se desprende de un libreto construido con vistas no a convertir el film en un ejemplo de buen saber hacer cinematográfico, sino en un espectáculo con el que el público se divierta y entretenga a partes iguales. Y, a este respecto, "Robin Hood, príncipe de los ladrones", da en el blanco a la perfección. La prueba más clara de ello es que, al terminar el largometraje, el espectador tan sólo es capaz de recordar lo bien que se lo ha pasado, lo entretenida que ha sido la función, y lo bueno que es pasarlo bien con pasatiempos de este calibre.
Así pues, en resumidas cuentas, "Robin Hood, príncipe de los ladrones" es una película con la que poder pasar un rato agradable, distraída y emocionante, y que logra disimular sus defectos como obra gracias a un ritmo y puesta en escena que lo convierten en un entretenimiento de primera.
Pues mirad, por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a empezar yo la crítica en plan profesional con cosas técnicas de la película. No sé si os ha pasado alguna vez eso de ver una película que, en líneas generales os ha gustado, pero tener la sensación de que ha sido por una cosa en concreto. Por poneros un ejemplo, recuerdo cuando vi esa obra maestra indiscutible del cine que es "Destino final 5 - Final destination 5, 2011" (sí, estoy siendo de un sarcástico que asusta), me dejaron flipado dos cosas: la música y las letras del principio, que estaban súper curradas. Bueno, pues salvando las distancias, creo que algo así es lo que me pasa con "Robin Hood, príncipe de los ladrones", que no puedo evitar tener la sensación de que es una película súper distraida y divertida gracias al pedazo banda sonora de Michael Kamen, que en paz descanse. Os prometo que la película no sería lo mismo sin temazos como el que se escucha cuando salen las letras del principio, o en otros más romanticones, como cuando Robin Hood se despide de Marian antes de que ella vuelva al castillo en Nottingham (la pista de la banda sonora creo que se llama Marian at the waterfall). No es que el resto sea una patata, porque otra cosa no, pero entretenerte te entretiene que da calambre. En fin, sé que es una cosa un poco complicada de hacer entender, así que mejor le dejamos el rollo metafísico al de arriba y nosotros vamos a lo que importa.
No sé por qué, he escuchado decir bastantes veces -a algún que otro iluminado, dicho sea de paso-, que "Robin Hood, príncipe de los ladrones" es un churraco de película y que, con tal de que Kevin Costner saliera en casi todos los planos de la peli, fueron capaces de hacer una cosa más para críos que no una peli de aventuras así en plan serio como se esperaba. Bueno, pues no tengo ni pajolera idea de qué esperaban encontrarse, si una obra de Shakespeare (para los de la E.S.O., "Shakespeare" = "un inglés que vivió hace un huevo y que escribía historias) o algo parecido. A mí, desde luego, incluso viéndola más de veinte años después de hacerlo por primera vez en el cine (me refiero a ver la película, ¿eh?), me sigue pareciendo un entretenimiento de primera. Por supuesto, tampoco hay que pedirle peras al olmo, ni esperar que esto sea el peliculón del siglo, porque tampoco es eso. Pero consigue que las dos horas y pico que dura se te pasen volando, y que te lo pases pipa con una historia de aventuras de lo más chula.
Además, por si fuera poco que se hayan preocupado por hacer que "Robin Hood, príncipe de los ladrones" fuera la típica peli de palomitas, resulta que va y se salen por la puerta grande en dos cosas más. La primera, los secundarios. Ver a Morgan Freeman haciendo de guerrero moro repartiendo mandobles al primero que le tose es cojonudo, y ese cameo final de Sean Connery como Ricardo corazón de león, no tiene precio. La segunda, el malo. Creo que pocas veces un malo ha sido tan divertido y te ha caído tan bien, a pesar de ser un joputa de cuidado. Es el mismo que había hecho antes de malo en "Jungla de cristal - Die hard, 1988", pero mientras en ésta se tomaba muy en serio el papel de malo chungo de matar, en "Robin Hood, príncipe de los ladrones", el tío disfruta como un enano haciendo de malo malísimo (no os perdáis cuando insiste en que le quiere sacar el corazón a Robin Hood con una cuchara, o como cuando trata de borrar una cicatriz que le han pintado a una estatua suya como la que le acaban de hacer a él en la cara).
Y, por supuesto, momentazos brutales. Evidentemente, el de cómo Robin Hood demuestra que es el puto amo en eso de disparar con el arco delante de todos los renegados del bosque de Sherwood, o como cuando dispara una flecha con fuego a cámara lenta antes de que un verdugo le rebane el pescuezo a uno de sus colegas. Por lo demás, ya os digo que es "Robin Hood, príncipe de los ladrones" es una película bastante guay, de esas por las que no te sabe mal haber estado dos horas y pico delante de la tele. Puede que haya momentos en que el bosque en el que pasan muchas de las cosas parezca un poco de cartón piedra pero bueno, tampoco se puede ser tan quisquilloso. Yo, desde luego, os la recomiendo y, por supuesto, que os pilléis la banda sonora a la de ya y disfrutéis de lo lindo con esa música tan estupenda.
2 comentarios:
Film con el actor mejor escogido. También la música es perfecta, el resto, sin importancia
El cine de aventuras siempre es bienvenido si está hecho con talento y buen gusto. Esta cinta no es excepcional, pero se ve bien. Merece la pena.
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